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Capítulo XI: Viviendo con el enemigo
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Capítulo XI: Viviendo con el enemigo

Flashback

Turingia, Alemania

29 de mayo de 1940

Habíamos entrado a la boca del tigre, tenía tanto miedo de esta ciudad, caminaba entre el enemigo, en las calles madres de los nazis, en la ciudad anterior; había robado unos ropajes decentes para pasar desapercibidos, yo había entrado a trabajar con una señora llamada Belga en una cafetería, le habíamos hecho creer a la mujer que éramos mudos, que habíamos nacido ambos con discapacidad de habla, ella se apiado de nosotros y me dio trabajo; llevo más de dos meses trabajando para ella, el trabajo es duro, es una de las cafeterías más importantes de la ciudad, Belga jamás se quejó de mi trabajo, incluso con el paso de los días empezó a tomarle cariño a Jorge y a mí, nos dio un pequeño cuarto en el sótano de la cafetería, no es mucho y mucho menos es lujoso, pero es un techo donde estamos seguros, la mujer es una viuda solitaria que había perdido a su esposo en un trágico accidente de automovilístico, yo de verdad siento pena por ella, aunque me asusta demasiado escucharla hablar en cierto sentido; solo he tenido malas experiencias con el idioma alemán, el cual he aprendido a entender en estos dos meses. Hoy es un día especialmente traumático para mí; Belga ha alquilado la cafetería para una actividad de los soldados nazis, quienes están apareciendo frente a mí con sus trajes, desde que mis padres murieron no los había visto, no por lo menos frente a frente. Mis piernas tiemblan mientras veo la interacción de ellos con los suyos; sonríen como si no tuvieran muertes que pesen en sus conciencias. No puedo evitar pensar que si ellos se enteraran de que soy medio judía me matarían sin piedad al igual que a mi hermano. Aquellos pensamientos negativos me tienen más paranoica, desecho los malos pensamientos, ellos no sospechan nada, ni siquiera me ponen un ápice de atención cuando les voy a atender, lo cual agradezco ¡Todo va a estar bien! Debe estar bien. Empiezo a llevar los platos de comida a los soldados con cautela; no quiero derramar algo y ganarme la atención de los hombres, suficiente tengo con mi propia mente. Me tranquilizo notoriamente, nada malo va a pasar.

-¿Cuál es tu nombre? -escucho al hombre hablarme, mi corazón salta del miedo al ver de qué manera me habla el hombre, al igual que su mirada recorre mi cuerpo con descaro. Yo no contesto, si lo hago me voy a condenar y a mi hermano también, pero si me quedo en silencio también me va a ir mal. El hombre rubio frunce el ceño al no tener respuesta de mi parte. El hombre se cruza de brazos y habla de nuevo pero esta vez de manera más fuerte.

-¿No has escuchado? Te preguntado tu nombre. - dice el soldado de manera intimidante.

Yo no respondo de nuevo. Solamente hago una leve negación con la cabeza. El enfurece y se levanta rápidamente de la silla, su mirada me aterra, intento alejarme, pero el hombre me toma de un brazo fuertemente provocando que los sollozos salgan instantáneamente.

-Dime tu maldito nombre. -exige con fuerza mientras me jala fuertemente del brazo, todos los demás miran la escena divertidos. Yo solo lloro aún más fuerte.

-Voy a enseñarte a respetar a tus superiores. - dice el hombre mientras se deshace su cinturón con la mano libre, mi corazón salta de miedo al verlo con el cinturón en su mano y su mirada furiosa en mí, el hombre está a punto de golpearme fuertemente, yo cierro los ojos esperando el abrupto golpe del hombre, pero esto no paso, una voz lo hace detenerse;

-¡Capitán Oskum ella es muda! -le dice con molestia Belga. El hombre me mira nuevamente ahora con pena y me suelta lentamente, el lugar donde él me había tomado fuertemente está rojo por la fuerza del agarre. Yo no espere nada más, estoy demasiado traumada, solo corro hasta salir de allí, puedo escuchar cono Belga le reñía por haber maltratado a su empleada discapacitada. Yo solo llegue a la habitación donde mi hermano estaba entretenido con sus juguetes, yo no pude contener los sollozos que salían de mi pecho, el niño solo me abrazo fuertemente, ambos estuvimos abrazados por mucho rato, hasta que escuche la puerta abrirse lentamente, seguramente es Belga para asegurarse de que este bien, pero no es así; cuando veo al hombre de uniforme acercarse a nosotros, por instinto tomo a mi hermano y lo coloco detrás de mí para protegerle, puedo ser débil y delgada, pero podría herir fuertemente al hombre si intentase algo contra mi pequeño, de eso no tengo duda. Él levanta sus manos en señal de paz, yo lo miro desconfiada.

