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Capítulo 17

Cuando el señor Wonka se volvió y vio lo que estaba haciendo Augustus, gritó: —¡Oh, no! ¡Por favor,
Augustus, por favor! ¡Te ruego que no hagas eso! ¡Mi chocolate no debe ser tocado por manos humanas!
—¡Augustus! —llamó la señora Gloop—. ¿No has oído lo que te ha dicho el señor? ¡Aléjate ahora mismo
de ese río!
—¡Esto es estupendo! —dijo Augustus, sin hacer el menor caso de su madre ni del señor Wonka— .
¡Vaya! ¡Necesito un cubo para beberlo!
—Augustus —gritó el señor Wonka, dando pequeños saltos y agitando su bastón—, debes alejarte de ahí.
¡Estás ensuciando mi chocolate!
—¡Augustus! —gritó la señora Gloop. —¡Augustus! —gritó el señor Gloop.
Pero Augustus era sordo a todo menos a la llamada de su estómago. Ahora estaba tumbado en el suelo
con su cabeza sobre el río, lamiendo el chocolate como si fuese un perro.
—¡Augustus! —gritó la señora Gloop—. ¡Contagiarás ese resfriado que tienes a un millón de personas en
todo el país!
—¡Ten cuidado, Augustus! —gritó el señor Gloop—. ¡Te estás inclinando demasiado!
El señor Gloop tenía razón. De pronto se oyó un grito, y luego el ruido de una salpicadura, y al río cayó
Augustus Gloop, y en menos de un segundo había desaparecido bajo la oscura superficie.
—¡Salvadlo! —gritó la señora Gloop, poniéndose pálida y agitando su paraguas—. ¡Se ahogará! ¡No sabe
nadar! ¡Salvadlo! ¡Salvadlo!
—. ¡Yo no me meto allí! ¡Llevo puesto mi mejor traje!
La cara de Augustus Gloop volvió a salir a la superficie, marrón de chocolate.—¡Socorro! ¡Socorro!
¡Socorro! —gritó—.¡Sacadme de aquí!
—¡No te quedes ahí parado! —le gritó la señora Gloop al señor Gloop—. ¡Haz algo!
—¡Estoy haciendo algo! —dijo el señor Glopp, que ahora se estaba quitando la chaqueta y preparándose
para zambullirse en el chocolate. Pero mientras hacía esto, el desgraciado muchacho iba siendo
succionado y estaba cada vez más cerca de la boca de uno de los tubos que colgaban sobre el río.
Entonces, de repente, la intensa succión se apoderó completamente de él, y el niño fue empujado debajo
de la superficie y luego dentro de la boca del tubo.
El grupo esperó sin aliento en la orilla del río para ver por dónde iba a salir.
—¡Allá va! —gritó alguien, señalando hacia arriba.
Y efectivamente, como el tubo era de cristal se vio claramente cómo Augustus Gloop salía disparado
hacia arriba dentro del tubo como un torpedo.
—¡Socorro! ¡Asesinato! ¡Policía! —chilló la señora Glooop—. ¡Augustus, vuelve aquí inmediatamente!
¿Dónde vas?
—No me explico —dijo el señor Gloop— cómo ese tubo es lo suficientemente ancho para permitirle el
paso.
—¡No es lo suficientemente ancho! —dijo Charlie Bucket—. ¡Dios mío! ¡Mirad! ¡Se está frenando!
—¡Es verdad! —dijo el abuelo Joe.
—¡Se quedará atascado! —dijo Charlie.
—¡Creo que sí! —dijo el abuelo Joe.
—¡Caramba, se ha quedado atascado! —dijo Charlie.
—¡Es por culpa de su estómago! —dijo el señor Gloop.
—¡Ha atascado el tubo entero! —dijo el abuelo Joe.
—¡Al diablo con el tubo! —gritó la señora Gloop, que seguía agitando su paraguas—. ¡Augustus, sal de
ahí inmediatamente!
Los que miraban desde abajo podían ver cómo el chocolate burbujeaba en el tubo alrededor del niño, y
también cómo se agolpaba detrás de él en una sólida masa, presionando contra el taponamiento. La
presión era terrible. Algo tenía que ceder. Algo cedió, y ese algo fue Augustus. ¡WHOOOF! Una vez más
salió disparado hacia arriba como una bala en el cañón.
