Descargar
https://es.novelcool.com/novel/original/id-247649.html
https://es.novelcool.com/chapter/Cap-tulo-7/11441359/
https://es.novelcool.com/chapter/Cap-tulo-9/11441564/

Capítulo 8

Aquella tarde el periódico del señor Bucket anunciaba el descubrimiento no sólo del tercer Billete
Dorado, sino también del cuarto. DOS BILLETES DORADOS ENCONTRADOS HOY, gritaban los
titulares. YA SOLO FALTA UNO.
—Está bien —dijo el abuelo Joe, cuando toda la familia estuvo reunida en la habitación de los ancianos
después de la cena—, oigamos quién los ha encontrado.
—El tercer billete —leyó el señor Bucket, manteniendo el periódico cerca de su cara porque sus ojos eran
débiles y no tenía dinero para comprarse unas gafas—, el tercer billete lo ha encontrado la señorita Violet
Beauregarde. Reinaba un gran entusiasmo en la casa de la señorita Beauregarde cuando nuestro periodista
llegó para entrevistar a la afortunada joven; las cámaras fotográficas estaban en plena actividad, estallaban
los fogonazos de los flashes y la gente se empujaba y daba codazos intentando acercarse un poco más a la
famosa muchacha. Y la famosa muchacha estaba de pie sobre una silla en el salón agitando
frenéticamente el Billete Dorado a la altura de su cabeza como si estuviese llamando a un taxi. Hablaba
muy de prisa y en voz muy alta con todos, pero no era fácil oír lo que decía porque al mismo tiempo
mascaba furiosamente un trozo de chicle.
«Normalmente, yo suelo mascar chicle», gritaba, «pero cuando me enteré de este asunto de los billetes
del señor Wonka dejé a un lado el chicle y empecé a comprar chocolatinas con la esperanza de tener
suerte. Ahora, por supuesto, he vuelto al chicle. Adoro el chicle. No puedo pasarme sin él. Lo mastico
todo el tiempo salvo unos pocos minutos a la hora de las comidas, cuando me lo quito de la boca y me lo
pego detrás de la oreja para conservarlo. Si quieren que les diga la verdad, simplemente no me sentiría
cómoda si no tuviese ese trocito de chicle para mascar durante todo el día. Es cierto. Mi madre dice que
eso no es femenino y que no hace buena impresión ver las mandíbulas de una chica subiendo y bajando
todo el tiempo como las mías, pero yo no estoy de acuerdo. Y además, ¿quién es ella para criticarme?
Porque si quieren mi opinión, yo diría que sus mandíbulas suben y bajan casi tanto como las mías cuando
me grita a todas horas.»
«Vamos, Violeta», dijo la señora Beauregarde desde un rincón del salón, donde se había subido encima
del piano para evitar que la arrollase la multitud.
«¡Está bien, mamá, no te pongas nerviosa!», gritó la señorita Beauregarde. «Y ahora», prosiguió,
volviéndose otra vez a los periodistas, «puede que les interese saber que este trozo de chicle que tengo en
la boca lo llevo masticando desde hace más de tres meses. Eso es un récord. He batido el récord alcanzado
por mi mejor amiga, la señorita Cornelia Prinzmetel. ¡Vaya si se enfadó! Ahora este trozo de chicle es mi
más preciado tesoro. Por las noches lo pego a uno de los barrotes de mi cama, y por las mañanas sigue tan
bueno como siempre, quizá un poco duro al principio, pero en cuanto lo mastico dos o tres veces se
ablanda en seguida. Antes de empezar a masticar para batir el récord mundial solía cambiar mi chicle una
vez al día. Lo hacía en el ascensor cuando volvía de la escuela. ¿Por qué en el ascensor? Porque me
gustaba pegar el trozo de chicle que me quitaba de la boca en uno de los botones del ascensor. Entonces la
persona que viniese después de mí y apretase el botón se quedaba con mi trozo de chicle pegado al dedo.
¡Ja! ¡Y vaya escándalo que armaban algunos! Los mejores resultados se obtienen con mujeres que llevan
un par de guantes muy caros. Oh, si, estoy contentísima de ir a la fábrica del señor Wonka. Y tengo
entendido que después va a darme chicle suficiente para el resto de mi vida. ¡Bravo! ¡Hurra!»
—Una niña odiosa —dijo la abuela Josephine.
—¡Despreciable! —dijo la abuela Georgina—. Un día tendrá un pegajoso final, mascando tanto chicle.
Ya lo verás.
—¿Y quién encontró el cuarto Billete Dorado, papá —preguntó Charlie.
—Déjame ver dijo el señor Bucket, escrutando el periódico—. Ah, sí, aquí está. El cuarto Billete Dorado
—leyó— lo encontró un niño llamado Mike Tevé.
—Apuesto que es otro mal bicho —masculló la abuela Josephine.
—No interrumpas, abuela—dijo la señora Bucket.
—El hogar de los Tevé —dijo el señor Bucket, prosiguiendo con su lectura— estaba abarrotado, como
todos los demás, de entusiasmados visitantes cuando llegó nuestro reportero, pero el joven Mike Tevé, el
afortunado ganador, parecía terriblemente disgustado con todo el asunto. «¿No ven que estoy mirando
televisión?», dijo furioso. «¡Me gustaría que no me interrumpiesen!»
El niño de nueve años estaba sentado delante de un enorme aparato de televisión, con los ojos pegados a
la pantalla, y miraba una película en la que un grupo de gangsters disparaba sobre otro grupo de
gangsterscon ametralladoras. El propio Mike Tevé tenía no menos de dieciocho pistolas de juguete dé
varios tamaños colgando de cinturones alrededor de su cuerpo, y de vez en cuando daba un salto en el aire
y disparaba una media docena de descargas con una u otra de estas armas.
«¡Silencio!», gritaba cuando alguien intentaba hacerle una pregunta. «¿No les he dicho que no me
interrumpan? ¡Este programa es absolutamente magnífico! ¡Es estupendo! Lo veo todos los días. Veo
todos los programas todos los días, aun hasta los malos, en los que no hay disparos. Los que más me
gustan son los de gangsters. ¡Esos gangsters son fantásticos! ¡Especialmente cuando empiezan a llenarse
de plomo unos a otros, o a desenfundar las navajas, o a partirse los dientes con nudillos de acero! ¡Caray,
lo que yo daría por poder hacer lo mismo! ¡Eso sí que es vida! ¡Es estupendo»
—¡Ya es suficiente! —estalló la abuela Josephine—. ¡No puedo soportar seguir oyéndolo!
—Ni yo —dijo la abuela Georgina—. ¿Es que todos los niños se portan ahora como estos mocosos que
estamos oyendo?
—Claro que no —dijo el señor Bucket, sonriéndole a la anciana en la cama—. Algunos sí, por supuesto.
En realidad bastantes lo hacen. Pero no todos.
—¡Y ahora sólo queda un billete! —dijo el abuelo George.
—Es verdad —dijo la abuela Georgina—. ¡Y tan seguro como que mañana por la noche tomaré sopa de
repollo para la cena, ese billete irá a manos de algún otro crío desagradable que no lo merezca!