-No voy a lastimarte. -dice el, yo hago un gesto incrédulo mientras veo mi brazo rojo y él se corrige;

-No voy a lastimarte de nuevo, Belga me ha contado tu historia, me dijo que ambos nacieron sin poder hablar, me comento también que son huérfanos, de verdad quiero darle mis más sinceras disculpas por la forma en que me comporte allá abajo. -dice el hombre, se mira arrepentido sinceramente, claro; si supiera que está disculpándose con una judía seguramente se mataba a el mismo luego de matarme a mí. Yo solo asiento dándole a entender que acepto sus disculpas, lo único que quiero es que se fuera de nuestro ático, no quiero verlo más.

-Si hay algo que pueda hacer por ustedes hágamelo saber. -dice el hombre, un foco se enciende en mi mente, hay un tren que pasa por la ciudad de Hesse hasta llegar a Westfalia, el boleto es demasiado caro, no puedo pagar algo así, ni siquiera los más baratos, además que necesito un documento de identificación alemana para poder obtenerlo, lo que gano es demasiado poco para poder costearlos, pero el sí que puede pagarlos y me lo debe por el mal rato que me hizo pasar allá abajo, me odio por tener que pedirle algo a un nazi, pero necesito estar fuera de Alemania lo más pronto posible. Yo saque de mi mochila un panfleto del tren, con los horarios y rutas, la ruta que yo deseaba estaba resaltada. Yo se la entregó a él.

-¿Quieres dos boletos para Westfalia? Dalo por hecho; tendrás los boletos más caros del tren, pero puedo preguntar ¿Por qué quieres viajar tan lejos? - pregunta el. Yo coloco una mano en mi barbilla pensando en cómo decirle algo convincente y peor aún como hacer que me entendiera. Tome a mi hermano, lo señalo y luego me señalo a mí misma, hago un ademan entre él y yo.

-Tienes familia en Westfalia. -dice y yo asiento eufórica.

Flashback

Renania del Norte-Westfalia

11 de septiembre de 1940

Caminamos entre los árboles del bosque, llevamos días sin comer, lamento tanto que Jorge este viviendo esto, mi pequeño hermano no merece todo lo que estamos pasando. En la profundidad del bosque podemos ver a la distancia una enorme edificación antigua, ambos empezamos a correr para llegar a la casa, desde hace cuatro días que no comemos nada, ambos estamos hambrientos y cansados de caminar. Cuando estamos cerca puedo ver a unas mujeres vestidas con uniformes, inmediatamente detengo mi caminar al igual que mi hermano. Caminamos con cautela hasta llegar a la parte trasera de la casa, con suerte habrá una puerta que conecte a la cocina y esté abierta, con cautela empezamos a caminar entre el campo llenos de gallinas hasta llegar a la puerta; la suerte nos sonríe esta vez, al entrar no hay nadie allí a excepción de nosotros. En la estufa hay una olla con un guisado, ni siquiera pensé antes de bajar la olla al suelo para que Jorge pudiera comer también, me pongo de rodillas y empiezo a devorar la comida junto con mi hermano, la comida es la más deliciosa que he probado, tal vez lo siento así por el hecho de que hace días que no pruebo bocado, tan entretenida estoy con el sabor que no me di cuenta que una niña nos mira con detenimiento y sorpresa; ella mira con atención como devoramos la comida, yo al verla me asusto, mi hermano también deja de comer para verla; ella es de cabello rubio, ojos azules y piel pálida. Se escuchan unas voces de mujeres mayores, pensé que ella iba a gritar y delatarnos, pero no fue así; al contrario, la niña abre sus ojos con miedo, nos hace un asentimiento con la cabeza y sale corriendo por la puerta trasera. Mi hermano y yo salimos rápidamente de allí antes de que nos vean, ambos seguimos a la niña que no pasa de doce años, ella se adentra al bosque, no sé qué tan buena idea sea seguirla, pero en estos momentos no tengo más opción que hacerlo, llegamos a una pequeña cabaña vieja de madera, las hierbas alrededor están crecidas, la ubicación de la cabaña es muy escondida. Ella entra a la cabaña seguida de nosotros. Adentro hay un pequeño lecho con muchas sabanas, varios juguetes y una mesa de madera. La niña nos mira con una sonrisa.

-Este es mi escondite secreto, nadie los encontrara aquí, mi nombre es Minia. -dice ella.

-¿Por qué nos ayudas Minia? -le pregunto a la niña, con la poca fluidez que tengo en el idioma, al parecer lo dije bien porque ella sonríe con timidez.

-Es que no tengo a nadie con quien jugar...la mansión a menudo se mantiene solitaria y...es la primera vez que conozco chicos de mi edad, les propongo algo; yo les traeré comida si juegan conmigo. - dice la niña, yo trato de formular la oración correcta para decirle, pero realmente me quedo en blanco por unos minutos, le dedico una mirada a Jorge quien solamente se encoje de hombros.

-Está bien, pero debes dejarnos ir cuando estemos listos. -le digo y ella asiente feliz.

-Yo les ayudare a irse cuando quieran hacerlo. - dice ella y extiende su mano hacia mí, yo la tomo con una sonrisa; después de todo tal vez si tenemos suerte.

Fin del capítulo

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Silvia Rosales
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