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Capítulo XIII: Maldad en el agua
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Capítulo XIII: Maldad en el agua

22 de diciembre de 1945

Reino de Arthegón

Desperté con un nudo en mi garganta; aun no amanece, pero mi mente no deja de martirizarme con los recuerdos, me levanto con pesadez y me recibe el frio de los tablones de madera al chocar con mis pies descalzos, bajo las escaleras, el cielo gris me saluda, tal vez porque aún no sale el sol o tal vez porque sería un día lluvioso. No me importa en absoluto perder un día más de viaje, lo único que me importa es que nadie me vea llorar; nadie me puede ver así de débil, en especial Jorge. Mi mente reproduce los recuerdos, una y otra vez, como un disco rayado. Los aniversarios anteriores no lo sentí demasiado; tenía más preocupaciones que me distraían del dolor; el trabajo, los estudios de Jorge o simplemente la necesidad de sobrevivir, pero este año no es el más ocupado, este es el año en el que hubiese enfrentado el dolor de nuevo al llegar a Varsovia, al ver los escombros de la ciudad donde una vez fui feliz, la cuidad que tuvo mis primeros llantos, mis primeros pasos, mis primeras sonrisas, mis primeras lágrimas, mis primeros secretos, mis primeros recuerdos, la ciudad donde vi a mis padres por última vez; donde compartí el ultimo desayuno con mi familia, donde vi por última vez la sonrisa de mi padre y la última vez que mi madre me despertó por las mañanas, también el lugar donde empezó mi infierno; me culpo por todo lo que paso; tal vez... si hubiese sido más inteligente mis padres aun seguirían vivos; tal vez si me hubiera negado a irme ellos habrían ido con nosotros, tal vez si hubiera hecho un capricho esa mañana en medio del desayuno mis padres habrían cancelado el viaje; pero el "Hubiera" no existe y el "Tal vez" tampoco, solo existe el presente, solo existe la inminente verdad, todas las noches son un infierno cuando la cruda realidad me azota el pensamiento; yo estoy viva y ellos no y yo tengo la culpa de su muerte. Al principio culpaba a los nazis, los odiaba por dejarme huérfana, culpaba a la guerra por todas las heridas que le causo a mi vida, pero con el tiempo entendí que ellos no tenían la culpa; los nazis solo seguían órdenes y la guerra solo seguía su curso y no necesariamente todo paso para castigar a mi familia, porque no fui la única que sufrió horrores, no fui la única lastimada y darme cuenta de eso fue lo más doloroso porque entendí que; la única a la que debía odiar y culpar era a mí misma por haber sido tan débil.

Corrí demasiado mientras los pensamientos no me dejan tranquila. No fui consciente de la lluvia que caía en enormes cantidades mojando por completo mi cuerpo, tampoco sabía que camino había tomado, pero ahora está frente a mí una laguna, los sentimientos negativos los cuales mantengo guardados salen hundiéndome en la miseria, mis rodillas tiemblan pero no estoy segura si es por el frio, por lo mucho que seguramente corrí inconscientemente o por las muchas emociones que estoy experimentando, no sé cuánto tiempo llevo aquí, la lluvia no disminuye, yo solo estoy parada, inerte sin movimiento alguno, mi vista es borrosa, solo puedo ver el leve mover del agua, los sonidos de la lluvia al impactar en las olas de la laguna, mismas gotas que se mezclan con mis propias lágrimas. Mis ojos se pierden en el mover del agua, mi reflejo se pierde por el movimiento, solo se ve un despojo, una sombra de mi silueta, pero eso cambia, la imagen de mis padres aparece frente a mi flotando en las aguas de la laguna, sus ojos no reflejan el amor y cariño que recordaba, al contrario, me ven con desprecio, sus miradas están llenas de odio hacia mí. Casi al segundo el reflejo de las aguas se materializa hasta que frente a mis ojos tengo una versión bizarra de mis padres, pero su piel parece traslucida, como si fuesen fantasmas que se revelan ante mí. Ambos me miran con odio y sus siluetas sobrevuelan las aguas.

-Tu nos mataste. -escucho como me dice mi madre con desprecio mientras ellos se acercan lentamente a mí, pero no es la voz angelical y cálida que recuerdo; sino una voz fría, con eco y fantasmal que hace eco por todo el lugar, yo los miro paralizada, con el nudo en la garganta impidiéndome respirar correctamente.

-Eres una pésima hija, la peor hermana. -dice ahora mi padre.

-Aborrezco el día en que naciste, eres un error. -dice mi madre frente a mí, mis sollozos son cada vez más fuertes. Ella se acerca y acaricia mi mejilla mientras me dice esas hirientes palabras, su toque es gélido.

-Tu hermano va a darse cuenta de lo que eres en realidad y te odiara como nosotros te odiamos hasta nuestro último respiro. -dice mi madre mientras da un suave golecito en mi hombro, su toque es tan frío que pareciera que su piel parece un tempano de hielo.

-¡Jamás serás feliz! -grita mi madre.

