Capítulo 29
—Debemos bajar a ver a nuestros amigos antes que nada —dijo el señor Wonka. Apretó un botón
diferente el ascensor empezó a descender, y al cabo de un momento estaba sobrevolando las puertas de la
fábrica.
Mirando hacia abajo, Charlie podía ver ahora a los niños y a sus padres, de pie en un pequeño grupo junto
a los portones. —Sólo puedo ver a tres —dijo—. ¿Quién falta? —Supongo que Mike Tevé —dijo el señor
Wonka Pero vendrá pronto. ¿Ven los camiones? —el señor Wonka señaló una fila de gigantescos
camiones cubiertos aparcados a poca distancia de allí.
—Sí —dijo Charlie—. ¿Para qué son? —¿No recuerdas lo que decía en los Billetes Dorados? Todos los
niños se vuelven a sus casas con un provisión de golosinas para el resto de sus vidas. Hay un camión para
cada uno cargado hasta el tope. ¡Aja, allá va vuestro amigo Augustus Gloop! ¿Le veis? ¡Está subiéndose
al primer camión con su padre y su madre!
—¿Quiere decir que de verdad está bien? — preguntó Charlie asombrado—. ¿Aun después de haber
pasado por ese horrible tubo? —Claro que está bien —dijo el señor Wonka. —¡Ha cambiado! —dijo el
abuelo Joe, mirando a través de la pared de cristal del ascensor—. ¡Era muy gordo! ¡Ahora está delgado
como un hilo!
—Claro que ha cambiado —dijo riendo el señor Wonka—. Ha encogido dentro del tubo. ¿No lo
recuerdan? ¡Miren! ¡Allá va Violet Beauregarde, la fanática del chicle! Parece que después de todo se las
han arreglado para exprimirla. Me alegro mucho. ¡Y qué aspecto más saludable tiene! ¡Mucho mejor que
antes!
—¡Pero tiene la cara de color púrpura! —gritó el abuelo Joe. —Es verdad —dijo el señor Wonka—. Pero
eso no tiene remedio. —¡Dios mío! —gritó Charlie—. ¡Miren a la pobre Veruca Salt y al señor Y la
señora Salt! ¡Están cubiertos de basura!
—¡Y aquí viene Mike Tevé! —dijo el abuelo Joe— . ¡Santo Cielo! ¿Que le han hecho? ¡Mide tres metros
de altura .y está tan delgado como un fideo! —Le han estirado demasiado en la máquina de estirar chicle
—dijo el señor Wonka—. Qué descuidados.
—Pero, ¡eso es horrible para él!—gritó Charlie.
—Tonterías —dijo el señor Wonka— Tiene mucha suerte. Todos los equipos de baloncesto del país
intentarán contratarle. Pero ahora —añadió— ha llegado el momento de dejar a esos cuatro niños tontos.
Tengo algo muy importante que decirte, mi querido Charlie —el señor Wonka apretó otro botón y el
ascensor se elevó hacia el cielo.
Fin del capítulo
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