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El viaje continuo de problemas. El grupo se separa. El túnel y la mujer araña. - PARTE 2
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El viaje continuo de problemas. El grupo se separa. El túnel y la mujer araña. - PARTE 2

- ¿Así que capitán? – Se pregunta Hartman. –



- No me extraña – Comenta Manni – Pelea muy bien, tanto con las manos como con la armas – Tiene una técnica desconocida. –









- Si, jamás la había visto – Explica Hartman. – Es claro que es un soldado, y como todo soldado debe ser reservado en muchos aspectos, incluso no me parece singular, que su mente juegue con los recuerdos de guerra. –



Cleo se establece mirando a Hermes con preocupación, intentando ceder algunas palabras para él. Hermes de alguna manera era parte de ella. Estaban en pleno viaje, pero Cleo sentía algo desconocido que podía ser más que una simple manifestación de deseos, o cariños, y estaba comenzando a nacer.



- ¿Y Por qué lo dices? – Le pregunta a Hartman. –



- Porque soy un soldado como él. Y sé lo que debe tener dentro de su corazón guardado, sin poder decirle a nadie lo que esconde allí. -



En cuanto Hermes escuchaba las voces de su grupo estaba atento al paso lento por la senda. Un polvillo se levantó cubriendo su rostro, luego en el abrir y cerrar de ojos, un camino de hormigas negras se iba desplazando en línea recta.



La imagen en Hermes fue latente, con su casco de combate y su bayoneta todos los soldados rasos empezaron su recorrida por un desfiladero. Iban agrupados en filas de dos como los hastatis romanos. Un compañero de él, Jhonny estaba armando un cigarrillo, lo miró para ofrecerle, esa fuera su última mirada cuando la granada cayó delante del grupo, y comenzó la balacera. Jhonny se desplomaba en el suelo, pero no dejaba de mirar a Hermes. El aserrín del tabaco cubría parte de su pecho que escupía sangre.



- Ese día me había quedado al lado de Jhonny, y él ya estaba muerto. Intente reanimarlo. – Vamos amigo le dije, pero era inútil. Luego el alarido de mi compañero Jaime, que venía hacia mí y me tomaba el brazo para llevarme a un lugar seguro. Jhonny seguía allí mirándome sin vida. Jaime fue grande al salvarme ese día. Así era nuestro grupo, nos protegíamos del enemigo, como los hermanos se protegen en ese mundo. Quisiera saber si algo de ello vale la pena. Jaime, nos dejó al mes, como muchos que se iban









retirando del mundo que conocemos para ir a otro que algún día iremos. Es mejor inventarse una esperanza para sobrevivir dicen las heridas.



- Hermes, debes entender que no estás solo – Le dice la voz de esa dama, con el nombre de Leticia.



- Tu estas allí, siempre intentando que no desaparezca mi alma, pero déjala, no tiene remedio alguno.



- Todos tenemos remedio. Debes vivir



- ¿Para qué sirve ello?



- Para que un ser no sufra, como sufrí yo por ti. –



- ¡¿Alguien?!



- Phileas, hay ojos que te observan muy cerca. Debes saber que alguien siempre estará allí para ti.



- Tú hacías todo fácil. –



- Lo hacíamos fácil. Hermes. Lo hacíamos.







Hermes dejó de mirar esas hormigas, en cuanto la voz que lo acompañaba se retiraba, y continuó avanzando. Sus nuevos compañeros seguían platicando sobre el asunto.



- ¡Parece que va llover! - Dice Hermes – Espero no sea como la última vez – No deseo correr contra nadie. - Las nubes se amontonaban en el cielo. Hermes tomó su cantimplora y bebió un poco de agua. Estaba caliente, por el calor constante que se estaba propagando. La humedad de todo ese ecosistema lo estaba trastornando.



- ¡Hermes! ¿Por qué no vienes aquí con nosotros, y descansas?



- No es problema Cleo, puedo resistir.



