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Capitulo III: Un agitado despertar
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Capitulo III: Un agitado despertar

Reino de Arthegón

16 de diciembre de 1945

Pesadez, mis ojos se sienten cansados y mis brazos duelen mientras siento como mi espalda es recargada en una suave superficie, no estoy consciente -no del todo-, mis parpados no tienen la fuerza necesaria para levantarse y mi mente, bueno, realmente mi mente está demasiado perdida en cavilaciones sin sentido. Intento abrir mis ojos, pero mis parpados son demasiado pesados, oigo voces distorsionadas que no conozco, no puedo entender lo que dicen; me siento privada de mis instintos, solo a la deriva, lanzada al vacío, solo hay oscuridad y sensaciones extrañas. Siento como alguien coloca su mano en mi brazo y el dolor se incrementa de una manera insoportable, quiero gritar, pero mi garganta se siente seca, mis gritos no salen al exterior; se quedan atorados en mi garganta volviendo más difícil la tarea de respirar, entonces todos los recuerdos me golpean aglomerando mi mente de imágenes interminables, casi puedo sentir el frío del agua salada abrazando mi cuerpo, el dolor de mis músculos entumecidos, la delgada cavidad de mi garganta atorarse de agua, la fuerza abandonando mis brazos y alejándome del cuerpo de alguien más, a quien me aferre como si mi vida dependiera de ello; solo que no recuerdo muy bien de quien se trata. Una voz dulce se apodera de mis oídos «En la guerra hay alianzas, nosotros somos una alianza y yo siempre estaré a tu lado» Su voz, jamás podría olvidarla; entonces no he muerto, pero ¿Qué paso con él? No puedo concebir la idea de que yo he sobrevivido y él no, mis miedos crecen al no saber qué pasó con él, no podría perderlo, no aguantaría tal dolor, no sería capaz de seguir viviendo sin él.

-Jorge. -escuchó mi propia voz en un triste susurro ronco; el sonido es fantasmal, parece ajeno a mí, irreal y dolorosamente silencioso; tanto que no puedo asegurar si fue un invento de mi mente o si realmente pude entonar su nombre. Quiero llorar, gritar, salir huyendo y buscar a Jorge, pero no puedo; estoy estancada sin poder hacer nada en absoluto y eso me hace enojar. No sé cómo, pero con dificultad logro abrir mis ojos, mi visión no es del todo clara, escucho cómo alguien me habla, siento unas manos colocar mi cuerpo para sentarme y seguido de eso siento como un líquido quema mi garganta, alguien me está cuidando, pero estoy segura de que no se trata de él, no se siente como su presencia, esta persona desconocida me dice que el brebaje me hará sentir mejor mientras recuesta mi cuerpo de nuevo, mis ojos pesan nuevamente, quiero mantenerme despierta más sin embargo me es difícil, cada vez que parpadeo mis ojos se abren menos y mi visión se torna más borrosa, hasta que no puedo más; caigo en la inconsciencia de nuevo.

***

Mis ojos se abren con dificultad, mi cuerpo duele más sin embargo no tanto como la última vez que estuve despierta después del accidente ¡El accidente! ¡Jorge! Me levanto con una dolorosa rapidez, mi cuerpo me recrimina por ello, pero las dolencias de mi propio cuerpo no podrían importarme menos, mis ojos recorren el lugar desconocido; una alcoba con decoración arcaica, paredes de ladrillos, muebles de madera gastados, alfombra roja y con un solitario candelabro, busco alguna corriente de electricidad, pero no hay cableado alguno por ninguna parte. Mi cuerpo está cubierto con un vestido blanco de mangas largas y gruesas. Camino hacia la salida de aquel extraño lugar, escucho voces al bajar las escaleras, mi corazón late con fuerza del miedo, mis piernas tiemblan mientras bajo con lentitud las escaleras; cada pequeño paso que doy me acerca más hacia las respuestas; me aterra tanto lo que pudiese haber pasado con Jorge, la incertidumbre es agonizante. En la parte de abajo solo hay una mesa de madera vieja, una pequeña estufa de leña y una caja con lo que parecen ser verduras. No hay nadie en aquel lugar, las risas resuenan de nuevo en la parte de afuera, camino hacia la puerta y mis ojos se agrandan al ver el exterior, la pequeña casa se encuentra en el medio del bosque, los árboles rodean toda la pequeña edificación y frente a mis ojos se extiende un gran y hermoso lago. Escucho de nuevo el sonido de risas, camino con lentitud hacia la parte de atrás de la cabaña. En la pared hay muchos trozos de leña apilados de forma ordenada, mis ojos se dirigen hacia donde proviene el sonido; mi hermano está con un hacha intentando en vano cortar un trozo de tronco en dos, viste una camisa beige muchísimo más grande que él, unos pantalones azules de tela y un gorro boina en su cabeza, lo primero que hago es asegurarme con la mirada que se encuentre sin ninguna herida grave, pero él está en perfectas condiciones a simple vista, pero lo que me alerta es el joven que ríe a su lado, está de espaldas por lo cual no puedo ver su rostro, pero tengo la certeza de que no lo conozco al igual que no reconozco este lugar, camino hacia ellos con lentitud y cuando me encuentro a una distancia cercana carraspeó y mi hermano voltea a verme, tira su instrumento a un lado y corre hacia mí.

