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El gran Manni. Un pueblo extraño. - PARTE 2
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El gran Manni. Un pueblo extraño. - PARTE 2

Los ataques se prolongaron en todo el continente. Los que pudieron escapar lo hicieron a los pequeños poblados, otros fuera del continente debido a la guerra total que se estaba gestando con tanda dificultad. Emisarios de todos lados intentan mantener la paz, y han sido designados para enviar las misivas y los buenos oficios. Pero Drake es bastante tirano, y solo acepta sus condiciones. Sus soldados y jinetes debilitan a todo tipo de rebeldes que intenten atacar, como también los señoríos y terratenientes. Sus monstruos del orco se van reproduciendo y atacan a todo ser que encuentren, incluyendo sus propios soldados que salen de la zona de protección que la oscuridad les otorga. El continente es un caos total, y no se encuentran soluciones expeditas por el momento. Solo se envían mensajes entre pueblos, y escondidos resisten, pero el peligro es una moneda corriente y solo resta esperar que adquiera el poder total de dominio.







No tardó el gran Manni en ocasionar problemas cuando comenzó alardear sobre su experiencia de magia. Mac estaba encatusado por sus historias. Y es que aquel poseía Manni de convencimiento psicológico suponía un atractivo que le daba cierta fama.



- ¿Y has conocido más allá del continente?









- Si, pequeño amigo. He topado monstruos de un calibre que ni los maestros del Nifthem podrían domar. – Se jactaba en su ególatra presencia. Cleo y Hermes estaban delante de la carroza, mientras Mac descansaba y platicaba con el gran Manni.



- Mira Cleo – señala Hermes que detiene los caballos – Allí – Señala con su semblante en determinada dirección.



- Es el poblado. Podremos abastecernos – Se alegra Cleo. La mirada de Hermes no estaba muy convencida – ¡Bueno señor negativo! ¿Qué te ocurre? – Le pregunta Cleo como inicializando una discusión. Hermes se cruza de brazos con semblante de pocas ganas de oírla.



- No es nada Cleo. Pero no tengo ganas de estar corriendo por ninguna alimaña que pudiera atacarnos.



- Mmm. ¡Je! ¡Je! No te preocupes héroe. Aquí está tu salvadora.



- ¿Podría sugerir algo? – Expresa Manni.



- ¡No!



- ¡¡Hermes!!



- ¡Bueno! ¡Si!



- Ese pueblo es muy reconocido por especias protectoras de incienso que alejan a todo ser nocivo. Sera conveniente para ustedes y su viaje.



- Probablemente – Manifiesta Hermes en cuanto los demás asienten. Sera mejor que continuemos.



Prosiguieron delante hasta dar con el paso de una colina, allí dieron la vuelta en un espiral. El pueblo se presentaba entre sierras que se iban curvando hasta convertirse en mesetas. La vegetación ya no parecía hostil. Los campos aquí son de una rara forma que Hermes pudo contemplar. Veía como algunos pétalos salían volando entre la leve brisa del aire diáfano. Correspondía a ello por la estación. Cleo estaba admirada por esas flores. Su parecido con los girasoles era excepcional. Solo que su color era de un verde y naranja. Y entre ellas las mariposas forradas en blanco y negro pululaban sobre ellas.









- ¡Vean es hermoso! – Se impresiona jubilosa cuando sus ojos se emocionan



- ¡Wow! Nunca las había visto – Comentó con tono de sorpresa Mac. Manni en su sapiencia no tardó en explicar. -



- Solo crecen en esta zona. Son únicas. Crecen cada cincuenta años. Y dicen que rompen las barreras.



- ¿Barreras?



- No sabría explicarlo, pero de alguna manera tratan sobre una historia de amor. Era una pareja que tuvieron que separarse, pero se prometieron amor eterno. Fue en épocas de guerra.



- Es muy romántico – Confiesa Cleo.



- Y trágico también. La cuestión es que volvieron a estar juntos. Ya viejos y cansados. Pero se reencontraron. Cincuenta años después.



- ¿Y cómo terminó esa historia?



