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Capítulo XV: El comienzo de la oscuridad
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Capítulo XV: El comienzo de la oscuridad

Flashback
Reino de las Floreas
Cuadrante del Otoño

Los cabellos castaños de la mujer ondean en el aire mientras corre, la luz de la luna alumbra su camino, el cielo es estrellado, voltea por momentos asegurando que nadie la siga, lamentablemente no se da cuenta de la sombra que la sigue a la distancia. Ella llega hasta un hermoso lago, se sienta en la orilla mientras su mente es un caos; ella sabe que no debe estar allí, sabe que es prohibido y que si alguien la descubre puede perderlo todo, se está arriesgando demasiado, lo sabe, más sin embargo poco le importa perder la corona si podía tener unos momentos con su amado ¿Quién puede contra el corazón? ¿Quién pueda con ímpetu desafiar los deseos más profundos? Si hasta el guerrero más habilidoso ha sido vencido por sus bajas pasiones, si hasta el corazón de la propia reina del invierno ha sido derretido por las cálidas caricias del amor, entonces ¿Quién era ella? Una simple mortal que no podía siquiera pensar en luchar contra tales poderes que están más allá de su control, lo único que puede hacer es entregarse por completo a la profana sensación de amor, al cálido sabor de los labios de su amado, a la pasión de sus cuerpos desnudos danzando en las aguas bajo la luna. Siente como un cuerpo se pega al suyo, la calidez la aborda mientras voltea para encontrarse con el dueño de los fuertes brazos que la envuelven. El hombre sin decir una palabra empieza a deshacer los nudos de su corsé. Ambos se desnudan sin decir una sola palabra, no hace falta decir nada; sus ojos lo dicen todo. Las aguas los abrazan, sus pieles se mojan del delicioso néctar húmedo del lago, mezclado con las sensaciones de estar juntos sin ropas que les prohíban amarse, sus rostros están cerca, sus respiraciones se fusionan, todo desaparece; el lugar donde están, las responsabilidades que ambos cargan, los miedos y temores, todo desaparece; solo quedan dos corazones erráticamente desesperados por amarse en silencio, solo quedan dos cuerpos que se desbordan deseo, solo dos almas que se vuelven una a la hora de amarse. Sus labios se tocan, tan sublime e irreal que la caricia parece imaginaria, las respiraciones se vuelven pesadas, sus ojos se cierran, sus cuerpos tiemblan de excitación, sus corazones laten al mismo tiempo, volviéndose un solo latido acelerado, sus labios se tocan, esta vez más necesitado, más desesperado, más pasional y como cada vez que se encuentran se dejan llevar por las emociones, se dejan consumir por las sensaciones y caen al abismo ciego del amor. Lástima que desde la distancia un par de ojos observa la escena con odio...

Flashback
Palacio Real Colingwood

Los pasos de la princesa son fuertes, camina en círculos con desesperación, su rostro adolescente luce afligido, su mente en una lucha interna entre si debía entrar o no, entre si debía decir lo que había visto o ignorar el hecho de que su hermana estaba profanando su título de princesa intimando con el enemigo. Abre la puerta fuertemente, ambos reyes le miran con sorpresa, ella camina con seguridad hasta estar frente a ambos padres. Ella traga en seco antes de hablar.

-Madre, Padre, tengo algo que decirles. - dice la muchacha rubia.

-Debe ser muy importante para entrar de esa manera a la cámara real. - dice su padre molesto.

-Emell tiene un amorío con el hombre del mundo prohibido. - suelta la muchacha, el hombre rubio la mira con sorpresa.

-¡Como te atreves a decir eso de tu hermana! - dice indignado el hombre de ojos azules.

-Emell jamás haría algo así. - dice la reina más calmada que su esposo.

-¡Debes estar mintiendo! -dice su padre, las lágrimas de la joven salen de sus ojos, su enojo crece ¿Sus propios progenitores diciéndole mentirosa? Eso sí que es inaceptable.

-¡Tan difícil es de creer que su hija perfecta haga algo incorrecto! - les grita la joven.

-¡Ella nunca haría eso! ¡Eso es algo que esperaríamos de ti! - le grita su padre, el rostro de la joven muestra rabia y asombro.

-¡Mauricio! -dice molesta la reina.

-¡Guardia avísele a la princesa Emell que la necesitamos inmediatamente en la cámara real! - dice el rey ignorando a su esposa y el guardia casi corre al escuchar el tono de enojo del hombre.

-¿Cómo puedes decir algo así? ¡Yo también soy su maldita hija! -le grita con rabia a su padre.

-¡Tú eres una maldita bastarda! ¡Yo solo tengo una hija! - le grita el hombre.

-¡Mauricio! -grita la reina, las lágrimas de la joven salen sin control.