- ¡Pero Hermes! Debes parar un poco. –



- Ya te dije, estoy acostumbrado a ello. He caminado leguas, si vieras mis pies llenos de cayos y juanetes sabrías lo que digo









- ¿Has caminado mucho soldado? – Pregunta Hartman que se acerca a él a caballo. –



- Lo suficiente para sobrevivir a todo lo que se cerque a mí. –



- Haces bien, pero no hay nada mejor que un corcel. Ellos nunca te dejan



- De donde vengo, son necesarios, pero no tanto. Hay otro tipo de elementos. A mí me gusta más el aire



- ¿El aire? ¿Te refieres a un ave?





Hermes no sabía cómo explicarle, lo que un avión podría producir. –





- Digamos que un aparato me lleva por los cielos.



- Parece interesante ¿Y qué tal es el cielo?- Con curiosidad pregunta Hartman



- Es como ver a Dios, hablar con las nubes. Colarse con las aves y seguirlas y las más hermoso es saber que el mundo está a tus pies, y tú lo miras con júbilo en cuanto el viento golpea tu rosto y te saluda con un beso de mujer.



Hermes se imaginó en su biplano, un día de primavera llevando a su mujer. En el campo de flores el pasaba a gran velocidad, y Leticia levantaba las manos gritando soy libre. Los pétalos se esfumaban y flotaban con la propulsión del viento y todos parecía una bella lluvia de flores. Phileas sonrió por ese momento, Hartman no quiso interrumpir su pensamiento lacónico pero sentimental al final de cuentas. Esta vez Cleo, tenía las manos en las riendas de los caballos, se turnaban con Mac, y Manni anotaba algunas directivas de viaje. Hermes también hacia lo mismo pues poseía un diario guardado en su chaqueta con un bolígrafo, en el cual tomaba nota de los que sus ojos tocaban, lo que sus manos oían, y lo que sus oídos palpaban. Phileas aprendió que todos los sentidos sirven para decretar que si faltase alguno el otro lo ayudaría. Todos deben saber hacer todo, sin depender de nadie. Así también veía la vida Hermes. Esa era la manera de llevar todo el peso.



- Parece extraño, pero estos lugares me están agotando. Es siempre la misma



vegetación – Delibera Hermes. - Algo incomprensible, hasta que se acaba de comprender ante los ojos. -









- Es que todas las zonas a las cuales hemos estado viajando son bosques, montañas, y cerros. Azarea es una región de desiertos. Son muy diferentes a la ciudad de Tocasicha. -



- Si, hasta el momento. Tu hogar es un lugar lujoso para vivir.



- La zona del sur del continente de murias siempre ha sido la más beneficiosa.



- Aunque no lo creas Hermes. Todas las demás ciudades fueron en su esplendor grande urbes, luego de que vino Drake se terminó todo. Mejor dicho determinó



- Es una pena. Las guerras no dejan más que miseria y muerte en todo el mundo. Aquí, o en otro mundo siempre será igual.



- Es inevitable que las mismas no se gesten.



- Es inevitable en las personas que buscan poder. -



- ¡A veces el poder es necesario!



- ¿Para qué? ¿Cuántas muertes valen una pisca de poder?





Hartman no supo que responder, y se mantuvo en silencio, sin emitir alguna palabra en su permiso por no tener claro ello.



En medio del camino una persona estaba esperando. Se veía como la inmaculada figura de una mujer delgada de baja estatura parada cerca del poste de una caña gruesa que sostenía su peso. Ella estaba colocada a la izquierda, mirando a la derecha. Estaba silbando una canción, una melodía que parecía ser conocida de Hermes. Estaban a diez metros de esa mujer. Hartman, lo miró a Hermes, para que parasen y no prosiguieran, él, iría a verificar primero para cerciorarse de que todo estaba bien, y que no habría peligro alguno con esa dama misteriosa. Que estaba vestida de negro. Cleo se preguntó ¿Quién sería? De inmediato se acercó Mac y luego Manni.