-Eli ¡Has despertado! -me dice con una sonrisa mientras me abraza fuertemente.

-Jorge. -susurro mientras le devuelvo el abrazo con más fuerza, mis ojos se cristalizan al sentir su cuerpo junto al mío ¡Hemos sobrevivido! Él está vivo al igual que yo, sin poder evitar un sollozo se escapa de mi garganta mientras me aferró al pequeño, ambos no abrazamos con anhelo; disfrutando del contacto, la última vez que lo hicimos teníamos la certeza de que sería el ultimo abrazo que podríamos darnos; estábamos seguros que no íbamos a sobrevivir. La felicidad se mezcla con el alivio; jamás imagine que saldríamos vivos, porque la situación era imposible, ha sido un milagro que pudiéramos vivir.

—¿Estas bien? ¿Te duele algo? ¿Tienes alguna herida o gripa por el agua fría? —Le pregunto mientras me alejo de el para examinar su rostro, brazos y cuerpo con mi mirada.

—¡Estoy bien Eli! Gracias a ti que me cubriste con tu cuerpo y gracias a él que nos sacó del mar y nos cuidó. — Dice señalando a alguien detrás de él.

Mi mirada se encuentra con unos vivaces ojos ámbar, el joven mira la escena con una pequeña sonrisa la cual borra al sentir mi mirada, sus ojos y los míos se conectan. Él es una criatura bella, como aquellos paisajes tan hermosos que es imposible apartar la mirada, mi cuerpo se estremece levemente mientras detallo fijamente su apariencia; sus ojos ámbar almendrados enmarcados en pestañas espesas contrastan a la perfección con su piel canela, sus labios gruesos de color durazno, sus cejas gruesas oscuras perfectamente fruncidas, su es nariz recta y respingada con pequeñas pecas salpicadas sutilmente, su cabello corto es azabache y brillante, algunas hebras de cabello caen sutilmente de lado derecho enmarcando su bello rostro, es alto, mucho más alto que yo y su complexión es delgada pero musculosa, viste una camisa manga larga negra que se amolda a su figura y una camisa sin mangas encima color celeste, lleva rodeando su torso un cinturón de cuero que en frente tiene sutiles compartimentos y bolsas, un pantalón azul oscuro y botas de cuero negro hasta las rodillas, cada parte de su presencia es como el más perfecto y elaborado rompecabezas, cada aspecto físico encaja perfectamente creando una formidable obra de arte. Yo solo me quedo sin palabras mientras aprecio a la criatura más hermosa que mis ojos han visto.

Mi hermano se aleja de mí y el joven de ojos claros se acerca hacia nosotros, su semblante está marcado de dureza y seriedad, su porte es estoico, altivo e intimidante, mi primer pensamiento al momento que él se acerca es que va a presentarse o simplemente decir "hola" más sin embargo el joven no dice nada, solo camina de largo hasta perderse entre los árboles, mi mirada se dirige hacia el menor y él solo se encogió de hombros.

-Él es una persona extraña. -comenta Jorge sin importancia.

