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El camino interminable. Camino de otro mundo. PARTE 2
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El camino interminable. Camino de otro mundo. PARTE 2

- ¿Te ayudo? – Le pregunta con sonrisa graciosa de burla por la caída de Cleo.



- Claro – Le extiende la mano y Hermes la toma, empujando a éste al suelo; ensuciándose con el charco de agua que salpica su rostro que comienza a irritarse – Listo se jacta con felicidad. Estamos a mano cierra los ojos confortada devolviendo la maldad de la burla de Hermes. -



Mac mueve la cabeza negando, en un ademan de que ambos no tienen remedio. El humo que parecía insertarse de manera amplia sobre el bosque se estaba disipando y desaparecía como las morcas. En algún punto el trabajo de Hermes estaba bien, aunque por casualidad no se propagó el fuego.



Hermes se limpia la cara con un trapo que había allí y se instala dentro del carruaje en la punta observando el camino que dejaban atrás. Pronto su enfado se esfumó. Cleo y Mac se mantenían delante, afuera con las riendas para manipular a los caballos. Estaba el teniente, apartado con aquella imagen de su mundo del pasado.



- Hermes de nuevo estas muy distante – Le dice Cleo – ¿Hermes? – No tiene remedio – Argumenta a Mac, cuando estaban ingresando al camino de llanuras.



- Estamos en marcha – Dice el niño con plena confianza. -



- Perfecto. Según el mapa luego del camino tendremos un pueblo, metido en el bosque. Después sino me equivoco tenemos el sendero de montañas, y una vez que los crucemos estaremos en el pueblo de Azarea.



- ¿Es seguro que podremos llegar bien?









- Claro, tú confía en mí. Llevaré a los tres a Azarea, y luego pueden regresar a Tocasicha



- Si – Expresa un tanto decaído



- ¿Qué te ocurre Mac?



- No nada.



- ¿Vamos? ¿Seguro estás pensativo como Hermes?



- No es eso. Es que regresar al pueblo. Otra vez la vida aburrida de Tocasicha.



- Niño ¡Una batalla, o guerra no es un juego! ¡Es peligroso! – Replica Hermes a lo lejos. –



- Lo sé señor ¡Ohh! ¡Perdón!, Hermes – Jadea en su interior exhalando el oxígeno que aguanta. Mac tenía ese don de ser un gran estudiante, y



ayudaba a su padre en los quehaceres del negocio de abarrotes. Pero su vida estaba consagrada a ello. A ese tedio mundano de la ciudad en la cual los días parecen todos iguales y consecutivos. Había perdido a su madre en temprana edad por una enfermedad rara. Y para su padre él lo era todo. Con solo catorce años estaba preparado para la vida, sin embargo, no para lidiar con los avatares de las disputas de guerra entre clanes de un continente. Accedió a que fuera, con la condición de que debe regresar. Hermes pensaba en ello. El padre sin conocerlo descifró una confianza fuerte en ese adulto para pedirle que por favor cuidara a su hijo.



Hermes pensaba entonces en las palabras del padre de Mac:



- No te conozco peregrino extranjero, pero el hecho de lo que haya pasado en la mansión y como hayas defendido la casa con sus habitantes, me da a entender que no eres una persona cualquiera, y que conoces a la perfección estos menesteres, por eso te pido que cuides de Mac, para que no se meta en problemas. Es la única familia que tengo.



- Lo haré señor. No se preocupe. –



- Gracias. Esa es mi bendición en su viaje









Hermes al cavilar ello, no quería fallar a la palabra del padre de Mac





- ¡Yo puedo cuidarme Hermes!



- Mac cuando lleguemos a Azarea. Hablaremos, ¿Si? – Ahora solo quiero dormir un poco. – ¿Quiero pensar que no, nos vamos a perder no?



- ¿Qué te hace pensar que si? No te preocupes y duerme tu siesta



- ¡Tus palabras tan seguras son las que me preocupan! – Confiesa Hermes casi cerrando un ojo. De lejos podía oírse la irritación de Cleo.