- ¿Quién puede ser? – Pregunta Mac. –



- No lo sé, pero quédense ahí por precaución – Dijo Hermes dudando – Hartman irá a verificar. -















Hartman se acercó a ella. La dama con una mirada parsimoniosa silbaba al horizonte una melodía triste de la cual las aves se encatusaban. Los arbustos se movían conforme el movimiento del sonido. Así como si dominara las fuerzas de la naturaleza con ello. El hombre la observó, pero su caballo se detuvo a unos metros. No deseaba avanzar. Ella seguía con su bello canto cual sirena. Se mantenía apoyada con sus dos manos atrás entre la caña y su cintura, hasta que volteó la mirada a él, y dejó su música en silencio. El entorno se calmó totalmente. La tierra estaba calma; llana, y sin complicaciones, en el camino en los cuales en su contorno había una totalidad de cañas y arbustos de hoja grande que guardaban diminutos lagos de agua de la lluvia. Agua estancada que contenía un nimio espacio de vida con renacuajos que estaban en su etapa de ninfa.





-Buenos días – Cumplimenta – Espero no ser una interrupción.





-Buenos días – Saluda sin mucho entusiasmo Hartman.





-Disculpe la intromisión. Estoy aquí de paso. Tuve un inconveniente. Mi caballo fue





herido por una serpiente, y me arrojó al suelo y escapó. No tuve ante el hecho, manera alguna para poder llamarlo.





-¿Y no sabe para qué lugar pudo haber ido?





-Siguió el camino. Intenté seguirlo, aunque fue inútil. Perdí el rastro. Así que caminé.





Hartman estudiaba cada palabra que mencionaba frunciendo el ceño como era habitual en él.





Levantó la mano para que Hermes, y el grupo se acercasen.









- ¿Y qué hace aquí?





- Me detuve para esperar que alguien llegase y me diera transporte hasta llegar a algún





punto de civilización.





- ¿De dónde vienes?





- Vengo de Kokuka. Es un pueblo que ronda entre los acantilados.





- He oído de él.





- Sí, fueran tan amables – La mujer no parecía desesperada con aquel petitorio. De hecho su tranquilidad producía cierta molestia e inquietud.



El carruaje se acercó hasta dónde ella. Estaba en la misma distancia que el caballo de Hartman.





La mujer era bastante misteriosa. Un cabello color azabache, corto. Rasgos orientales. Vestido negro y zapatos negros. Baja estatura. Tez blanca. Mantenía cierta sonrisa que hacía que sus facciones de las mejillas se vincularan con sus ojos cerrándose con pulcra alegría.





-Es seguro – Explica Hartman. Que luego le comenta la situación en la que se encuentra





-Podemos llevarte – Expresa Hermes un tanto desconsolado, pero con la obligación de un hombre de no dejar una vida varada. La dama le sonríe. Cleo la observa con animosidad que roza la antipatía. Su rostro de un ligero desprecio era una evidencia notoria y suspicaz.





-¡Bienvenida! – Saluda Mac y Manni









-Es un gusto





-¿Y estas aquí perdida? - pregunta Cleo con poco ánimo y cara de escasos deseos de llevarla.





-Sí. Mi caballo se ha ido. Un ataque de una serpiente. Me arrojó al suelo





-¿Te golpeaste duro supongo?





La mujer se da vuelta y levanta su vestido en parte. Tenía unos moretones desde sus pantorrillas y su cintura.





-Tengo un medicamento aquí en el carruaje – dice Mac y va por él – Es para el dolor y





los golpes. Cleo no le gustaba la idea.





-¡Vamos Cleo! Debes ser mas hospitalaria – Expresa Hermes con un poco de burla.





-¡Callate! – Le grita ella.





-¡Perdón! No quiero ser una molesta – Se resiente ella con vergüenza





-No lo eres – comenta Hermes – puedes venir con nosotros. Cleo lo miró a Hermes de sus ojos se desprendían una electricidad tajante que helo con un poco de miedo Hermes. Éste tembló por sus palabras y los celos de Cleo.





