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Capítulo VII: La bondad de las criaturas mágicas
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Capítulo VII: La bondad de las criaturas mágicas

Reino de Arthegón

19 de diciembre de 1945

Desperté con pesadez, la noche anterior no había dormido mucho, pero no es novedad para mí, al contrario, es muy extraño que pasé una noche tranquila. Retomamos el camino luego de terminar de recoger el mini campamento que habíamos colocado ayer. Dos horas después de haber salido del bosque, entramos a un paisaje de verdes campos con árboles, pero no son pinos cómo los del bosque, sino una variedad de cedros, de gruesos troncos, de copa extensa, cerezos de rojo follaje, manzanos enormes y bajos, arbustos de vallas, en el césped hay infinidad de flores silvestres, tan preciosas y coloridas que me da pena tener que pisar algunas que por casualidad se atraviesan en nuestro sendero, los animales se esconden cuando pasamos caminando, he podido ver unas cuantas ardillas, conejos y venados. Mi mirada se dirige a mi hermano, Jorge mira al igual que yo todo aquello, una sonrisa triste se posa en mis labios, por lo menos está disfrutando el viaje accidental. Mi mente recalca algo importante, mis ojos se abren con sorpresa ¡Jorge no sabe de la magia! Sí algo mágico sucediera el quedaría sorprendido y me odiara más por no haberle dicho nada al respecto. ¿Cómo podría decirle? No tengo la menor idea de cómo hacerlo. Mi boca se abre para decir algo, pero mi garganta no tiene tiempo de evocar palabras ya que un sonido desgarrador rompe el silencio, el capitán voltea a verme y yo a él. Sin decir una sola palabra corremos hacia donde proviene el sonido, al llegar puedo ver a un ciervo pequeño preso de una trampa de cazadores, yo jamás había estado de acuerdo con esas cosas, es cruel e inhumano a mi parecer.

-Pobre animal. -dice mi hermano con tristeza.

-Debemos ayudarlo. -digo, el joven me mira con preocupación.

-No creo que debamos hacerlo. -dice él y yo frunzo el ceño.

-¿Por qué no? Sí usted estuviera en su lugar desearías ayuda, pero con o sin su ayuda ¡Yo sí le ayudaré! —digo y me alejo de él.

El ciervo está asustado y no deja de lanzar quejidos de dolor, me acerco a él con cuidado de no hacer movimientos bruscos, el pobre animal está aterrado cuando me acerco, seguramente piensa que lo mataré, me parte el alma su actitud temerosa, casi me recuerda a una Eliana de quince años desorientada y temerosa de todo, mi mente también lo compara con el capitán, quien tiene la misma mirada de horror cuando intento acercarme. Mi mano con sumo cuidado de posa en su cabeza, el animal se mueve incomodo y aterrado cuando le toque.

-No voy a lastimarte. -digo con voz suave, mi mirada se dirige a sus ojos aterrados, son de un color ambarino, nuestras miradas se conectan, algo extraño pasa, una sensación extraña me aborda, me siento en frenesí, puedo sentir un férreo terror a la muerte, mi cuerpo tiembla levemente, aquel sentimiento se hace más intenso, tal pareciese que puedo sentir al animal, como si sus emociones me envolvieran en un vórtice interminable, mi respiración se hace más pesada y pausada, cierro mis ojos, suspiro e intento encontrar paz, tranquilidad, recuerdo los valles verdes de Varsovia, los correteos y risas de mis padres, recuerdo lo que se siente esa serenidad, esa paz abrazadora y cálida, deseando transmitir ese sentimiento al animal que de una manera extraña se ha conectado conmigo, abro mis ojos, le miró fijamente y esa sensación de terror desaparece de mi cuerpo y también de sus ojos, el animal deja de temblar, acaricio su cabeza con lentitud y el mueve su cabeza de un lado a otro para sentir más mi caricia, el joven capitán mira la escena con asombro, seguramente por la facilidad con la que el animal confío en mí, sin embargo solo yo sé que no hubo nada de facilidad en eso.