A prisa a paso de trote para ganar tiempo antes que la noche los atrape decidieron apurar el paso. El sol estaba en su auge y por ser verano, no se ocultaba hasta largas horas que podrían ser en otro lado del hemisferio de noche. Cleo verificaba con su brújula, cuyas agujas estaban como desentonadas. De la llanura comenzaron a generarse dos muros de maizales.



- ¡Wow! ¿De quién será éste extenso campo?



- ¡Debe ser de alguna familia terrateniente! -Confiesa Cleo con dudas. –





A medida que iban marchando el maizal se extendía con infinidad. Cada vez más altos, de tal forma que no tenían manera de ver el horizonte. Hicieron una parada para verificar a las afueras. Cleo se puso de pie y colocó su mano en su frente como techo para poder ver el horizonte sin que los rayos del sol se lo impidieran.



- Solo veo maizales, y nada más. – Prosigamos. Hermes aún continuaba dormido en pleno descanso de siesta. -



- Hermes ¿por qué no vamos por otro lado? No lleva a ningún lado el maizal



- Me tienes harta con tu negativa manera de ver todo como un inconveniente



- ¿Y tú? No recuerdo haberte dicho que vengas. -



- Para tu información es mi problema también. Aparte de ello, ¿Vez algo diferente del maizal? ¡¡Pues no!!



- Claro que debe haber otro lugar, pero tu cerebro solo funciona en línea recta ¡¡GRR!!. – Se irrita Cleo.



- Oye Cleo ¿No sería mejor que dejases esto a quien sabe resolverlo?









- ¿Para qué? Lo arruinaras ¡Vamos Hermes! Te hago falta. No puedes vivir sin mí



- Lo único que me hace falta es una buena cama y un poco de licor. Diablos el padre de éste niño lo ha vaciado – Hermes saca su petaca y abre la roca intentando sacar alguna gota de ello.



- Eres un caso perdido. Dios quisiera que esto terminase pronto. Rescatar a mi hermana y madre y regresar todo a la normalidad, sin seres indeseables y estar en un pueblo tranquilo. -



- Pronto terminará. Mira hay un camino muy fuera por allá – Señala



- ¡No seas payaso! – frunce el ceño Cleotilde. Aparte no pienso pasar por ahí es un bosque tupido lleno de quien sabe que raras bestias. Bueno tenemos una aquí que puede hablar. -



- ¡¡GRR!! – Se enfada Hermes - Y yo no quiero estar allí para salvarte en tu mundo mágico – Le comenta con sarcasmo si llegas a ir ahí. -



- Perdone señor valiente ¿Sabías que existe una palabra importante de nombre caballero? – Pregunta como mirando con risa estrepitosa. – ¡Ahh no! Claro. El libro de su cabeza señor son solo páginas en blanco. -



- Si son esos que salvan a un vieja histérica – Confiesa Hermes levantando su nariz. Cleo cierra sigilosamente los ojos apuntando como una flecha a Hermes sacando humo de su cabello amarillo con pintas de marrón y rayos de sus ojos.



- Mmm. Mejor cierro la boca – Dijo por sus adentros con gestos erráticos de miedo. –



La discusión no duró mucho más de ello, y Mac intentaba no meterse en esos asuntos.



El suelo estaba repleto de pequeñas piedras que parecían entorpecer el viaje. Pronto se levantó una polvareda por el viento caluroso que provenía del lado de la pared izquierda de los maizales. Ambos se taparon sus rostros para evitar la









arenisca en sus ojos. Era muy potente, y el ruido de las chicharras se hacía prominente colmando la paciencia de los caballos que se estaban quedando exhaustos por el trayecto. Mac hizo una parada para darles agua y Cleo continuaba observando el mapa.