-¡Mírate! ¡Das pena! -decía mi padre.

-¡Eres despreciable! -susurra mi madre con asco.

-¡Eres un error! -grita mi padre.

-¡Eres un error! -ahora es la voz de mi madre.

-Eres un maldito error! -gritan ambos fuertemente, yo solo lloro con fuerza mientras veo sus rostros llenos de odio.

-¡Un error! -gritan ellos.

-¡Un error! -los gritos hacen que mis oídos duelan, tapo mis orejas, pero cuando llevo mi mano hacia ellas siento algo mojado escurrir de mi lóbulo, al ver mis dedos me doy cuenta que es sangre; mis oídos sangran, sus gritos más intensos y dolorosos y sus voces cambian a un tono agudo y tenebroso.

-¡Error! -estoy en un trance entre sus gritos y sus miradas de odio, cierro mis ojos y tapo con fuerza mis oídos, pero me es imposible mantener la cordura.

-¡SOY UN ERROR! -grito con odio, mis rodillas no lo soportan más, caigo de bruces al suelo, los gritos desgarradores desaparecen, pero me mantengo en un trance, me lanzo al suelo en posición fetal mientras mis brazos rodean mi cabeza, solo llorando fuertemente mientras repito esa pequeña frase con dolor, mis uñas se clavan en mis brazos, el dolor físico no es nada comparado con el dolor emocional, jamás había tenido el tiempo suficiente para lamentarme o llorar por la muerte de mis padres, aunque me culpaba cada noche por ello, estaba demasiado ocupada intentando sobrevivir, trabajando o siendo un buen ejemplo para Jorge.

Veo como las gotas de sangre escurren de mis brazos, siento como unas cálidas manos toman las mías deshaciendo mis agarre en la piel blanda de mis brazos, las heridas arden, pero no me importa, escucho como me hablan, ni siquiera soy capaz de levantar la cabeza para ver a la persona que se encuentra frente a mí, no soy digna de nada, lo único que merezco es la muerte por dejar a mis padres, por haberlos matado, yo soy una asesina, una asquerosa asesina que mato a sus propios padres, no merezco el cariño o compasión de alguien más, unos brazos fuertes me sostienen, yo no puedo dejar de odiarme a mí misma como mis padres lo hacen.

Me siento fuera de sí, encerrada en el dolor, ajena de la realidad que me rodea, lo único que existe para mí en estos momentos es el dolor, los gritos de mis padres, la culpabilidad y el auto odio del que soy presa, el dolor de mis heridas me es irrelevante y pareciera que estoy en otro mundo, un mundo donde lo único que me importa es sacar todas las emociones negativas, desahogarme conmigo misma; soy presa de un ataque severo de ansiedad.

La voz de la persona que me abraza es lejana, solo puedo escuchar el sonido de la lluvia mezclado con mis susurros rotos. Siento la suave caricia en mi espalda, de alguna manera me tranquiliza bastante su toque, como si aquella persona estuviese actuando como mi cable con la realidad, me siento menos aturdida, mi cuerpo se siente pesado, seguramente salir corriendo como loca sin haber comido nada y estar debajo de la lluvia por horas no ayuda a mi estado actual, lentamente regreso en si después de mi ataque de ansiedad, la voz es más clara y ahora soy un poco más consciente de lo que pasa.

Mis pulmones olvidan como respirar cuando mi nariz capta una deliciosa esencia; una mezcla de naturaleza con el leve toque de rosas y a lo lejos loción masculina formando un olor formidablemente delicioso, un olor que es meramente conocido para mi nariz y lo cual me despierta completamente después de mi ataque de inconsciencia.

La persona me carga y allí entonces puedo ver el semblante preocupado del Capitán Aldridge, sus piel canela brilla por las gotas de agua que caen en su rostro, sus ojos ámbar me miran con una mezcolanza de sentimientos que no puedo descifrar, así como tampoco entiendo la cálida sensación que se forma en mi pecho ante su mirada, la lluvia ahora cae como una fina cortina de agua, las luciérnagas salen de su escondite, el leve cantar de los pájaros se escucha a la distancia, su rostro está cerca del mío, tan cerca que puedo ver las pinceladas verdes en sus ojos, tan cerca que su respiración y la mía se mezclan, tan cerca que puedo rozar el cielo de sus labios, el paraíso de su boca, pero tan lejos a la vez.

Su cabello oscuro está totalmente empapado y desordenado, su aspecto es desalineado, su pose intranquila, nada comparado al hombre que conocí el primer día; con el impecable traje y peinado perfecto. Pero aun así es una obra de arte, ahora más que antes; ahora solo es Andrew, un joven que como yo está atormentado por la culpa, eso es lo que sus ojos me dejaron ver, su alma agonizando de dolor, sin nadie, en completa soledad, sin nada por que luchar o seguir viviendo, nos miramos fijamente, no de manera coqueta si no de manera sensorial; como si con esa mirada estuviese acariciando mi alma, abrazando mi dolor, calmando mi angustia. Él conoce mi sufrimiento porque él se siente de la misma manera, él tiene la misma carga que yo, pero al mismo tiempo él me transmite toda la tranquilidad que necesito, me hace sentir protegida, me hace sentir comprendida, una sensación que hasta hoy no había experimentado en mi corta vida. Con la vista de su exquisito rostro caí en inconsciencia.