El capitán se acerca con cuidado a mí, se pone a la altura de la pierna del ciervo y con rapidez abre la trampa, con mis manos ayudo al animal a salir de aquella trampa, el filo le ha lastimado un poco la pata, el animal cae al suelo y emite un sonido de dolor. Yo me acercó rápidamente hacia donde está el animal, sin pensarlo dos veces rompo las dos mangas de mi vestido, tomo la pata del animal y con ayuda de las vendas improvisadas aprieto su herida para que no sangre más y le dejo descansar mientras acaricio su cabeza.

-Aléjate de nuestra cena. -escuchó dos voces gruesas y furiosas. Mi hermano se aleja al ver a las criaturas, yo me levanto para ver a dos seres altos y fornidos, su piel es lisa y de color gris, sus cabellos negros, uno tiene los ojos azules y el otro los ojos verdes, sus vestimentas constan de un pantalón café oscuro, una camiseta negra que deja a la vista los músculos entumecidos por sus brazos cruzados, uno de ellos lleva en su mano un mazo grueso con púas, el otro lleva en su espalda una enorme espada, las correas de cuero café de la funda de la espada recorren su pecho en una equis. Debí tener miedo; ellos a simple vista son más fuertes que todos nosotros juntos, además de tener semblantes aterradores y ser estrepitosamente enormes en comparación a nosotros, pero lo que emerge de mi ser es una gran indignación y enojo, me acerco a ellos hasta quedar frente a frente.


-¿Qué hace? Ellos son ogros y créame, no son agradables. -dice el capitán en un susurro intentando alejarme de los seres, pero yo sé suelto de su agarre.

-Así que ¡Ustedes pusieron la trampa! -digo con enojo y uno de ellos levanta una ceja con diversión, el otro le mira confundido.

-Nosotros la pusimos? -pregunta el de ojos verdes rascando su cabeza. El ogro de ojos azules le mira con irritación y le da un golpe en la cabeza.

-Nosotros pusimos la trampa ¿Tienes algún problema pequeñita? -me dice divertido, él es casi el doble de alto que yo, pero no estoy ni un poco intimidada por ello; me he enfrentado a la crueldad de los nazis, dudo mucho que exista algo que pueda intimidarme lo suficiente.

-¡Son unos inconscientes! Lo que hicieron es cruel. -les digo, el ogro de ojos verdes se entretiene con una mariposa que se posa en su mano, el de ojos azules baja su torso un poco para quedar a mi altura.

-Tienes mucho coraje en ese cuerpecito tan pequeño. -dice y toca mi cabeza con diversión, con un movimiento de su mano deja sentado mi cuerpo y se abre paso hacia el animal, el capitán me da una mano y antes de que pueda llegar a tomarlo me interpongo en su camino.

-No lo hagas. -le digo y el me mira con el ceño fruncido.

-Será mejor que te apartes del camino si no quieres cambiar lugar con él. -dice señalando al animal.

-¡Solo míralo por unos segundos! -le pido, él dirige su mirada hacia el pobre animal que tiembla y le miraba con miedo- Esta aterrado, está lastimado y es un indefenso. -le digo y él me mira.

-Son comida. -se excusa, más sin embargo sus ojos no me miran directamente, evita mirarme a los ojos.

-¿Solo porque tú eres más grande que él tienes el derecho a decidir sobre su destino? Es una criatura que respira, que come al igual que tú y sobre todo es una criatura que al igual que tú tiene una familia ¿Cómo te sentirías tú si estuvieses en su lugar? Sí la naturaleza no hubiese sido tan benevolente contigo y hubieras nacido siendo un ciervo creo que también estarías deseando una oportunidad de vivir. -le digo, él ogro baja su mirada con arrepentimiento.

-Ella tiene razón. -dice el de ojos verdes.

-¿Qué comeremos nosotros entonces? ¡Hace días que no comemos nada! Sabes cómo están las cosas en nuestra aldea, la maldición ha comenzado a afectar los huertos. -exclama él y su hermano de ojos verdes se encoge de hombros.