-¿Quién es el? ¿Dónde estamos? -pregunto, pero él se encoge de hombros.

-Desperté apenas hace unas horas atrás, me imagino que el remolino nos arrastró hacia acá y él nos sacó del océano, pero no he visto el océano aún, seguramente la bahía está a unos cuantos metros. -comenta, yo solo asiento con la cabeza lentamente; algo en todo esto no me gusta, algo no cuadra.

-¿Qué te ha dicho él? -le pregunto.

-Nada relevante, solo me pidió ayuda con algunas cosas, luego me enseñó a partir un tronco cuando tú apareciste. -dice él y yo no digo nada más.

Mi mente empieza a trabajar en muchas hipótesis y ninguna me gusta demasiado. Sí mi hermano despertó poco antes que yo, significa que el muchacho había cambiado mis ropajes, mi rostro arde de vergüenza ante la idea. Mi hermano regresa con su imposible tarea de partir un tronco, me preocupa que se haga daño, pero el parece decidido a hacerlo. Me gusta este lugar, no se escucha el sonido de la ciudad, seguramente estamos en alguna montaña cercana a Márgate o Dover, estoy casi segura de que seguimos en territorio del Reino Unido, hago un pequeño recorrido por los alrededores, camino a la orilla del lago, sus aguas son tan cristalinas que parece un espejo reflejando el cielo, a lo lejos puedo ver una banqueta pintada de blanco, me dirijo hacia ella y me siento a apreciar la maravillosa vista. Me inquietan muchas cosas, pero el lugar es tan pacífico que me contagia la paz de alguna manera, el lago que sirve de espejo de los frondosos árboles que se reflejan en él, mi hermano ha logrado finalmente partir aquel tronco y celebra su victoria con un gracioso baile, una pequeña risa se escapa de mis labios al verlo tan feliz.

-Parece que es un buen niño. -escuchó una gruesa voz a mis espaldas, mi cuerpo se tensa y mi garganta se seca al oír por primera vez su voz.

-Lo es. -digo en un susurro sin verle temiendo que mi voz falle por los nervios que provoca en mí, él se acerca y se sienta a mi lado, mi corazón galopa rápidamente en mi pecho.

-Su nombre es Eliana ¿Verdad? -dice él. Volteo a verle, sus ojos ambarinos me miran con una pizca de interés que al instante es reemplazada por una gruesa mirada desinteresada ¿Cómo es posible que unos ojos tan bellos tengan semejante frialdad?

-Así es ¿Usted es? -pregunto y el solo me mira.

-Capitán Aldridge. -dice y mis nervios crecen, me levanto con rapidez de la banca para poner distancia entre nosotros, él me mira con los ojos muy abiertos, sorprendido por el abrupto movimiento.

-¿Es usted un nazi? -pregunto con voz temblorosa, él me mira como si me hubiese salido otra cabeza.

-¿Qué es un nazi? -pregunta, yo no puedo creer que él no sabe lo que es un nazi, pero hay real confusión en sus ojos ámbar.

-¿Cómo no sabe que es un nazi? ¿Acaso aquí no han oído de la guerra? -pregunto incrédula, él se levanta rápidamente para quedar frente a mí.

-¿De qué guerra está hablando? -me dice un poco alterado. Mi mente da vueltas sin parar ¿Cómo es posible que alguien en estos tiempos no sepa nada de la guerra? Pero... no tengo idea de donde me encuentro y la incertidumbre carcome mi mente

-¿Dónde estoy? -pregunto con miedo.

-En el reino de Arthegón. -dice él, mi entrecejo se frunce, no me suena conocido el lugar, estaremos tal vez en Europa mediterránea, pero ¿Sería posible? Si cuando el barco se hundió a penas habíamos empezado a surcar las costas de Dart Ford ¿Cómo podría haber despertado entonces al otro lado del continente? No, seguramente estoy en algún caserío alejado de la civilización cerca de Dart Ford, es la única explicación lógica.

-¿En qué parte de Europa nos encontramos? -pregunto y entonces él abre los ojos con asombro.

-¿Europa dice? ¿De Europa provienen usted y su hermano? -pregunta.

-Así es ¿Dónde estamos en realidad? -pregunto, pero él niega con su cabeza.