- Es extraño. Éste camino ronda el bosque, pero éste otro, que estamos no. Incluso el camino lleva al pueblo más cercano que se encuentra dentro del



otro bosque que linda con el que ya pasamos –



- Podemos continuar. El calor es abrazador – Expresa Mac. –



- Si, prosigamos. – Duda Cleo de aquel plano de la zona. –



- ¿No estaremos perdidos no?



- Para nada. No te preocupes, fui primera en mi clase de exploradora. –



- Oigan ¿Por qué tanto alboroto?



- Bueno parece que el señor bello durmiente ha despertado.



- Escuche una comadreja parlanchina que dice que es exploradora. – Bosteza Hermes, en cuanto se explaya refiriéndose a la persona de Cleo.



De inmediato Hermes recibió aventada a gran velocidad y fuerza en su frente como un rayo, y como ya era costumbre la botella de agua de Cleo semi llena, que como mensaje tenía su irritante cara. –



- ¡Hey eso dolió! – Se toma la frente con su mano como acariciando el chichón del golpe. -



- Perdona Hermes. Es que a veces suelo ser impulsiva. – Se coloca en pose femenina Cleo.



- ¡Ayy!– Persiste la lesión – Por cierto ¿Dónde estamos? Observa el perímetro Hermes.



- Es un camino de Maizales. –



- Si. Mac. No me había dado cuenta – Le expresa en forma sarcástica. –



¿Pero es el camino?



- En efecto querido Hermes. – Expresa con toda la seguridad Cleo chasqueando los dedos con su mapa en la mano.









- No sé porque tengo miedo de esto – Se acerca Hermes a decirle al oído a Cleo con ojos y muecas de desconfianza.



- No te preocupes, ya se lo dije a Mac. Pronto saldremos de aquí al pueblo. – Guiña un ojo Cleo. Hermes puede ver una mazorca colorada ¿Se pregunta asimismo si las hay?



- Eso espero. – Vuelve a su lugar Hermes en la carroza a mirar el camino que se va alejando.



Prosiguieron en una curva que le dio cierta satisfacción a Cleo y Mac





- Perfecto, aquí seguro podemos ubicarnos – Se alegra Cleo. Al girar el carruaje notaron que era el mismo camino con el maizal aflorando. –



- ¿Oh otra vez? – Se pregunta Mac refunfuñando – ¿Es que no tiene fin esto?



- Ambos se resignan continuando. –



- ¿Qué extraño, aún es de día? – Se pregunta Cleo al ver su reloj en las horas que pasaban. –



- Es el verano. – Expresa Mac. Ella le muestra el pasar de las agujas y marcaba las diez de la noche. – ¿Qué? ¿No puede ser? – Se asusta, en cuanto las chicharras gritan en el sonido del calor del sol abrazador junto a otros insectos. Hermes se había quedado profundamente dormido nuevamente –



- ¡Míralo como duerme!, ¡Como si no hubiera problemas! – Se comporta fastidiosa Cleo. Mac la mira – Lo siento es que me pone muy nerviosa esta situación. -



Hermes descansa muy plácidamente por el campo. Leticia corre delante de él.





- ¡¡¡Leticia!!!. ¡¡¡¡Leticia!!!! ¡¡¡Ven!!!



- Hermes rápido. Debemos salir de aquí



- Pero...



- No te preguntes. Es el tiempo. Es solo el tiempo. Tú corre lo que más puedas. Todo lo que puedas. – Ambos estaban corriendo a toda velocidad









en el campo de batalla, las bombas caían por doquier, y Leticia quedo detrás de Hermes.



- ¡¡¡¡Leticia!!!! – Grita Hermes. –



- ¡¡No Hermes continua!!





Hermes intenta volver, y una granada produce la explosión volando en mil pedazos ella.



- ¡¡¡Leticia!!! – Reitera Hermes con sus lágrimas –



- Solo corre, y el tiempo se abrirá mi amor. -



- ¡¡¡Leticia!!! - Despierta Hermes transpirado –



- ¿Hermes? – Le pregunta Cleo preocupada –



- ¡Señor Phileas! Digo Hermes – Se preocupa Mac. –



- No es nada. Solo un mal sueño. Nada más.