-Yo sé que las cosas por aquí no han estado de lo mejor, sé que es difícil sobrevivir cuando el reino está sumergido en esta oscuridad, créanme que yo sé de sobra lo que sienten -digo y coloco una de mis manos en cada brazo de los hermanos, el capitán mira con terror mi interacción física con los seres, más sin embargo ellos no me atacan- Pero que estemos rodeados de oscuridad no significa que vamos a sucumbir a ella y convertirnos en algo que no somos. -digo y ellos me miran.

-¿Cómo podrías entender? Es claro que no eres de por aquí, no sabes lo que está guerra está causando y mucho menos sabes todo lo que hemos perdido. -dice él con una mueca.

-Tienes razón, yo no pertenezco a este lugar, pero vengo del corazón de una guerra sanguinaria, he visto a miles de personas morir y también he visto desaparecer ciudades enteras por la ambición del hombre, también he pasado hambre, conozco la guerra, sé que se pierde mucho, yo misma he perdido más de lo que tú puedes imaginar, pero eso no ha cambiado mi interior ¡Aún pienso que hay bondad en las personas! Estoy segura de que hay bondad en ustedes también, solo deben seguir luchando sin perder el alma en el intento, es lo único que podemos hacer. -digo y ellos me miran con real lastima reflejada en sus ojos; al fin y al cabo, no somos tan diferentes como parece.

-Lamento que tu gente esté en guerra niña, nadie debería pasar por eso. -dice con sinceridad el ogro de ojos verdes.

-Les propongo un trato ¿Qué les parece si dejan ir al ciervo? Yo les prepararé una deliciosa cena sin necesidad de matar a un animal, además les enseñare a diferenciar entre lo que pueden consumir y lo que no. Nadie muere y todos podemos conocernos mejor. -digo con una sonrisa, ambos me sonríen de vuelta.

-Lamento mucho nuestra actitud, hemos sido segados por el hambre, pero tienes razón pequeña, gracias. -dice el de ojos azules.

-Bueno creo que deberíamos empezar a cocinar entonces. -digo y todos asienten con emoción, todos excepto un niño de ojos azules que me mira con enojo.

El capitán de acerca a los ogros y con la formalidad que le caracteriza les ofrece un saludo de mano, pero el de ojos verdes le abraza levantándole del suelo, una sonrisa se posa en mis labios, mi hermano se ha sentado en una raíz del gran sauce que está frente a nosotros. Su mirada y la mía se encuentran.

-¿Ya sabías de esto no es así? -pregunta y yo asiento lentamente.

-El capitán me lo ha dicho hace algunos días, he tenido que ver con mis propios ojos los horrores de este lugar. -digo y el solo me mira.

-¿Dónde estamos realmente? -pregunta.

-En el Reino Perdido de Arthegón. -digo y él me mira con incredulidad.

-¿Arthegón? ¿Cómo la inscripción en mi tren? - pregunta y yo asiento con mi cabeza.

-Así es hermano, no se mucho al respecto, pero sé que mis padres tenían conexión con este lugar, una de las entradas a este mundo está en Londres. -digo y él se levanta de la raíz para verme.

-Por eso mi madre te pidió viajar a Londres. -dice y empieza a caminar de un lado a otro- Ella quería que viniéramos aquí, pero ¿Por qué? -dice el hablando consigo mismo.

-Creo que mis padres no nos llevaban a Cracovia el día del incidente. -digo.

-Veníamos para aquí y seguramente ellos habían viajado días antes aquí donde mi padre pudo obtener la colección. -dice y con cuidado saca su tren. No soy la única que ve el tren con curiosidad, el capitán ha visto el tren y se acerca con rapidez.

-De dónde ha sacado eso? -pregunta con desconfianza.

-Fue el último regalo de mi padre. -dice mi hermano, el joven le mira con sorpresa y luego a mí. Se aleja sin decir más palabras y aquella actitud me desconcierta un poco más sin embargo no le tomo mucha importancia.