- Ambos se perdieron allí. A veces dicen que sus fantasmas continúan abrazándose cada cincuenta años y los pétalos se desprenden como cuando se vieron y se reencontraron. El destino es cruel y generoso.



- Es muy tierna esa historia – Cleo se insume en lo sentimental, como adolescente enamoradiza. Sus ojos brillosos lo dicen todo. Hermes proseguía manipulando las riendas de la carroza en su mente no cabría otra historia.



- Señor Hermes ¿Qué le parece la historia? – Pregunta Manni.



- ¿Eh? – Reacciona Hermes distraído – Patrañas. Cuentos para enamorados. -



Insensible – Le Expresa Cleo desde dentro de la carroza, con una mirada de enojo.



- No lo soy – Le grita Hermes desde afuera – Solo. no creo ..en.. ¿Amor eterno? Todo concluye; el tiempo destruye ello.



- El tiempo es solo un pasaje.



- ¿No me digas? – Hermes en su mente se alegraba como Leticia era feliz. En algún punto, vio algo de si, en Cleo. Luego negó ladeando la cabeza. -





Recordó cuando ella estaba bailando en un lugar tan parecido cual idéntico a éste.









- Es hermoso Hermes – Quisiera que fuera por siempre. Para siempre. Eternamente. – Hermes la vio en su mente desaparecer. Decidió no continuar la plática. Mac quiso decir algo, pero Cleo lo detuvo negando con la cabeza a fin de que detuviera las palabras. De alguna forma Cleo estaba entendiendo los sentimientos de Hermes.



Manni estaba mirando sigilosamente la espada. –





- Supongo que es la espada de luz. Es bellísima – Se conforta en sus dicho el enano, que la mira con cierto apreció.



- Es el emblema de la orden de la mariposa.



- No deberían traerla. Está lleno de ladrones. –



- Tampoco dejarla – Confiesa Cleo, que se aferra a ella. –



- Solo un portador puede esgrimirla – Manifiesta Mac. –



- Niño sabes mucho. – Explica Manni. –



- ¿Qué haces tú realmente?



- Soy un gran mago. – se Jacta de grandeza. Algo que inquieta a Cleo. -



- ¿Y por qué vives en una feria de juegos? – Pregunta Mac. –



- Estoy trabajando en nuevos proyectos. - Aclara con desdén a las palabras de Mac, y mirada menospreciante de Cleo. –



- ¡Entonces esas criaturas no deberían ser un reto! Y sin embargo escapaste y te escondiste aquí en medio de la lluvia. – Con cierto rechazo, expresa Cleo



- No fue así – Se repugna Manni – Soy un mago ocupado, para esas liturgias, o ritos contra criaturas endebles. –



- ¿Ah sí? Mmm. – Si los dices – Se coloca un dedo en la sien Cleo con cierta antipatía facial y corporal. -



Hermes, entre tanto continúa dirigiendo la carroza con caballos a paso de tortuga. –



- Anda Hermes. Nos encaminamos muy lentamente. – Vocifera Cleo –









- Si. Hombre. Mi abuela con un bastón es más rápida. –



- ¡Cállense! – se da vuelta Hermes con rechazo a ambos. -



- ¡Uff! – Suspira Cleo. –



- Sigue meditando – Comenta Mac. –



- ¿Qué estará pensando? – Se pregunta internamente Cleo. -





El teniente no parecía querer platicar, ni batallar en palabras con nadie. -





- Parece que fue ayer Leticia. Cuando estabas tan brillante, y el mundo se encontraba en nuestras manos – Hermes no pudo dejar de hallar en su interior la manera de traerla una y otra vez.



- A veces Hermes, debemos irnos, sin razón, aunque el amor sea eterno. Lo nuestro es algo infinito ¿Lo concibes? ¡Ja! ¡Ja! No me mires así



Leticia desapareció en una bruma su figura se desenfundaba en una forma voluble que el viento alejaba de Phileas. Hermes abrió los ojos y delante de él, unas palabras sobre el espacio que no estaba en runas sino en el idioma de las tribus.









chan fhaic ach faileas thu (Solo las sombras pueden verte)



Hermes se asustó.