—¡Ha desaparecido! —gritó la señora Gloop—. ¿A dónde va ese tubo? ¡De prisa! ¡Llamad a los
bomberos!
—¡Mantenga la calma! —gritó el señor Wonka—. Mantenga la calma, mi querida señora, mantenga la
calma. ¡No hay peligro! ¡No hay peligro ninguno! Augustus va a hacer un pequeño viaje, eso es todo. Un
viaje de lo más interesante. Pero saldrá de él en perfectas condiciones, ya lo verá.
—¿Como es posible que salga en perfectas condiciones? —exclamó la señora Gloop—. Le convertirán en
bombones en cinco segundos.
—¡Imposible! —gritó el señor Wonka—. ¡Imposible! ¡Inconcebible! ¡Absurdo! ¡No pueden convertirle
en bombones!
—¿Y por qué no, si se puede saber? —gritó la
—¡Porque ese tubo no va a la sección de los bombones! —respondió el señor Wonka—. ¡Ni siquiera pasa
por allí! Ese tubo, el tubo por el que Augustus ha salido despedido, conduce directamente a una sección
donde se fabrica una deliciosa crema de fresas recubierta de chocolate...
—¡Entonces lo convertirán en crema de fresas recubierta de chocolate! —chilló la señora Gloop—. ¡Mi
pobre Augustus! ¡Mañana por la mañana le venderán por kilos por todo el país!
—Tienes razón —dijo el señor Gloop.—¡Sé que tengo razón —dijo la señora Gloop.—No es como para
hacer bromas —dijo el señor Gloop.
—¡El señor Wonka no parece compartir tu opinión! —gritó la señora Gloop—. ¡Mírale! ¡Se está riendo a
carcajadas! ¡.Cómo se atreve a reírse de ese modo cuando mi hijo acaba de ser aspirado por un tubo? ¡Es
usted un monstruo! — chilló, amenazando al señor Wonka con su paraguas como si fuese a ensartarle en
él. A usted le parece una broma ¿verdad? A usted le parece que succionar a mi hijo y llevárselo a su
sección de crema de fresas recubierta de chocolate es una magnífica broma.
—No le ocurrirá nada —dijo el señor Wonka, riendo ligeramente.
—¡Le convertirán en crema de fresas! —chilló la señora Gloop.
—¡Nunca! —gritó el señor Wonka.
—¡Claro que sí! —chilló la señora Gloop.
—¡Yo no lo permitiría! —gritó el señor Wonka.
—¿Y por qué no? —chilló la señora Gloop.
—¡Porque el sabor sería horrible! —dijo el señor Wonka—. ¡Imagínese! ¡Crema de Augustus recubierta
de Gloop! Nadie la compraría.
—¡Claro que la comprarían! —gritó indignado el señor Gloop.
—¡No quiero ni pensarlo! —gritó la señora Gloop.
—Ni yo —dijo el señor Wonka—. Y le prometo, señora, que su hijo está perfectamente a salvo.
—Si está perfectamente a salvo, ¿dónde está entonces? —exclamó la señora Gloop—. ¡Lléveme con él
inmediatamente!
El señor Wonka se volvió y chasqueó los dedos, click, click, click, tres veces. Al instante apareció un
Oompa-Loompa como de la nada y su puso a su lado.
El Oompa-Loompa hizo una reverencia y sonrió enseñando hermosos dientes blancos. Su piel era casi
negra, y la parte superior de su lanuda cabeza llegaba a la altura de la rodilla del señor Wonka. Levaba la
acostumbrada piel de ciervo echada sobre uno de sus hombros.
—¡Escúchame bien! —dijo el señor Wonka, mirando al diminuto hombrecillo—. Quiero que lleves al
señor y a la señora Gloop a la sección de crema de fresas y les ayudes a encontrar a su hijo Augustus.
Acaba de irse por uno de los tubos.
El Oompa-Loompa dirigió una mirada a la señora Gloop y luego estalló en sonoras carcajadas.
—¡Oh, cállate! —dijo el señor Wonka—. ¡Contrólate un poco! ¡A la señora Gloop no le parece nada
gracioso!
—¡Ya lo creo que no!—dijo la señora Gloop.