Comenzamos a rearmar el pequeño campamento, en el seno del sauce gigante, el capitán ha encendido el fuego esta vez, los ogros están sentados conversando en un lenguaje que no entiendo. Yo me he dedicado a cocinar, me pregunto ¿En que había quedado con mi hermano? Nuestra conversación no había sido la mejor, más sin embargo no me recriminó por el hecho de no decirle la verdad. Al terminar todos degustamos la comida que había preparado mientras conversábamos animadamente, bueno ellos lo hacen, yo me mantengo más taciturna mirando la interacción de los cuatro, solo digo algunas palabras de vez en cuando. Después de un rato nos damos cuenta que ellos no se han presentado; el ogro de ojos azules se llama Tincus y el de ojos verdes se llama Rango. Tincus me agradece por la merienda, había dicho que es mejor comer sopa de vegetales que comer carne de animales, al final ambos se habían encantado con el ciervo, le acariciaban a cada momento y decidieron adoptarlo como mascota.

Me alegre por ello ya que había hecho un gran cambio en aquellos ogros. Tiempo después Rango tomo con cuidado al ciervo entre sus brazos y junto a su hermano se fueron, no sin antes tener una conversación privada con el capitán, la cual no puedo entender por la lejanía en la que se encuentran. Mi hermano está contemplando su tren frente a las danzantes llamas del fuego, en un rápido movimiento arroja el tren a las llamas.

-¿Qué haces? -le grito y con rapidez saco el tren de las llamas, no con la suficiente rapidez para no quemarme, un grito sale de mis labios al sentir el conocido ardor en las palmas de mis manos, tomo mis manos e intento calmar el dolor, pero es inútil.

-Eliana. -dice él y yo no respondo, estoy demasiado concentrada en calmar el creciente ardor en las dos palmas de mis manos.

-¡Eliana! -vuelve a llamarme en un grito.

-¿Qué? -le digo con enojo.

-Mira. -dice con asombró. El tren no se había quemado, pero el color azul del barniz se había borrado, el tren había quedado de un color blanco, pero en él hay unas inscripciones, no son de algún lenguaje conocido para ninguno de los dos.

-¿Qué es esto? -digo y él se encoge de hombros.

-Yo creo que mis padres no eran quienes fingían ser, esto tal vez es un rompecabezas o un juego macabro donde a pesar de todo ellos tienen el control. -dice él con su mirada fija en las llamas, aún con el tren en la mano, yo muero del dolor por la quemadura de primer grado en mi mano.

-Quédate aquí iré al río a lavar mi mano, guarda bien ese tren. -le digo y él solo asiente con una mirada de culpabilidad, yo solo le dedico una sonrisa de comprensión y me alejo.

Me dirijo hacia el riachuelo que corre por el páramo, mi mano pulsa del dolor, no quise demostrarlo frente al él, pero no puedo más con el ardor, mis palmas están rojas, a lo lejos puedo ver el rio, no está muy oscuro por qué la luz de la luna brilla con intensidad hoy. Al estar frente al rio me siento sobre mis piernas y sumerjo mis manos en el agua, el alivio llega a mí, pero al momento de sacar mis manos el dolor vuelve más fuerte, las lágrimas salen de mis ojos, sumergí de nuevo mis manos, el dolor es insoportable y el alivio momentáneo. Una pequeña luz azul aparece frente a mí, parece una luciérnaga, pero las luciérnagas no son azules, la luz aumenta hasta que puedo ver un pequeño cuerpo de mujer en la luz, de piel tan blanca que parece traslucida, cabellos celestes brillantes y ojos castaños, su presencia desprende tanta pureza que parece una visión ¿Es una visión? Seguramente no, aun no logro acostumbrarme a esto de la "Magia" pero estoy segura que este ser frente a mi es real y también tengo la seguridad de que no es una presencia peligrosa.