*.*

Andrew

No lo entiendo; no debería sentir esto. En la mañana me encontraba ayudando a Colín con algunas tareas cuando vi al Joven Jorge correr hacia mí, con un semblante preocupado. Hablo tan rápido que apenas pude entender la idea principal de lo que estaba diciendo; la señorita Eliana no aparecía por ningún lado. Una horrible sensación me a bordo, ni siquiera puedo explicar cómo me sentí con la simple posibilidad de que algo malo le hubiese pasado, ella no lo sabe, pero hay personas que nos siguen desde cerca, me di cuenta hace poco y he estado más en guardia últimamente por eso. Hace algunos días atrás había estado a punto de cometer un grave error; ese día que Phaos apareció en el campamento, si el joven Jorge no hubiese gritado ¿La habría besado? Es una interrogante que me inquieta por las noches, seguramente lo habría hecho; estábamos tan cerca que podía sentir su respiración acomodada con la mía. Estoy comenzando a sentir demasiadas cosas por ella en tan poco tiempo y eso me aterra; desde hace mucho tiempo me exigí no sentir nada más por nadie, contuve mis emociones en una caja de metal, pero con ella; cada vez se me hace más difícil mantenerme al margen de ella. Pero hay muchas cosas que me hacen alejarme de ella, pero todas esas razones no parecen tener sentido cuando sus ojos azules me miran; todo desaparece cuando ella me sonríe; incluso el dolor de mi pasado se cura con su presencia, pero no merezco sentirme de esa manera; merezco el dolor y el sufrimiento que cargo en mis hombros, sin embargo, si ella resulta herida de alguna manera; no podría vivir con eso en mi consciencia, en especial porque yo soy el encargado de su protección.

Suspiro pesadamente mientras me acerco a Phaos, quien se encuentra inquieto al lado del lago, su mirada se dirige hacia mí y hace una pequeña reverencia, yo entiendo su petición, me subo a su espalda, él sin perder él se eleva en el aire para comenzar la búsqueda de la señorita Eliana.

El clima había estado lluvioso toda la mañana, pero ahora mismo la lluvia ha desaparecido y el sol sale levemente entre las nubes gris de tormenta. Phaos primero sobrevuela los límites del bosque oscuro; temiendo que erróneamente la señorita Eliana haya llegado allí, pero no hay nada, después seguimos por el camino hacia el castillo, pero tampoco hay rastro de ella, unas tres horas después Phaos necesita agua y un leve descanso, buscamos un cuerpo de agua cercano, al encontrarlo puedo ver algo inusual; sílfides de agua; ambas frente a una persona que conozco muy bien.

Phaos se da cuenta rápidamente de eso y rápidamente aterriza a unos metros de ella; Eliana esta presa de una maldición de esas criaturas marinas; sus ojos son de un color celeste claro que asemeja el blanco, ella repite algunas palabras en lenguaje sílfide mientras camina hacia el agua; esas criaturas tornan las peores culpas o pesadillas de las personas en realidad, cuando la persona ya cedió ante ellas, sin darse cuenta estas le arrastran hasta el agua, donde las ahogan.

Yo corro hacia Eliana rápidamente, al tocarla el control de las sílfides desaparece y ella cae en mis brazos, pero sigue presa de la alucinación, sus ojos aún tienen ese color.

-Señorita Eliana, por favor escuche mi voz. -le digo, pero ella sigue repitiendo las mismas palabras.

-Escuche mi voz, por favor, reaccione. -digo desesperado, ella se aferra a mi cuerpo y sus ojos me miran.

-Por favor Eliana, no puedo perderla. -le digo en un susurro. Ella cierra sus ojos y al abrirlos nuevamente veo ese azul eléctrico de sus ojos, pero su mirada es triste y llena de dolor, las lágrimas comienzan a salir de sus ojos. Yo solo la estrecho en mis brazos y ella se aferra a mí; como si haciéndolo su dolor desaparecería, entiendo el sentimiento.

Me duele verla de esa manera; una persona como ella no debería estar tan destrozada ¿Qué tan difícil debió ser su vida para que alguien tan joven guarde tanto dolor? No lo sé, pero ver su dolor reflejado en cada sollozo hace que mi corazón duela; me gusta verla feliz, me encanta verla molesta, pero odio verla destrozada.

Por un momento dejo que las dudas desaparezcan y cierro mis ojos disfrutando del calor de su cuerpo, de su lenta respiración, de la sensación cálida en mi pecho cuando la tengo en mis brazos. Cuando me alejo de ella; me encuentro que ella yace dormida, sonrió al verla plácidamente dormida; me provoca paz verla así; tranquila.

Fin del capítulo

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Silvia Rosales
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