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Capítulo 27

Mike Tevé estaba aún más excitado que el abuelo Joe al ver cómo una chocolatina era enviada por
televisión.—Pero, señor Wonka —gritó—. ¿Puede usted enviar otras cosas por el aire del mismo
modo?¿Cereal para el desayuno por ejemplo?
—¡Por favor! —gritó el señor Wonka—. ¡No menciones esa horrible comida delante de mí! ¿Sabes de
qué está hecho el cereal para el desayuno? ¡Está hecho de esas pequeñísimas virutas de madera que se
encuentran dentro de los sacapuntas!
—¿Pero podría enviarlo por televisión si quisiera como el chocolate? —preguntó Mike Tevé.
—¡Claro que podría!
—¿Y la gente? —preguntó Mike Tevé—, ¿Podría enviar a una persona de un lugar a otro de la misma
manera?
—¡Una persona! —gritó el señor Wonka—. ¿Has perdido la cabeza?
—Pero, ¿podría hacerse?
—Santo cielo, niño, la verdad es que no lo sé... Supongo que sí... Sí, estoy casi seguro de que se podría...
Claro que se podría... Aunque no quisiera correr el riesgo... Podría tener resultados muy desagradables...
Pero Mike Tevé ya había salido corriendo. En cuanto oyó al señor Wonka decir «Estoy casi seguro de que
se podría... Claro que se podría», se volvió y echó a correr a toda prisa hacia el otro extremo de la
habitación donde. se encontraba la enorme cámara. «¡Miradme», gritaba mientras corría. «¡Seré la
primera persona en el mundo enviada por televisión!»
—¡No, no, no, no!—gritó el señor Wonka.
—¡Mike! —gritó la señora Tevé—. ¡Detente! ¡Vuelve aquí! ¡Te convertirás en un millón de diminutos
trocitos!
Pero ahora ya no había quien detuviera a Mike Tevé. El enloquecido muchacho siguió corriendo, y
cuando llegó junto a la enorme cámara se arrojó sobre el conmutador, dispersando Oompa-Loompas a
derecha e izquierda.
—¡Hasta luego, cocodrilo! —gritó, y bajó el conmutador, y en el momento de hacerlo, saltó en medio del
brillo de la poderosa lente. Hubo un relámpago cegador. Luego se hizo el silencio.
Entonces la señora Tevé corrió hacia él... Pero separó en seco en medio de la habitación... Y allí se
quedó... Mirando el sitio donde había estado su hijo... Y su gran boca roja se abrió y de ella salió un
grito:—¡Ha desaparecido! ¡Ha desaparecido! —¡Santo cielo, es verdad! —gritó el señor Tevé.
El señor Wonka se acercó corriendo y puso suavemente una mano en el hombro de la señora
Tevé.—Esperemos que todo vaya bien —dijo—.Debemos rezar para que su hijo aparezca sano y salvo en
el otro extremo.
—¡Mike! —gritó la señora Tevé, llevándose las manos a la cabeza—. ¿Dónde estás?
—Te diré donde está —dijo el señor Tevé—.Está volando por encima de nuestras cabezas en un millón de
diminutos trocitos.
—¡No digas eso! —gimió la señora Tevé.
—Debemos observar la pantalla del televisor –dijo el señor Wonka—. Puede aparecer en cualquier
momento.
El señor y la señora Tevé, el abuelo Joe, el pequeño Charlie y el señor Wonka se reunieron en torno al
—Está tardando muchísimo en aparecer —dijo el señor Tevé, enjugándose la frente. —Dios mío —dijo el
señor Wonka—. Espero que ninguna de sus partes quede atrás.
—¿Qué quiere usted decir? —dijo vivamente el señor Tevé. —No quisiera alarmarles —dijo el señor
Wonka— pero a veces ocurre que sólo la mitad de los trocitos vuelve a aparecer en la pantalla del
televisor. Eso sucedió la semana pasada. No se por qué, pero el resultado fue que sólo apareció la mitad
de la chocolatina.
La señora Tevé lanzó un chillido de horror: —¿Quiere usted decir que sólo la mitad de Mike volverá a
nosotros?
—Esperemos que sea la mitad superior —dijo el señor Tevé. —¡Un momento! —dijo el señor Wonka—.
¡Miren la pantalla! ¡Algo está sucediendo! La pantalla de repente había empezado a parpadear.
Luego aparecieron unas líneas onduladas.
El señor Wonka ajustó uno de los botones y las líneas desaparecieron. Y ahora, muy lentamente, la
pantalla empezó a ponerse cada vez más brillante. —¡Aquí viene! —gritó el señor Wonka—. ¡Sí, es él!
—¿Está entero? —gritó la señora Tevé. —No estoy seguro —dijo el señor Wonka—. Aún es pronto para
saberlo.
Borrosamente al principio, pero haciéndose cada vez más clara a medida que pasaban los segundos, la
imagen de Mike Tevé apareció en la pantalla. Estaba de pie, saludando a la audiencia y sonriendo de oreja
a oreja.
—¡Pero si es un enano! —gritó el señor Tevé. —¡Mike! —gritó la señora Tevé—. ¿Estás bien? ¿Te falta
algún trocito? —¿Es que no se va a poner más grande? —gritó el señor Tevé.—¡Háblame, Mike! —gritó
la señora Tevé. ¡Dialgo! ¡Dime que estás bien!
Una pequeña vocecita, no más alta que el chillido de un ratón, salió del aparato:—¡Hola, mamá! —dijo—.
¡Hola, papá!¡Miradme! ¡Soy la primera persona en el mundo que ha sido enviada por televisión!