La mujer en la luz agita su mano en un saludo y con una sonrisa se sumerge en las aguas ¿Qué había sido aquello? No tengo idea, pero una parte mía hubiese querido que la criatura se quedara por un rato más; tal vez ella tenía alguna de las muchas respuestas acerca de este lugar. Suelto un suspiro y muevo mis manos bajo el agua, entonces puedo ver que la criatura aún está aquí, bajo el agua solo puedo ver su brillo, pero su luz se hace más intensa, envolviendo mis manos, por alguna extraña razón no me siento aterrada por lo que está pasando en el agua, siento como un cosquilleo en mis manos envueltas por la luz brillante y celeste. Luego el alivio llega, la luz se desvanece lentamente del agua hasta solo quedar la pequeña bolita de luz que emana la mujer, ella sale del agua y puedo verla claramente, me sonríe y con un suave movimiento agita su mano, la luz disminuye hasta que solo puedo ver un pequeño punto de luz azul que se aleja. Saco mis manos del agua para ver mis palmas totalmente sanas, el dolor ha desaparecido, aquella criatura que se convertía en mujer me había sanado.

-Le agrada. -dice una voz en mi espalda, yo quito la mirada de mis manos para encontrarme con unos ojos ámbar.

-¿Qué era? -pregunto.

-Una ninfa marina. -dice él, me extiende su mano, yo la tomo y me ayuda a levantarme del césped. Su mano toma una de las mías y acaricia suavemente la palma, un escalofrío recorre mi espalda al sentir el suave tacto del joven.

-¿Por qué me ha sanado? -le pregunto.

-Las ninfas no olvidan. -dice él aún con su mano tomando la mía.

-Yo nunca he estado aquí antes. -digo.

-Eso no lo sabes. -dice el mirándome a los ojos.

Sus ojos son más hermosos que el cielo mismo, brillan con intensidad y yo me pierdo en ellos con facilidad, pero siempre hay algo más en esos ojos de huracán, siempre hay emociones ocultas, palabras sin coraje de salir de sus labios, pensamientos que danzan en la penumbra de los secretos, pero por extraño que parezca, esta noche sus ojos están despejados cuan cielo después de la tormenta, el color ámbar de sus ojos parece más claro sin la sombra de sus demonios; realmente preciosos.

Las luciérnagas de muchos colores salen de su escondite, danzan despreocupadamente alrededor de nosotros, los búhos acompañan con su canto a la armonía del silencio. El sonido del agua correr cuesta abajo encaja con maravillosa perfección junto al sonido de nuestras respiraciones, yo no puedo decir nada, mi garganta ha olvidado cómo hablar, tengo al joven de ojos ámbar muy cerca de mí, él no dice nada, solo me mira de una manera tan especial, tan única e intensa que no hay necesidad de decir nada, sus ojos me cuentan todos los secretos que alberga su alma, todas sus penas y sus miedos. Él no dice nada, pero yo puedo leerlo todo en sus ojos, al igual que él puede hacerlo en los míos; a veces las palabras solo estorban, a veces son innecesarias.

Una de sus manos sostiene mi mano, la otra se acerca a mi rostro, siento su sublime tacto, cierro mis ojos ante el leve contacto, sus manos son suaves, su caricia es temerosa, inexistente, arrasadora e intensa, sus caricias son suaves y dulces, cómo quien toca el pétalo de una flor, cómo quien con cuidado da pinceladas a un lienzo, abro mis ojos para toparme con los suyos, brillan incluso más que antes, brillan por mi -o por lo menos eso quiero creer-, mi corazón late acelerado.

-Capitán. -susurró.

-Andrew. -dice él con una sonrisa, por primera vez he visto su sonrisa, había visto cosas hermosas en mi vida, había visto la ciudad de Londres en el edificio más alto, había visto las montañas desde la distancia, había visto una estrella fugaz romper en el cielo, había visto la nieve caer en perfectos copos frente a mis ojos, pero nunca en mi vida había visto algo tan maravilloso, tan mágico y perfecto como su sonrisa. Quiero enmarcar su sonrisa en los confines de mi mente, en la alfombra roja de mis memorias, cómo la obra de arte más hermosa que ni el mismo dios del arte podría igualar.

-Andrew. -digo acariciando cada letra de su nombre y él me deleita de nuevo con su magnífica sonrisa.

Fin del capítulo

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