-Gracias. Eres muy amable – Sonrió. Hermes deseaba que no dijese más nada, tenía a Cleo detrás de él como asesina serial – ¡Gracias a todos! Mi nombre es Song





- Hartman.





- Mi nombre es Mac, un placer - Sonrie él. -









- Manni





- ¡Mmm! ¡Cleo!





- ¡Hermes!





-Gracias – Y direcciona su mirada a él. Cleo parecía explotar, aunque no tenía remedio debían llevarla pronto caería la noche nuevamente y era peligroso para alguien sea quien sea estar allí en la intemperie. Era solo llevarla a su pueblo en Kokuka.







Al recibirla, Mac y Manni no podían evitar observarla a ella. Poseía una cierta belleza descomunal. Se mantenía callada y sin decir nada. Song se ubicó en la parte detrás de la carroza. Esta vez aceleraron el paso a campo abierto. Sin duda el bosque de Bambú comenzaba a concluir. Song les contaba sobre su pueblo, y el acontecimiento en el cual perdió a su caballo. Estaba alegre porque de alguna forma se sentía a salvo, de que alguien cruzase estas sendas tan desoladas. Es porque están aconteciendo situaciones muy peligrosas. Les mencionó que hay zonas devastadas por los ataques de la orden dragón, y que en su pueblo quedó casi desierto debido a ello.



- ¿Entonces que estabas haciendo exactamente?



- Para ser honesta, Debía llevar un mensaje a la ciudad que está a kilómetros de aquí por la salida que linda al desierto. Darles el aviso de que estén preparados. Drake cortó las vías de comunicación. Los monstruos del mundo oscuro han pasado y se encargan de trabajar para él atacando a quien sea. –



- ¿Y cuándo regresabas, una serpiente atacó a tu caballo?



- Eso supongo. Al arrojarme al suelo, caí de repente.



- Te encontrabas muy tranquila – Se pone en posición de disgusto. –









- En mi poblado, nuestro silbido es una conexión con las aves, ellas llevan el mensaje a lo mismo que saben leer su canto.



- Hubiera sido más fácil que hicieras eso con el poblado al cual debías enviar el mensaje.



- Cleo, ¿has hablado una vez con las aves? - Le pregunta Hermes. –



- ¡Claro que no! ¿Quién puede hacerlo?



- Por ello no lo hizo. Ella esta mencionando que solo en su tierra pueden hacerlo



- comenta Hermes como si fuera una obviedad. -



- ¡Cállate tú! – ¡también sabias que con lo que hemos vivido está lleno de peligros toda la región!



- Sí, eso lo sé – pero no tenía alternativa – Comenta Song –



- Su argumento es bastante sólido – Expresa Mac. -



- Dejen de discutir. Ya casi logramos salir de aquí – Expresa Hartman en su caballo. Hermes lo oía; él era quien ahora tenía las riendas de la carroza. El trote de los caballos se estaba prolongando, y a medida que avanzaban la polvareda no cesaba.







A partir de aquel nuevo integrante. Se remitieron a proseguir un camino que parecía indefinido. De ello pues, solo encontraron una gruta proveniente de un rio. Era como un manantial algo que atrajo a Cleo. Hicieron una pausa para investigar. Ese mini paraíso se abría a la derecha de las cañas. Lo que dio a suponer que alguien la produjo debido que la innumerable cantidad prohibían el paso. Si quiera a corte de machete se podría por el grueso de la corteza de cada una de ellas. Que si las enumeraran no cabría ni duda certera que serían una muralla digna de no poder ser asediada. Manni no tardó en acercarse y lanzar por medio de un hilo con un palo largo un anzuelo al agua, para pescar algún pez digno ser cenado, Mac fue con él para distraerse. Hartman había dejado su caballo, e investigaba todo el perímetro a fin de evitar toparse con monstruos. Cleo observaba las aguas en cuanto se descalzó, e introdujo sus pies para relajarlos con la frescura del agua que









calme con placer algunos ardores. Song se había acercado a Hermes que estaba sentado cerca de una orilla pensando.