- ¡¿Hermes?! - Se preocupa Cleo – ¿Estás bien? Estuviste muy extraño, todo el recorrido. Y hemos llegado al siguiente poblado. – Explica con claridad Cleo. –



- ¡Ohhsí! ¡Estem! – Se rasca la cabeza con la mano izquierda – ¡Estoy bien!,



¡Perdón!



- Mmm ¿Tu pidiendo perdón? Hermes no quiero que explote nada – bromea Cleo.



- ¡¡¡Oyee!!! ¡¡¡Cierra la boca!!! – Hermes protesta, pero Cleo ya había descendido con los demás del carruaje. –









- Aquí me iré. Gracias por el aventón – Agradece Manni con reverencia. Y se aleja cantando. –



- ¡De nada! ¡Adiós! – Saludan Mac y Cleo. Hermes venía detrás



- Que sujeto agradable – Expresa sonriente Mac -



- ¡Sí!. Bien. ¡Vamos de compras!



- Sí, tengo hambre – Ruje el intestino de Mac. –



- Somos dos – Comenta Hermes, que también le ocurre lo mismo. Había sido un largo viaje y no habían probado bocado desde entonces. Cleo no se quedaba detrás por los hechos. -







El trayecto hasta el momento demostró que habían recorrido durante un buen tiempo. Para Hermes fue una eternidad. Descansaron en los bosques, pero la secuencia de sucesos les impidió poder desarrollar planes y estrategias. El poblado al cual habían llegado era un lugar ideal. Caminaron por algunas veredas de piedra muy bien definidas. Había estatuas por doquier lo que señalaba una excelencia cultural de arte. Cleo se distraía en el mercado, y fue a Hermes, verificando las frutas y verduras. Recordó con preocupación a su familia. Su hermana y su madre. Sabía que estarían bien, algo en su interior la convencía de no extraer en crisis, pues sus almas eran necesarias intactas para obtener los secretos de la espada, y claramente faltaba ella. Aunque de hecho estaba decidida a ir aunque supiesen que se arriesgaría y fuera una trampa. Mac regresaba con algunos víveres.



- Debemos quedarnos una noche por lo menos – Aconseja Hermes – Hemos





recorrido demasiado. No sirve estar exhaustos – Lo insinúa de forma que los demás asienten. – Los tres regresan a la carreta, a las afueras a prepararse la comida. Hermes enciende un fuego con algunos leños, y Cleo deposita algunas verduras en una olla con agua, con algo de carne de res. En algún sentido Cleo es excelente cocinera, pero su fama de echar especies condimentadas, la hace una enemiga de la gastronomía.









- ¡Listo! Pueden servirse. – Cleo levantando su dedo índice confiesa su logro mostrándolo al mundo.



- MMM – parece delicioso – Dice Mac. Hermes con su apetito no tardó en servirse. De forma repentina con el primer bocado. Phileas sintió que su boca estaba en llamas. –



- ¡¡¡Dios!!! ¡¡¡Arde!!! – ¿Qué le has echado?



- ¡Mmm a ver! – Prueba Mac. Su rostro se volvió colorado.



- ¡Oigan! No sean groseros. Es un manjar – Se irritó Cleo por la falta de respeto. Pronto ella lo probó, y salió corriendo a tomar agua a una velocidad que siquiera un rayo podría igualar. – bueno debo admitir que me he pasado con los condimentos. – El chile picante de ajo violeta es muy fuerte. Mac se sorprendió.



- Ese chile es muy potente. –



- ¡¿Qué quieres matarnos?! – Pregunta con enfado Hermes – Tengo bastante con los monstruos y Drake, ¿y ahora tu comida?



- Cierra la boca – La cuchara da en la cabeza de Hermes que guarda silencio de inmediato. Mac se levanta del suelo en el cual se habían ubicado a almorzar, y se dirige a la carroza, en su interior. Al ingresar se sorprende de algo. –



- ¡Oigan!, ¡Nos faltan objetos! – Aclara Mac con sorpresa. Los demás se quedan en silencio sorprendidos.



- ¿Cómo es eso?



- Si, ¡¡y la espada y su funda, no están!!



- ¡¡¡ ¿QUÉ?!!! – Se desconciertan Hermes Y Cleo.