—Ve directamente a la sección de fresas —le dijo el señor Wonka al Oompa-Loompa—, y cuando
llegues allí coge un largo palo y empieza a revolver el barril donde se mezcla el chocolate. Estoy casi
seguro de que le encontrarás allí. ¡Pero será mejor que te des prisa! Si lo dejas demasiado tiempo dentro
del barril donde se mezcla el chocolate puede que lo viertan dentro del barril donde se cuece la crema de
fresas, y eso sí que sería un desastre, ¿verdad? ¡Mi crema de fresas quedaría arruinada!
La señora Gloop dejó escapar un grito de furia.
—Estoy bromeando— dijo el señor Wonka, riendo silenciosamente detrás de su barba—. No quise decir
eso. Perdóneme. Lo siento. ¡Adiós, señora Gloop! ¡Adiós señor Gloop! ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Les veré más
tarde...!
Cuando el señor y la señora Gloop y su diminuto acompañante se alejaron corriendo, los cinco
Oompa-Loompas que estaban al otro lado del río empezaron de pronto a saltar y a bailar y a golpear
desenfrenadamente unos pequeñísimos tambores. —¡Augustus Gloop! —cantaban—. ¡Augustus Gloop!
¡Augustus Gloop! ¡Augustus Gloop!
—¡Abuelo —exclamó Charlie—. ¡Escúchalos, abuelo! ¿Qué están haciendo?
—¡Ssshhh! —susurró el abuelo Joe—. ¡Creo que nos van a cantar una canción!
—¡Augustus Gloop!—cantaban los Oompa-Loompas—.
¡Augustus Gloop! ¡Augustus Gloop!
¡No puedes ser tan comilón!
¡No lo debemos permitir!
¡Esto ya no puede seguir!
Tu gula es digna de pavor
,Tu glotonería es tal que inspira horror!
Por mucho que este cerdo viva
Jamás será capaz de dar Siquiera un poco de
alegría
O a sus placeres renunciar
Y por lo tanto lo que haremos
En caso tal es lo siguiente:
La suavidad utilizaremos
Un medio sutil y convincente.
Apresaremos al culpable
Y con un mágico ademán
Haremos de él algo agradable
Que a todo el mundo encantará
Como un juguete, por ejemplo,
Una pelota, un balancín,
Una muñeca o una comba,
Un trompo o un monopatín
.Aunque este niño repugnante
Era tan malo, era tan vil,
Tan comilón y horripilante,
Tan caprichoso e infantil
Que no perdimos un instante
En decidir cuál de sus mil
Vicios era el más importante.
La gula, sí, era el principal
,Por ser pecado capital.
Ya tal vicio, tal castigo.
En eso convendréis, amigos.
¡Ya está! —decidimos—.
Ha llegado el día
De dar a este niño su justo escarmiento.
Le haremos pasar por la tubería
Sin dudarlo siquiera un momento.
Y pronto verá, despavorido,
Que en la sala adonde ha ido
A parar, cosas extrañas
Se suceden. Ni sus mañas
Le ayudarán, llegado allí.
¡Oh, Augustus, pobre de ti!
Mas no hay por qué estar alarmados.
Augustus no será dañado.
Aunque sí hemos de admitir
Que será modificado.
Cambiará de lo que ha sido
Una vez que haya pasado
Por el chocolate hervido.
En el barril, poco a poco,
Las ruedas echan a andar.
Cien cuchillos, como locos
Empiezan a triturar
Lo que hay dentro del brebaje
Mientras gira el engranaje
Que la mezcla ha de licuar
.Añadimos el azúcar
Y los demás ingredientes,
Y con el último hervor (El chocolate está
ardiente)
Ya podemos, sin temor
,Sacar a Augustus del fuego
Para asegurarnos luego
De que ha cambiado, ¡sí, señora
¡Ha cambiado! ¡Es un milagro!
Este niño, que entró grueso
En el barril, sale magro
.Este niño feo y obeso
Este, a quien nadie quería,
Cambió de la noche al día
Gracias a nuestros desvelos.
Todos le quieren, ¿pues quién podría
Odiar a un riquísimo caramelo?
¿No son encantadores? Pero no debéis creer una sola palabras de lo que han dicho. ¡Son todo pamplinas!
—¿Están realmente bromeando los Oompa-Loompas, abuelo?—preguntó Charlie.
—Claro que están bromeando —respondió el abuelo Joe—. Deben estar bromeando. Al menos, espero
que estén bromeando. ¿Tú no?

Fin del capítulo

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