-Ustedes no deben estar aquí, no debieron atravesar el portal ¿Cómo han llegado aquí? -pregunta él y es mi turno de parecer confundida.

-¿Portal? ¿De qué está hablando? ¿Cómo nos ha encontrado usted? Sería la pregunta, yo viajaba con mi hermano en barco hacia Varsovia cuando una tormenta arremetió contra la tripulación, mi hermano calló al océano y yo salte para atraparlo, fuimos succionados por un remolino que se formó en el mar, ambos quedamos inconscientes y lo único que recuerdo después es despertar aquí. -le digo, pero él solo camina en círculos procesando mis palabras y lanzando incoherencias al aire. Por primera vez puedo ver emociones en esa mirada ambarina, lastima que todas parecen negativas.

-Deben irse del reino de Arthegón. -demanda.

-¡Por supuesto! Si supiera como salir de aquí créame que no tendría que vernos más, pero no sé siquiera donde estoy y eso me dificulta la tarea de salir de su reino. -digo con molestia por la descortés actitud del joven.

Él me mira con enojo y se aleja de mí, yo solo me siento en la banqueta de nuevo, mi mente no deja de escanear el nombre de Arthegón. A pesar de que nunca había estado aquí antes, algo de este lugar se me hace escalofriantemente familiar, la certeza de que había escuchado ese nombre antes me tiene inquieta, no sé de dónde proviene, pero mi mente está casi segura de tener un vago registro de aquel nombre, con mi mano llamo a mi hermano quién corre energético hasta estar frente a mí.

-¿Qué pasa? -pregunta él con una sonrisa. Dudo un poco en si debía contarle lo que el muchacho de ojos ámbar me había dicho.

-¿Has oído mencionar por allí la palabra Arthegón? -pregunto, él piensa por un momento colocando su mano en la barbilla, cuando él hace esos gestos me recuerda tremendamente al rostro de mi padre, no hay duda de que Jorge es muy parecido a él, yo en cambio soy la viva imagen de mi madre. Su rostro se ilumina y mete la mano en sus bolsillos, con cuidado saca un pequeño tren que mi padre le obsequió antes de morir, recuerdo que eran tres, una pequeña colección única de trenes ya que jamás vi algunos que se le parecieran, la pintura azulada del tren está intacta, como aquel día que fue entregado a Jorge, las demás partes del tren son de un color dorado, hace algunos años atrás nos dimos cuenta que aquellas decoraciones doradas son en realidad piezas de oro, pero según nos dijo el anciano de la tienda de antigüedades el oro del tren de Jorge es uno muy peculiar e inusual, lo comparo con el oro que se encontraba en los tiempos egipcios, el anciano nos ofreció una enorme suma de dinero por el tren, pero jamás pensamos siquiera en venderlo; es lo único que nos quedaba de nuestro padre, Jorge siempre lleva aquel pequeño juguete en sus bolsillos, aquel pequeño tren que fue lo único que pudimos salvar de mis padres además de mi collar.

-Mira. -dice él sacándome de mis pensamientos y coloca el pequeño tren de cabeza, la parte de abajo está forrada de oro y en letras finas de caligrafía está escrita la palabra "Arthegón" -Siempre he querido saber que significa ¿Por qué preguntas acerca de ello? -cuestiona.

-Curiosidad hermano. -digo rápidamente, él no muy convencido acepta aquella respuesta y regresa hacia donde se encontraba con anterioridad.

Más preguntas abordan mi mente, no entiendo nada de lo que está pasando ¿Por qué el tren de mi hermano tiene escrita esa palabra? Seguramente fue fabricado aquí, no puedo recordar donde había oído esa palabra con anterioridad, mi mente evoca cada recuerdo hasta que uno en especial sale a relucir; cuando yo tenía unos ocho años mi madre me contaba un cuento para dormir, no recuerdo de que trataba el cuento, pero sé que ella menciono El Reino de Arthegón en alguna ocasión. Intenté recordar lo que mi madre decía, o por lo menos si me explico alguna vez donde estaba ese lugar, pero aquel recuerdo parecía estar bloqueado.

Fin del capítulo

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Silvia Rosales
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