- Si, falta también su arma señor Hermes, y parte del dinero. - ¡¡¡Ese maldito enano!!! Les dije que no había que llevarlo.



- ¿Cómo iba a saberlo? – Grita Cleo desesperada. –



- No hay remedio ¿Y ahora? – Pregunta Mac. –



- ¡Ahora iremos por él! – Se llena de rabia Hermes. –



- Bien, pero ¿cómo? – Pregunta Mac y Cleo.









- Separarnos, y recorrer la ciudad. ¡Diablos!, y pensar que quería descansar un poco. Dejen que le ponga las manos encima a ese diablo de baja estatura. –



- No eres el único – las facciones de Cleo parecen transformarse en una quimera vengativa – ¡Solo!, ¡¡¡déjenmelo!!! – Exterioriza con su energía negativa. Mac Y Hermes se abrazan con cierto miedo temblando.



Mac guarda todos los objetos, y ordena el ambiente alrededor de los caballos. Hermes les lleva agua. Mac llevaría la carreta al interior del pueblo, y buscaría un lugar para pasar la noche. Cleo y Hermes buscarían a Manni.



Otro caminante se estaba acercando con una capa y una espada corta. Venia de muy lejos y se adentraba entre las diagonales. Se había percatado de ellos, sin que Hermes, Cleo, y Mac lo supiesen



Cleo en una intuición drástica realizó su periplo siguiendo los lineamientos de sus pies. Era como si ellos se direccionaran solos. Una suerte de detector que por extraña ocasión no entendía. Hermes y sus condiciones de espía, aventurero y militar aviador podría usar la lógica y razonando donde un tipo de estas características se hallaría. Es un hombre ventajero. No hay mejor lugar que los tumultos de personas para poder aprovecharse de ellas. Recorrieron cada centímetro de las calles, y parecía no haber nada alrededor. Entre el tumulto del gentío se gestaron graciosas apariciones de personas vestidas de payasos. En conmemoración de un desfile. Hermes venía por un sector y Cleo por el otro. Había caído el atardecer y las personas iban desapareciendo en sus casas. Era un pueblo, o mejor dicho ciudad por la configuración de su forma en innumerables diagonales, las piedras del suelo se compatibilizaban con las de las casas como si todo fuera un único sitio. Como si fuera creado de la misma manera, y entre el mismo y los alrededores se iban distribuyendo los cerros. Hermes cruzó a Cleo.



- ¿Encontraste algo? – Le pregunta él –



- Nada. –









- Esto parece inútil. Quizás se haya ido de este lugar. –



- No, no lo creo. Debemos seguir buscando. Sé que está aquí - Afirma con seguridad Cleo.



- No puedo dar mi confianza a tu intuición. –



- Tu déjamelo a mí soldado - Vaticina ella – ¡Aparecerá!..... –



- Entre tantas personas, lo dudo. Es un enano y además es un brujo. Calculo que deberá usar su magia para desaparecer.



Cleo se concentró unos minutos y cerró sus ojos. Y luego los abrió, respirando como si estuviera en un trance. –



- Si tiene la espada, no llegará muy lejos.



- Asegúralo – Pide Hermes. –



- La espada es de la familia Everlast como sus protectores. Nadie más puede portarla.



- No puede alejarse de sus guardianes. Su dueños originales. -



- Bien dicho Hermes. Por ello hay que seguir buscando. Si quiere irse de este lugar tendrá que dejar la espada.



- Sabiendo cómo es él, la venderá. –



- No importa la espada aparecerá, por lo que te he dicho. Regresará





Ambos estaban parados en medio del desfile, entre animales y payasos el jolgorio demostraba la algarabía de hombres, mujeres, niñas y niños; ancianos y ancianas. Prosiguieron cuando Cleo señaló un punto ciego. Es allá, aclaró. Phileas no dijo nada al respecto. No podía verse nada, pero entre ello y lo demás, la silueta se conformaba en un pequeño hombre con cabeza redonda y cuerpo robusto, y a su lado una valija y una funda extensa como una malla gruesa con runas y sellos. Los ojos de Cleo mudaron su color de café a celeste. Esa luz penetró su corazón. Comenzó entonces a correr y Hermes la seguía detrás.