- Disculpa. Te noto muy pensativo – Le comenta ella.



- Para nada. Solo quiero estar un poco solo.



- ¿Problemas?



- No – Se extraña por la pregunta Hermes – ¿Por qué los habría?



- A veces la soledad puede venir con algún problema.



- No lo veo así. A veces la soledad es una compañía.



- Bien dicho – Sonríe – Sabes a mí me gustaba estos momentos de paz. Me traen recuerdos de niñez.



- ¿En serio?



- Si, antes las órdenes estaban en paz. Y el poder solo era para beneficiarnos como seres humanos. Luego uno quiso poseer más de lo que tenía, y llegaron las disputas en el continente. Y así se han perdido vidas de forma que todo se ha vuelto un caos. – Confesaba Song. -



Un recuerdo le trastornó su mirada en la memoria cuando de pequeña su familia era arrasada por un ataque civil.



- No salgas de aquí por nada ¿Si? – Le advirtió su madre. La niña se había escondido en una suerte de sótano de paja en el cual cabían diminutos objetos. Desde allí los barbaros ingresaron y acabaron con toda la familia. Desde grietas de la madera penetraban gotas de sangre que caían cerca de ella que contenía las lágrimas de miedo y de odio encerrados en la propia impotencia. Esa imagen se crucificó en ella para siempre. Su corazón desde ese momento no pudo latir más.



- ¿Qué curioso? De donde vengo el poder es cegador de vidas y hacedor de muertes.



- Bien dicho. – Ambos guardaron silencio. -









Cleo que salía de aquellas aguas caminó unos metros al verlos juntos a Hermes y Song y se aproximó a ellos.



- ¿De qué hablan? – Preguntó con cierta curiosidad. - Hermes no respondía.



- ¡Hermes! ¿De qué hablan? – Pregunta nuevamente – Es mala educación no responder. Y Hermes estaba insumido en él sin importancia. -



- Nada importante. Solo estamos entendiéndonos – Dijo Song que se acercó más a él. Esto no le agradó a Cleo para nada.



- Bueno a ti no te pregunté.



- Y yo solo te respondí – Se ríe Song



- Oye no me interesa ¿Quién seas?





Ambas parecían no mirarse muy bien con ánimos de batalla. Cleo hizo un gesto mofado y se retiró lejos sin darles muestra de interés.



Manni y Mac regresaban cantando y dichosos





- Miren tenemos varios peces, y hoy nos daremos una gran cena.





En efecto armaron una fogata cerca de la carreta. Allí colocaron los peces entre piedras para que se cocinen bien. Todos se habían reunido alrededor en un círculo. Cómo exploradores.



- Listo. Esto esta delicioso – La primera en probar fue Cleo. Todo siguieron sus pasos.



- Luego de cenar debemos descansar. Sugiero hacer guardias – Expresa Hartman



- Yo puedo ofrecerme – Aclara Hermes.



- ¿Seguro? - Luego te cubriré más tarde - Promete Hartman.



- Te puedo acompañar ¿Si deseas? - Se ofrece Song. A Cleo mucho no le gustaba esa idea.



- Con uno solo despierto estaría bien – dice Cleo mirando de reojo a Song









- No me importa quedarme despierta.



- Hay que descansar sino al otro día se entorpecería el viaje. – Comenta enfadada Cleo – Me quedaré yo mejor que he descansado suficiente.



- ¿Qué ocurre si te he dicho que no hay problemas? – Se enfada Song.



- ¡Ya te dije que iré yo! – Se irrita Cleo.



- Basta me quedaré yo solo – Regaña Hermes.



- Tú, ¡¡¡Guards silencio!!! – Dicen ambas.





Hermes se quedó perplejo, Mientas ellas discutían.