- Llamabas a alguien – Confiesa Cleo un tanto preocupada por la situación actual, y lo ocurrido en Hermes. –



- No es nada Cleo. Solo un sueño ¿Y ya llegamos al pueblo?



- No, incluso no entendemos que está ocurriendo. Parece que estamos en un camino infinito.



- Hermes pronto se da cuenta de un detalle. ¡Oigan! Hemos estado aquí



- ¿Qué quieres decir?



- Esa mazorca del maizal. Allí, a la izquierda. Cleo Y Mac miran en otra dirección. Oigan es a la izquierda. –



- ¡Es la izquierda!



- ¿La derecha? Su mundo es extraño – ¡¡Bah!! Olvídenlo. Observen ahí - Y



señala con su dedo índice. – Ese plantío de maíz ya lo había visto antes. –



- ¿A qué te refieres? – Pregunta Cleo asustada.



- Ya estuvimos aquí. – Dice Hermes. Mac cae en la cuenta al tener un acto reflejo y recordar ciertas partes de los maizales en una formidable memoria.



- ¡Es cierto! Y la curva recuerdo haberla pasado antes, y después.









- O sea que estamos dando vueltas en círculos. Para la carreta y descienden de ella los tres. Los caballos comenzaban a inquietarse. Pronto Hermes camino de un lado hacia el otro y Mac se acercó a los maizales introdujo su mano, pero vió que era imposible. Cleo intentó lo mismo, y sintió un picor inexplicable.



- ¡Ahh! Eso dolió.



- ¿Cleo estas bien? – Pregunta Hermes. –



- Si, quise introducir mi mano sobre ese plantío pero tiene espinas -



- Ten más cuidado – El maizal se extendía en metros y era impenetrable al respecto. Phileas palpo la tierra y al colocar su mano en el suelo todo se transformó en aquel campo, y Leticia corriendo a gran velocidad.



- Vamos Hermes, rápido. Hay que vencer el tiempo. Si vences el tiempo sales de él.



- ¡¡Leticia!!! –



- Tu solo corre, como si nunca lo hubieras hecho. – El suelo es mágico Hermes como todas las cosas y las personas a tu alrededor. No pierdas la calma. ¡Corre!



- ¡Pero Leticia! Recuerda que es mágico todo lo que encuentres, incluso yo que siempre estaré allí para ti. – Leticia se desvanece, en cuanto Hermes quita la palma de su mano del polvo del suelo. La voz recorría su mente. A gran velocidad, corre. Corre como nunca. –



- ¡¡Es imposible!! Se coloca en un modo de capricho Cleo. – No hay salida. – dice ella. Hermes estaba pensativo y se incorporó del suelo. El camino de las trincheras era el mismo del maizal. Y al final, si al final podía verse una lomada, y era solo cuestión de tiempo.



- Cierto ¿Hay que correr? ¿Solo correr? Ya ni sé lo que estoy pensando ¿Y si fuera solo una sensación?



- Todo es mágico – Dijo Cleo en un momento. Eso le hizo entender a Hermes por lo menos una idea de lo que estaba sucediendo.









- Escuchen debemos regresar a la carroza. Cleo quédate del lado del lado de adentro de la carroza aferrándote a todo lo que este el punta. Ata todo lo que puedas. Mac tu aférrate a mi lado, yo tomaré las riendas.



- ¿Cuál es la idea Hermes? – Se pregunta Mac



- Debemos ir lo más rápido posible por este camino al llegar a esa línea.



- ¿A toda velocidad?