- Permiso, con permiso – Indica Hermes. –



- Permiso por favor – Cleo se golpeaba con cada persona. –









- ¿Oye hermosa niña, qué haces? Dice preguntando un hombre que toma de su mano. Otro se acercó riendo. Es una bella damisela comenta con amigo.







- ¡Ey suélteme! – Le grita Cleo golpeando con su rodilla en las partes bajas de este. El otro se acercó con otro amigo más. Cleo logro ver a Manni – ¡¡ Ven



aquí ladrón!! - Manni se da cuenta y comienza a correr como puede.



- ¡Oh nooo! – Dice Manni. –



- Niña te quedaras aquí – Expresa el amigo de aquel hombre desalmado. Un puñetazo lo derriba. Él otro que estaba en el suelo se incorpora, y se suma sus dos amigos. Eran tres. Hermes se colocó frente a Cleo. –



- Dejen a la dama en paz. No quiero tener que repetirlo. Cleo ver por el enano antes que escape. –



- ¡Hermes!



- Yo me encargo de estos idiotas. –



- ¿Pero?



- ¡Vee ya!



- Bueno, ¡Cuídate Hermes! – Dice preocupada. Hermes esboza una sonrisa. –





Cleo corre a toda prisa. Manni había dado la vuelta en el callejón, y ella lo buscó allí.



Hermes batalla con los tipos. Uno golpeó su rostro, y Phileas lo patea en la rodilla rompiendo la articulación. Al caer al suelo, otro lo agarra por la espalda, y se le abalanza el tercero con una patada, dejándolo sin aire. Hermes se tomaba el estómago, y volvió a realizar la misma tarea. Con cierta fuerza, Hermes logra despojarse del agarre y sale de la línea de tiro, haciendo que la próxima patada sea en el pecho de su oponente que termina también en el suelo. Las personas comienzan a abrirse del campo de combate por el tumulto.



Hermes lo observa con un poco de sangre en la comisura de sus labios. Solo quedas tú, le dice. Aquel grandulón se acerca y Hermes lanza un golpe de gancho al estómago, y luego patea su rodilla de manera que el gran hombre se siente por



el entumecimiento. En su furia golpea con la palma de la mano en la frente y se siente el crujido que noquea al rival. Los tres malvivientes estaban en el suelo lesionados y las personas veían como un individuo los había aniquilado. Quien recibió una patada de su colega intentó levantarse del suelo, pero Hermes lo pisoteó con su bota en la costilla para dejarlo fuera de combate. Pronto con una mano en un bolsillo, y su rostro un tanto golpeado se fue en dirección a Cleo.



Cleo continuaba tratando de encontrar al enano brujo Manni. El callejón estaba cerrado y no se ubicaba nadie. Se veían en ello, un tendero de ropa y algunos decorados ¿Dónde estará se decía con dudas? No puede haber llegado tan lejos. El suelo comenzó a moverse, como si alguien quisiera tragarla. Cleo gritó por el pánico.



- ¡Auxilio!



- ¿Cleo? - Gritó Hermes. Pronto llegó al callejón sin salida, pero no podía verla.



- Estoy aquí Hermes. –



- ¿Dónde? – Le pregunta alarmado. No podían verse.



- Ya se - Dijo ella. Cerró sus ojos, y en el interior del fondo de sí misma, vió el brillo de la espada. – Es allí- Sacó su espada, y con una estocada atravesó la imagen de la ilusión. –



- ¡!!No me matesss!! – Se infundía alguien alarmado con miiedo atróz. –





Todo volvió a la normalidad, y atravesando con su sable su saco, había capturado al enano que estaba con los pantalones mojados del miedo.



- Perdonen, no quise hacerlo. - Se lamenta -



- ¡Miserable! – Hermes se acercó con toda la furia tomándolo con las domas manos y levantándolo del suelo. Agitándolo una y otra vez.