-¿De qué está hablando? - cuestiona la princesa a su madre, quien tiene las lágrimas en sus mejillas y una mirada cargada de culpabilidad.

-Estoy diciendo la verdad, tú eres el fruto del adulterio de tu madre, te reconocí como hija para no ser el hazme reír del reino. -dice el hombre, la joven parpadea varias veces, intentando en vano procesar la información, pero en cierta parte todo comienza a tener sentido; todos los desprecios sin sentido de parte del rey ahora parecen tener bastante razón de ser. Él guardia entra con miedo a la estancia.

-Sus Majestades, la princesa no está en su recamara, solo estaba esto. - dice el hombre entregando una carta, ambos se paran para leer la carta juntos, sus caras se llenan de sorpresa al leer el contenido de esta.

-Se ha ido. - dice la reina.

-Perdimos a la heredera al trono. - dice el hombre rubio, sus ojos buscaron a la segunda descendiente al trono, él mira con disculpa a la segunda en la fila de descendencia.

-No solo perdieron una heredera al trono, perdieron dos. -dice ella con odio en su mirada mientras se da la vuelta para salir de la cámara.

-Hija por favor no te vayas. -le dice su madre, esta vez no sintió nada más que no fuese odio hacia ella.

-No te preocupes madre, esta no será la última vez que tú y yo nos veamos, reza por que la próxima vez sea en mejores situaciones. - dice con una macabra sonrisa antes de abandonar el palacio para no volver de nuevo.



Flashback
Reino de las Floreas
Palacio Real Colingwood

Gritos desgarradores y sumidos en terror puro, el olor a muerte que se extiende en las colonias es devastador, los rugidos de los lobos se escuchan en eco por cada rincón del reino, una mujer de hermoso rostro yace sentada en el trono de oro, de vestido rojo con falda amplia y alzada, con un escote de corazón, pero una fina tela dorada de encaje cubre de su cuello hasta sus brazos, sus mechones de cabello castaño están preso en un peinado que recoge cada hebra oscura, su pose es inquieta, sus ojos grises lucen desgastados y cansados. Ella suelta un suspiro melancólico mientras sus iodos captan los sangrientos sonidos del exterior. Su mente no deja de preguntarse ¿Qué he hecho mal? Un solo error la condeno, tal vez la maldad si se hereda después de todo, esa es la única explicación. Repasa toda su vida y puede tener la certeza de que jamás hizo algo que tornara a su hija en aquel monstro en el que se convirtió, mas no puede decir lo mismo de su esposo, Mauricio la hizo sufrir, muy en el fondo la reina sabe que su hija tiene razones de sobra para haberse convertido en el ser despiadado que es. Recuerda su infancia, Arleny siempre tuvo celos de su hermana mayor, siempre intento sobresalir más, recuerda las competencias entre ellas, Emell siempre las tomaba como juego, pero para Arleny, para ella siempre era algo más y cuando perdía ante su hermana se encerraba por días en su habitación, molesta por su derrota, no era buena perdedora, pero la reina jamás pensó que eso le afectaría en el futuro, pensaba que era cosas de niños; ella debió hacer algo, pero no lo hizo, sus responsabilidades como reina siempre fueron más importantes que "los disturbios infantiles de sus hijas" y que caro iba a pagar aquel error. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta siendo abierta fuertemente. La mujer que camina por la estancia lleva un vestido largo color azul oscuro sin mangas y con escote triangular, con guantes negros, una túnica rojo oscuro cubre sus brazos y parte de sus hombros y los broches de la misma son dos zafiros brillantes iguales al más grande que la propia ex princesa lleva colgando de su cuello con una cadena fina, sus rubios cabellos están desordenados y sueltos, no lleva zapatillas en sus pies, sino que camina descalza sobre el mármol pulido del piso, sus ojos grises son turbios, su sonrisa es macabra. La reina Katherine sin intimidarse ante la joven levanta su rostro de manera altiva, a pesar de que su hija fuese poderosa ella no se iba a doblegar así esos fueran sus últimos minutos de vida. Por las puertas traseras varios guardias reales salieron para defender a la reina. Un enorme lobo blanco camina detrás de la mujer rubia el cual gruñe salvaje, sus ojos -los que alguna vez eran color ámbar ahora eran de un color negro oscuro- solo muestran hostilidad y salvajismo. Los soldados corrieron para atacar a la mujer, ella truena sus dedos y el lobo entiende el llamado, el enorme animal salta hacia los hombres de uniforme matando a dos al instante, el animal no dejo que los hombres se acercaran a ella. Aunque uno de ellos logro hacerlo, está a punto de atravesarla con su espada, pero ella en un rápido movimiento tomo su cuello, sus ojos grises cambian a unos totalmente negros, no se distingue su iris siquiera, de sus labios sale un humo azul oscuro, el hombre abre su boca sin poder evitarlo. El humo entra por la boca abierta del hombre, el parece estarse ahogando, un dolor desgarrador atraviesa su cuerpo como miles de espadas incrustándose en cada parte de él, el aire cada vez es más escaso, siente como su masa muscular se contrae con cada minuto, siente como la sangre dejaba de circular en su cuerpo y como su corazón empieza a latir cada vez más lento, poco a poco su piel empieza a adoptar un color gris, su cuerpo empieza a ser absorbido por la mujer, los huesos de sus costillas y los de su rostro se marcan demasiado, el humo negro sale de los labios del hombre, enganchando consigo una luz dorada que se mueve constantemente intentando salir del agarre enganchado del humo, pero antes de que cualquier cosa pase el humo es atraído rápidamente al cuerpo de la mujer al igual que la luz, la cual al ser absorbida por ella hace que su cuerpo se cubra de un destello celeste por unos segundos haciendo ondear sus cabellos, pero el brillo desaparece al minuto, más sin embargo la mujer parece renovada y mucho más feliz que antes, la mujer rubia sonríe mientras tira el cuerpo del hombre al suelo ante la aterrada mirada de la reina. La mujer empieza a hacerse camino entre los hombres arrancando la vida de sus cuerpos, en poco tiempo todos los soldados están muertos en el suelo del castillo. La reina por fin se para de su trono para confrontar a su propia hija.