- Sí, no podría explicarlo. Pero aquí hay algo raro con el tiempo. –



- Es verdad. Mi reloj marca un horario nocturno, y apenas hay un sol de tarde. –



- ¡Bien! Démonos prisa. – Todos se suben al carruaje. Cleo saca la soga para aferrar todo lo que pueda. Mac se coloca del lado de Hermes – Aférrate con una soga Mac, y tú también Cleo. – Uno, dos, Tres... ahora... - Hermes impulsa la soga con los caballos – ¡¡¡Arre!!! ¡¡¡Arre!!! ¡¡¡Arre!! – Los dos equinos se levantan en el aire, y escapan a gran velocidad. Tal así que comienzan a ver el paisaje avanzar más y más.



- Bien estamos en tiempo - Dice Cleo. Hermes sigue ajetreando a los caballos para que se muevan, y caen leguas y leguas. Al momento se ve que los animales reducen la velocidad



- ¡Rayos! ¡Vamos no paren! – Grita Hermes que sigue su curso ¡No se detengan! – Los animales continúan con su recorrido, y el paisaje retoma la velocidad. Cleo comienza a moverse de un lado para el otro por el impulso hasta golpearse la cabeza con uno de los bolsos.



- ¿Cleo estas bien? -Expresa Mac – El carruaje parece retomar velocidad, y Hermes sin preguntar está decidido a cruzar la línea.



- ¡Corre! ¡¡Solo corre!! ¡Sin parar! – Expresa Cleo – Casi sonámbula por el golpe. Estaba recostada entre el equipaje sin despertar. El carruaje volaba a la velocidad y los caballos estaban poseídos en su trayectoria. Prosiguieron sin parar hasta que el sol del atardecer se estaba poniendo y luego se retiraba. Mac veía con asombro lo que ocurría en aquel fenómeno meteorológico sin poder creerlo. El sol se iba y a su lado la luna en su









carácter de creciente se hacía a pie en una colina. Ya estaban cerca, y al cruzar la línea continuada del camino encontraron nuevamente la curva en la noche en la cual búhos hacen su aparición y las chicharras siguen su canto del verano. El carruaje disminuyó la velocidad con dos caballos extenuados. -



- ¡Oh No! – Exclama Hermes - ¡Estamos en el mismo camino! – Se fastidia



el teniente como abdicado de la situación.



- ¡Señor Hermes! ¡Vea allá! – Le indica Mac - Mire hay como una salida. Pronto en un último impulso Hermes toma las riendas y siguen trayecto nuevamente a paso veloz. El camino se va cortando como los maizales, hasta dar con una llanura de pastos, y al llegar en medio un bosque semi abierto. Redujeron la velocidad. Y en los contornos de los pastizales criaturas como roedores de tres ojos que lo ven todo iban y venían atrapando lagartijas y algunas aves terrestres. Phileas no dudo en preguntar a Mac que eran – Señor, son ratas. – Le expresa Mac.



Hermes titubeó con cierto pasmo.



- No suelen ser como las que conozco. Son más grande aquí, y tienen tres ojos



- Muchos animales los tienen. Son para una mejor percepción. Otras solo tienen uno, pero es mejor no hablar de ellas. – Dijo Mac- Los ciclopes tienen su lugar de destierro. -



- ¿Tres ojos? ¿Ciclopes? Creo que hay mucho para que me cuenten.



- Mire ya casi nos adentramos al bosque – Bosteza Mac. Del otro lado del carruaje los ronquidos de Cleo se extendían como alaridos. Ambos se dieron la vuelta para observar el espectáculo.



- ¿Crees que pueda descansar alguien en el bosque con esos ronquidos?



- Estem señor Hermes. Lo dudo. – Se sorprende Mac.



- Vamos a parar aquí justo en la entrada. Haremos una fogata. Los caballos ya tuvieron suficiente por hoy.



- Logramos salir de allí que era lo importante ¿Y la señorita Cleo?









- Déjala descansar. – Hermes sale de allí a recoger unos leños – Tu Mac quédate por si acaso. Cualquier cosa grita ¿Eh?



- Si señor – Dice Mac y hace el gesto de saludo militar que había visto en Takeda. Hermes sonríe y le devuelve el mismo.