– - ¡ Dame la espada! – Se enfurece Cleo. –



- ¡Y mi revolver! Y todo lo demás que te hayas llevado. –









- ¡¡¡¡Está bien!!! ¡¡¡No me lastimen!!! – Asustado devolvió las pertenencias. No evitó un tenue golpe con nudillos de Hermes que se remordía los dientes por todo un día de tardanza.



- Lárgate de mí vista, si no quieres otro – Le dice enfadado Hermes. –





Manni, escapa, ni bien lo liberan. Hermes revisa su revólver. Sus balas estaban allí. Cleo hace lo mismo con la espada. La desenfunda, y posa la yema de sus dedos sobre ella que a medida que la recorre, se va iluminando dejando ver unas pictografías, muy distintas de las runas. Hermes observa detenidamente.



- ¿No son runas?



- ¡No! Son ideografías. Dibujos de figuras de los antiguos. Las escribieron hace millones de años. Nadie sabe lo que realmente significa. -



- Es un idioma ininteligible - Supone Hermes. –



- Ni siquiera es el idioma de los brujos, ni de los literatos. –



- ¿literatos?



- Si. Hay otro que no te explicamos con Mac. Son palabras que entran en la mente, que no se pueden escribir; que vivían solo en la imagen de los que podían verlas. Son palabras que forman oraciones que anticipan y narran la vida; los sentimientos, y el amor; el futuro con cuartetas según las leyendas, que hablan de historias. Los que intentaron detallarla, no pudieron, pues decían que era una lengua que desapareció; que alguien se la llevó a otro mundo, y logró plasmarla en piedras. Logro escribirlas y por ello se las llevó. Pero son leyendas.



- ¿Ya nadie las ve, entonces? Es como un escritor.



- Sí, pero los escritores, o poetas, músicos o trovadores son diferentes. Su arte esta colmado de belleza, pero esas palabras eran fantásticas.



- Que lamentable, que no existan, o hayan sido hurtadas. -



- No. No existen indicios de que alguien las pueda ver. -



- ¿Qué terrible, no?



- Posiblemente.









- Algo que es parte de la vida, se vaya. Tal vez había una tribu, y personas con ese don. Y al desaparecer, desaparecieron ellos. Digo, lo pienso desde



el punto de vista de que ya no se verán esas palabras que podrían dar paz. - Es parte de la existencia en este mundo ¿Y el tuyo?



- El mío es una larga historia. Pero es hora de que vayamos. Al centro del pueblo



Mac, nos debe estar esperando.



- ¿Hermes?



- ¡¿Qué sucede,Cleo?! –



- ¡Tu rostro! – Cleo saca su pañuelo de seda. Y limpia la comisura de los labios de Hermes aquella herida pasando sus dedos calmos.



- No te preocupes estoy bien. –



- No seas tonto – Se enoja Cleo – Debes tener más cuidado



- ¡¡No lo soy!! – responde al enojo Hermes.- fue solo una pelea y no duro nada más que unos minutos con esos estúpidos. –



- Gracias – sonríe Cleo. –





Hermes se queda estupefacto por la mujer que siempre pelea con él, y discute sobre toda clase de trivialidades. -



Los dos se fueron deambulando sin emitir palabras con sus miradas gachas. Hermes iba delante, y Cleo detrás. Parecía que le cuidaba la espalda. Pasaron por una posada, con muchos adornos. Estaba como preparada para un festín nocturno. Era un sitio con ventanas de vidrio opaco, las paredes de piedra maciza, y una gran puerta de madera de roble. Todas las casas se presentaban con esa apariencia. En lo alto de cada techo una gárgola de mármol. Vigías de la mitología que actuaban como centinelas. Es esplendido se dijo Cleo, a Hermes no le llamó la atención. Incluso le generaba un miedo innecesario, pues en definitiva son figuras.



Al llegar al centro Mac, lo esperaba. –





- Conseguí una posada excelente por lo menos para pasar una noche, y descansar bien.









- ¡Ah! Bien Mac. – Aliviado Hermes quería tener la posibilidad de relajarse – Fueron allá. –



- Veo que pudieron recuperar todo – Se alegra Mac. –



- Si. Y cansador también. – Se confiesa Cleo.