-Lourdes. - dice la reina.

-Sacerdotisa Arlethis para ti Katherine. -dice altanera con desprecio en su mirada.

-¿Por qué haces esto Arleny? -cuestiona la reina con tono triste.

-¿Qué no es obvio? Venganza. - dice con rencor soltando una risa maléfica.

-¡El pueblo de Arthegón no te ha hecho nada! - exclama la reina con enojo.

-Puede que ellos no, tú y mi padre lo hicieron y se de sobra que ustedes aman a Arthegón más que a sus propias vidas, patético si me lo preguntan... así que por ustedes el reino pagara, son los únicos culpables de todo esto. -dice con odio e ironía la sacerdotisa.

-¡Recapacita hija! Aun puedo darte un juicio justo, aun puedes rectificar tu camino. - le pide la reina con desespero, su hija solo ríe.

-¿Por qué quería rectificar mi camino?¡No me hagas reír Katherine! Jamás me he sentido más viva, la corona nunca me hubiera dado tanto poder. -dice la mujer extasiada.

-Te has convertido en un ser ambicioso, aun a pesar de todo sigues buscando más poder. - dice la mujer.

-¿Qué puedo decir? Una vez que conoces el real poder, no puedes parar, se convierte en una sensación adictiva ¿Sabes? Aunque bueno... que podrías saber tú, una patética reina de un mundo que se cae a pedazos -dice la rubia riendo.

-Jamás serás una reina legitima, mientras tu hermana respire. -dice la reina, el semblante de la mujer se transforma en odio puro, en un rápido movimiento tomo el cuello de la reina y lo apretó logrando que esta perdiera poco a poco la capacidad de respirar.

-No te preocupes por tu querida Emell, ya me he encargado de ella. -dice sonriendo, suelta a la reina que cae de bruces al suelo viendo con odio y miedo a su hija.

-¡Que le has hecho a mi hija! -grita la reina, la rubia sonríe mientras se agacha para quedar a la altura de su madre.

-Solo digamos que... ella y su amado no volverán a ver la luz del sol. - dice riendo.

-¡Eres un monstro! ¡Mientras los hijos de Emell vivan tu jamás ganaras! - grita la reina.

-No me preocupo por los niños, ellos jamás sabrán de la existencia de Arthegón y por si no sabes...una guerra exploto en el mundo de tus nietos, así que... no creo que duren mucho tiempo con vida ¿Cuántos años es que tiene la mayor? ¿Trece? -dice riendo, la reina mira con odio a su hija.

-Ellos sobrevivirán, ellos vendrán y van a derrotarte, ellos reinaran. -dice con convicción la reina, la mujer rubia se encoje de hombros sin interés.

-No te preocupes madre, no me interesa la corona de Arthegón, lo que me interesa es la ubicación de las seis llaves sagradas. - dice la rubia, ahora la reina es la que ríe haciendo enojar a la mujer rubia.

-Puedes ahorrarte las palabras Lourdes, jamás, escúchame muy bien ¡Jamás te diré dónde están! - dice la reina.

-Entonces morirás llevándote ese secreto a la otra vida. -dice con enojo, la reina sonríe.

-Pues que así sea. - dice la reina aceptando su destino con honor.

Fin del capítulo

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Silvia Rosales
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