Hartman, Manni, Mac se mantuvieron distantes con cara estupefactas.





- Definitivamente éste tipo tiene suerte – Acota Hartman.





Ambos asienten. Hermes decidió hacer la guardia al final de cuentas solo. La discusión de ambas damas las agotó hasta el cansancio.



Hermes se distanció un poco levantándose y alejándose.







- ¿Vas alguna parte? – Le dice Hartman a Phileas.



- Sí, pero no es de tu incumbencia.



- Cuando estés en apuros ven a visitarme entonces - Hartman.



- Perdona. Soy bastante obtuso a la hora del sueño. Cumpliré el relevo. –



- Descuida. -







La noche estaba tranquila. Eso relajaba a Phileas que admiraba la paz mental. Y las horas se fueron contando. Luego Hartman tomó el relevo. Y al final Mac.



Continuaron los aventureros camino al otro día del amanecer luego de desayunar tranquilamente. No había discusiones, y los últimos en incorporarse fueron quienes terminaron la guardia.









El último pastizal abría un camino paralelo en subida acompañando un desfiladero que se conectaba con una zona de rocas acumuladas. Era un sendero que conjugaba una pared de piedra por un lado y por el otro la nada misma del precipicio. Debían elegir, ya que el otro conectaba con una bajada que concluía en un lago. Hermes descendió de la carroza a revisar el camino del lago, en cuanto Hartman el del desfiladero. Hermes tuvo cuidado, pues el plano de declinación era disminuía la capacidad de equilibrio. Cleo quiso acompañarlo. Lo que recibió fue un no rotundo.



- ¿Hermes iras solo? Iré contigo. –



- ¡Claro que no! – Quiero hacer este reconocimiento rápido. Mientras más rápido mejor.



- ¿Por qué siempre haces todo solo? – prepara un rostro irritado Cleo



- Es más fácil. –



- Jamás te comprenderé – Sigue más irritada ella.



- Está bien. Es mejor para no generar problemas – Confiesa Song –



- ¿Y tú como lo sabes? – Se cruza de brazos Cleo, con una pregunta sarcástica a Song –



- Porque no tiene sentido, que vayan varios. Puedo ver que es un hombre confiable, preparado. – Se burlaba Song de Cleo. Algo que ella no podía tolerar – ¡Cuídate Hermes! – Grita. Éste solo saludó extendiendo el brazo y mano izquierda de espalda a la multitud.



- ¡Vaya eres muy popular con las damas Hermes! – Se ríe Manni –



- ¡¡Cierra la boca brujo!! – Se irrita Hermes –





Sin mediar presión comenzó a descender. A medida que lo hacía, un olor a cuerpo en descomponían se estaba manifestando de tal manera, que Hermes se colocó la palma de la mano en la boca y nariz, a razón de un hedor que producía arcadas al estómago hasta el punto de vomitar. Hermes continuó hasta tropezar con una piedra. Esto hizo que rodase hasta el suelo firme al dar la vuelta, estaba cara a cara con la cabeza de un caballo, y unos gusanos se desplazaban sobre él, la otra









parte del cuerpo había desaparecido, y un pus gelatinoso se desarrollaba en toda la tierra. Alrededor en el aire las moscas desesperadas por el alimento seguían su curso de descomponer al animal muerto. De la cabeza en adelante, un enorme lago. Hermes se incorporó y con su chaqueta se cubrió la boca de la asquerosidad que veía.



- ¿Qué estará haciendo éste idiota? – Se preguntaba Cleo – iré a ver. –



- Ha dicho que no vayas – Comenta Mac. –



- Será mejor que te quedes – Expresan Manni y Song. Hartman regresaba a galope –



- Es bastante complicado y hostil el camino ¿Y por el otro lado?



- Hermes fue a verificar. –

Fin del capítulo

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Diego Leandro Couselo
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Dedicado - Sinopsis
Un último momento.
Nuestra historia recién comienza.
La despedida. -
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