Hermes sale de entre la maleza y comienza a recoger leños, a medida que va transitando se da cuenta que no está solo. Los ojos de la noche lo ven todo. Y muchos son los que se van detallando a medida que la posible presa se hace presente. Algo los observa pero no se acerca. Hermes se percata de ello.



- Hay alguien aquí- dice Hermes y lanza uno de los leños en dirección a unos arbustos, y pronto sale escapando una criatura, que luego es devorada por otra que esperaba bajo tierra. al ver eso Hermes se asusta por lo que veía. Era una criatura como las que él conoce y tanto pánico le teme. La seda de la tela que se iba expandiendo en el árbol aledaños a los arbustos. Con capacidad fugaz lo miraba desde lejos esperando que caiga en su trampa. – Sera posible. Este mundo es toda una trampa. Algunas luciérnagas iluminaron como faroles todo el sector. Hermes sacó su pistola ante la duda por si el peligro se acercaba a él. Él podía ser cazador, o presa. Pero quien lo esperaba sabía que debía ser una posible presa. Eran ocho ojos expectantes. Que aguardaban desde arriba. Y otros ochos ojos en su madriguera.



Al juntar todo lo posible, empezó a retomar camino. Sentía un pánico que solo le hacían sentir los arácnidos. Por esa mala experiencia de un recuerdo de la niñez que no lo dejaba descansar. Se movió rápido para salir de allí, pues todo asustaba en este plano del mundo. En ese instante meditaba ante el pánico, sobre su otro mundo de guerra, que era bastante distinto a éste, y si de alguna manera podría regresar. Todo comenzó con esa luz que como destello prohibía ver todo alrededor. Un ataque y su biplano en plena caída. Luego desperté, se dijo. Estaba recostado, a unos metros Takeda. No teníamos un solo rasguño, solo un leve dolor de cabeza. ¿Y mi avión? ¿Y el avión de Takeda? ¿Qué había sucedido con ellos?









Todo fue tan repentino se expresaba una y otra vez. Luego llegar un pueblo extraño, ir a un castillo, y de repente nos ataca un monstruo gigante y varios esqueletos con partes de carne en su interior cubiertos como si fueran parcas ambulantes en corceles cadavéricos. Y me encontré desenfundando una espada con una luz y luchando como si fuera un caballero cruzado en plena guerra de infieles ¿Qué es todo esto? Y ahora estoy en un viaje con dos individuos. Mi soldado Takeda está muerto, ¿Y estoy yendo a rescatar dos almas? Dos individuos son mis compañeros. Un niño, al cual me comprometí a proteger como si fuera mi hijo y una chica veinteañera que riñe conmigo como lo hacía Leticia en sus comienzos ¿Leticia cómo podría volver a verte? A veces te extraño como si fuera al último momento. Que increíble. Del miedo al bosque y su criaturas, pase a las arañas y luego a recordar todo lo sucedido, y luego a ti Leticia. Es difícil olvidar y más difícil recordar lo que se quiere. Pues es parte de olvidar también. A veces quiero recordar, pero me cuesta, y esos recuerdos vienen del olvido junto a los que no quiero en mi mente. Y lo maravilloso y aterrador se vuelve uno por sí mismo. Quiero tus besos pero, no tu partida. Quiero tus abrazos, pero no tus lágrimas, quiero tu sexo puro de vida, pero no tu dolor de sangre.



- Ya ni sé lo que digo. Debo regresar mejor.





El bosque, destacado vigilante del todo. Preponderante en su esplendor sigue controlando a este invasor; La presa que espera ser cazada mientras reflexiona en su vida, y lo sucedido. Cleo despierta bostezando con firmeza, luego estira todo su cuerpo.



- ¿Llegamos? Tuve un sueño en el cual salíamos del camino.



- Lo logramos. – Dice Mac sonriente. Fue una tarea ardua del señor Phileas



- Sí, no sé lo que paso. – Se rasca la cabeza Ella. –





Mac buscaba unas latas de comida. Y un abrelatas de gancho. Abre uno y se lo da a Cleo. –



- ¡Gracias Mac! – Sonríe ella. – ¿Y Hermes?