La posada estaba en un pasaje escondido. Desde las otras ventanas de las casas opacas, las personas silenciosas miraban a los recién llegados. Había muchos ojos en la noche. Muchas miradas excepcionales que rosaban la singular psicopatía.



Al abrir la puerta, ingresaron y el posadero. Un hombre de barba larga, y ojos llenos de una resina de piel reseca, no les dirigía la palabra. Había una mesa en un corredor con polvo de ácaros. Allí un hombre se había sentado a contemplar el paisaje con un vaso de licor. Con Hermes cruzaron miradas.



- ¿Se les ofrece un trago? – Le expresa con cordial pregunta. –



- No gracias. –



- ¿No son de por aquí no?



- No, solo vinimos de paso.



- Estoy en las mismas condiciones. Y este lugar es muy visible.



- ¿Un presentimiento? - Pregunta Cleo –



- Es más astuta de lo que parece señorita. – Le dice. Cleo sonríe.



- Debemos irnos - Expresa Hermes un tanto irritado por la extraña forma de actuar y coquetear. –



- Buena suerte – Se expresa. Los demás saludan a su modo al extraño. –





Una escalera los lleva por un recorrido a un primer piso, luego segundo, tercero, y cuarto en el cual estaban hospedados. Allí hay una habitación amplia. Al abrirla, hay dos camas. Una gran ventana que al abrirla deja ingresar el aire de la tarde de sol. Los rayos ingresan en toda medida. Duerman ustedes en cada cama. Hermes estaba tan agotado que apenas coloco una funda en el suelo y se estiró en ella acostándose a descansar. –



- ¿Hermes seguro que quiere dormir?





- Señor Hermes, ¿mire que puede?

Era inútil, Hermes había cerrado sus ojos, y estaba en pleno sueño. Era como si de alguna manera lo llamase.

- ¡Pobre de él! Está agotado. – Explaya Cleo que presencia como descansa, y le coloca un edredón para cubrirlo. Ella se acostó en su cama, y Mac servicial fue por algo de comida. Al salir por las calles el sol se estaba ocultando y apenas encontró una despensa para poder comprar alguna mercadería. Al transitar una vez más en el pueblo. Las personas estaban en sus casas. No veía luces, ni nada que se le parecía, como si todos hubieran ido a descansar ¿Tan temprano se preguntó? Era como algo revelador, que un lugar tan alegre y pintoresco, se volviese tan lúgubre cuando el sol se ponía. Y ese efecto era tal aterrador que Mac, no dudo en regresar a la posada con los alimentos.

agus thig suilean na h-oidhche. cuiridh e 'n an aghaidh



(Y los ojos de la noche vendrán. Él los enfrentará)





Hermes se movía de forma inconsciente. Su cuerpo leía los sueños que lo asustaban



- Hermes, sabes que no puedo regresar, aun así quiero que seas feliz.



Olvidame. Alguien esta en tí. Alguien, te imagina, te piensa. El amor regresa.



- ¡No te vayas Leticia!





En la noche las criaturas se acercaron a él. Eran sombras de la oscuridad que perpetuaban la carne haciendo que desapareciera todo rastro de ello.



tha eagal air suilean na h-oidhche fear a bheir an t-soluis





(Los ojos de la noche temen al portador de la luz)

Hermes estaba convulsionando. Sus movimientos eran más patentes.



Trobhad. Ma thig iad an seo. - Bha cuid de làmhan a 'gèilleadh ri aodann

Hermes, dh' fhosgail cuid eile a bheul agus chaidh ceò dorcha bhuapa a-steach

don taobh a-staigh de na bilean, a 'dol troimhe mar bhàird. bha e eu-dòchasach agus rinn e strì mu dheireadh gus an deach e uile ann an sradag lasrach.



(-Vienen aquí. Si vienen hacia aquí. – unas manos se iban aferrando al rostro de Hermes, otras abrían su boca y un vapor oscuro de ellos penetraba en el interior de los labios recorriéndolo como una barcaza. Él, estaba desesperado y forcejeó hasta el final hasta que todo desapareció en una chispa de destello. )

Fin del capítulo

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Diego Leandro Couselo
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Dedicado - Sinopsis
Un último momento.
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