Fin del capítulo

Informe
<<Prev
Siguiente >>
Disco_0467
Donar
Catalogar
Ajuste
Fuente
Arial
Georgia
Comic Sans MS
Tamaño de la fuente
14
Antecedentes
Informe
Donar
Oh no, este usuario no ha configurado un botón de donación.
English
Español
lingua italiana
Русский язык
Portugués
Deutsch
Éxito Advertir Nuevo Se acabó el tiempo NO Resumen Más detalles Por favor califique este libro Por favor escribe tu comentario Respuesta Seguir Seguido Este es el último capítulo. ¿Estás seguro de eliminar? Cuenta Le hemos enviado un correo electrónico con éxito. Puede consultar su correo electrónico y restablecer la contraseña. Has restablecido tu contraseña con éxito. Vamos a la página de inicio de sesión. Leer El tamaño mínimo de tu portada debe ser de 160 * 160px El tipo de portada debe ser .jpg / .jpeg / .png Este libro aún no tiene ningún capítulo. Este es el primer capítulo Este es el último capítulo Vamos a la página de inicio. * El nombre del libro no puede estar vacío. * El nombre del libro ha existido. Al menos una foto Se requiere la portada del libro Introduzca el nombre del capítulo Crear con éxito Modificar con éxito No modificar Fallar Código de error Editar Borrar Sólo ¿Estás seguro de eliminarlo? Este volumen todavía tiene capítulos Crear capítulo Doblez Eliminar con éxito Introduzca el nombre del capítulo ~ Luego haga clic en el botón 'elegir imágenes' ¿Estás seguro de cancelar la publicación? La imagen no puede ser menor de 300 * 300 Ha fallado El nombre no puede estar vacío El formato del correo electrónico es incorrecto La contraseña no puede estar vacía Debe tener entre 6 y 14 caracteres Verifique su contraseña nuevamente