- Salió a buscar leños, para encender una fogata. –



- ¿Quee? – Se enoja Ella. Mac se asusta de su expresión. – ¡Éste hombre es un tonto! Es peligroso salir en éste selvatico sitio – El enfado la hace saltar de la carroza. Los caballos comienza a pastar, Mac les lleva agua. Ella comienza a mirar a todos lados como preocupada por si le pasare algo. -



- ¿Dónde se abra metido este tipo?- Ya me las va a pagar se pone de brazos cruzados con rostro de intranquilidad.



- ¡Ey! Tranquila Cleo. Tu héroe está aquí – Llegar Hermes con los leños que deposita en un suelo.



- Tú no eres mi héroe ¡Y trata de no preocuparnos! Mac estaba nervioso porque te fuiste



- Yo no estaba preocupado – Confiesa Mac que se extraña frunciendo el ceño. La que preguntó fuiste tú Cleo.



- ¡¡Cállate Mac!! - Y le arroja la lata de comida vacía luego de devorarla golpeando su espalda. Encima me ha caído mal la comida. – manifiesta de forma caprichosa. –



- ¡¡Ayy!! – Se lamenta del dolor Mac. -





Hermes se ríe, mientras enciende el fuego. Arroja todos los leños que tenía, más otros que había por allí. La idea era mantener una llamarada para el frio y los depredadores. De algo estaba seguro el teniente Hermes Phileas. No estaban solos. Y no se refería solo a criaturas malévolas y codiciosas de comida en su hambre. Algo más intenso los esperaba adentrándose en las profundidades de todos esos enumérales y tupidos cipreses y robles de forma extrañas que se configuran en dominarlo todo en su manifestación. En el insondable sitio hay recónditos secretos. Los hay en todos lados, y aquí en el continente murias se presentan en las retinas de Phileas



- Esta noche estará bien. Pero hay que estar alerta. Está lleno de peligros – Expresa Hermes que genera una gran fogata del lado de donde él venía a





fin de evitar que llegasen a ellos. El fuego resulta a veces un aliado incuestionable. –

- No pasara nada – Confiesa Cleo. Estoy segura que estamos a salvo.

- ¿Por qué me cuesta creerte? – Se dice Hermes en cuanto atiza el fuego. - Un coscorrón de parte de ella, como para dar concluido el día.

El abismal bosque los abraza en esta noche de luna creciente, y estrellas diseminadas. Cleo se sintió un tanto mal por el porrazo. Hermes descansaba plácidamente sin dormir. Al acercarse Cleo, quiso disculparse del golpe sin síntomas de hostilidad. Se dispuso a preguntar si del sitio del cual llegaba era diferente. Por lo menos en un sinónimo de paz, e interés. -

- Tal vez aquí todo te parece extraño. Incluso a mí a veces me cuesta comprender.

- Supongo que no tenemos otro remedio que reverenciar lo que no tiene explicación. Y sentarnos en algún rincón, aunque sea a tratar entender ello. No es quizás lo mío. Yo solo actuó, sin esa requerida explicación.

- ¿Siempre te has dispuesto actuar de esa forma?

- ¿Sin preguntas? Es mejor así ¿Para qué preguntar lo que ya se ha contestado?

- Eres una persona interesante.

- ¿Un ratón de laboratorio?

- Descuida no tengo razones para investigarte.

- Ya estoy acostumbrado. – Se resigna Hermes – Es mejor descansar, mañana será otro día largo. -

Cleo no dijo nada.



..................................

..............................



Imagina que todo fuera como si supieras que nunca concluiría. En un bar con una copa de vino en mi mano, en el mundo que me vio nacer, lo creía como puras patrañas. Aquí la imaginación, tiene otro significado. Uno, no se rinde tan fácilmente me dijo una vez Cleo-

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Diego Leandro Couselo
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