—¡Cójanlo!—ordenó el señor Wonka—. ¡Deprisa! La señora Tevé alargó la mano y cogió la diminuta
imagen de Mike Tevé de la pantalla.
—¡Hurra! —gritó el señor Wonka—. ¡Está entero! ¡Está completamente intacto! —¿Llama a eso intacto?
——dijo la señora Tevé, escudriñando la miniatura de niño que corría ahora de un extremo a otro sobre la
palma de su mano, agitando sus pistolas en el aire. Mike Tevé no medía más de dos centímetros de altura.
—¡Ha encogido!—dijo el señor Tevé. —¡Claro que ha encogido! —dijo el señor Wonka—. ¿Qué
esperaban? —¡Esto es terrible! ——gimió la señora Tevé. ¿Qué vamos a hacer? Y el señor Tevé
dijo:—¡No podemos enviarlo así a la escuela! ¡Le pisarán! ¡Le aplastarán! —¡No podrá hacer nada!
—gritó la señora Tevé.
—¡Sí que podré! —chilló la vocecita de Mike Tevé—. ¡Podré ver la televisión!
—¡Nunca más! ——rugió el señor Tevé—. ¡Tiraré el aparato de televisión por la ventana en cuanto
lleguemos a casa! ¡Ya estoy harto de la televisión!
Al oír esto, Mike Tevé cogió una tremenda rabieta. Empezó a saltar como loco sobre la palma de la mano
de su madre, chillando y gritando e intentando morder le los dedos. «¡Quiero ver la televisión!», chillaba.
«¡Quiero ver la televisión! ¡Quiero ver la televisión! ¡Quiero ver la televisión!»
—¡Ven! ¡Dámelo a mí! —dijo el señor Tevé, y cogió al diminuto niño, se lo metió en el bolsillo interior
de su chaqueta y lo cubrió con su pañuelo. Gritos y chillidos se oyeron desde el interior del bolsillo, que
se sacudía con los esfuerzos del pequeño prisionero para salir.
—Oh, señor Wonka —sollozó la señora Tevé—. ¿Cómo podremos hacerle crecer?
—Bueno —dijo el señor— Wonka, acariciándose la barba y mirando pensativamente al techo—. Debo
decir que eso será un tanto difícil. Pero los niños pequeños son muy elásticos y flexibles. Se estiran
muchísimo. ¡De modo que lo que haremos será ponerlo en una máquina especial que tengo para probar la
elasticidad del chicle! ¡Quizá eso lo devuelva a su tamaño normal!
—¡Oh, gracias! —dijo la señora Tevé. —No hay de qué, mi querida señora.
—¿Cuánto cree que se estirará —preguntó el señor Tevé. —Kilómetros, quizá —dijo el señor Wonka—.
¿Quién sabe? Pero se quedará terriblemente delgado. Todo se hace más delgado cuando se estira.
—Exactamente. —¿Cómo de delgado se quedará? —preguntó ansiosamente la señora Tevé. —No tengo
la más mínima idea dijo el señor Wonka—.
Y de todas maneras no importa, porque pronto le engordaremos otra vez. Lo único que tendremos que
hacer es darle una dosis triple de mi maravilloso Caramelo de Súper vitaminas. El Caramelo de Súper
vitaminas contiene enormes cantidades de vitamina A y vitamina B. También contiene vitamina C,
vitamina D, vitamina E, vitamina F, vitamina G, vitamina I, vitamina J, vitamina K, vitamina L, vitamina
M, vitamina N, vitamina O, vitamina P, vitamina Q, vitamina R, vitamina T, vitamina U, vitamina W,
vitamina X, vitamina Y y, créanlo o no, vitamina Z. Las únicas dos vitaminas que no contiene son la
vitamina S, porque le pone a uno enfermo, y la vitamina H, porque hace que le crezcan a uno cuernos en
la cabeza como a un toro. Pero sí tiene una dosis muy pequeña de la vitamina más rara y más mágica de
todas: la vitamina Wonka.
—¿Y ésa qué le hará? —preguntó ansiosamente el señor Tevé. —Hará que le crezcan los dedos de los
pies hasta que sean tan largos como los de las manos... —¡Oh, no!—gritó la señora Tevé.
—No sea tonta —dijo el señor Wonka—. Es algo muy útil. Podrá tocar el piano con los pies. —Pero,
señor Wonka... —¡No quiero discusiones, por favor! —dijo el señor Wonka. Se volvió y chasqueó tres
veces los dedos en el aire. Inmediatamente un Oompa-Loompa apareció junto a él. —Sigue estas órdenes
—dijo el señor Wonka, dándole al Oompa-Loompa un pedazo de papel en el que había escrito las
instrucciones precisas—. Y encontrarás al niño en el bolsillo de su padre. ¡Ya pueden irse! ¡Adiós, señora
Tevé! ¡Adiós, señor Tevé! ¡Y, por favor, no se preocupen! Todos aparecen en la colada, ¿saben?, todos y
cada uno...
En un extremo de la habitación, los Oompa-Loompas estaban junto a la cámara gigante tocando ya sus
diminutos tambores y empezando a saltar arriba y abajo siguiendo el ritmo.
—¡Ya está otra vez! —dijo el señor Wonka—. Me temo que no se pueda impedir que canten.
El pequeño Charlie cogió la mano del abuelo Joe, y los dos se quedaron de pie, junto al señor Wonka, en
medio de la larga y brillante habitación, escuchando a los Oompa-Loompas. Y esto es lo que cantaron:
Hemos aprendido algo primordial,
Algo que a los niños les hace mucho mal.
Yeso es que en el mundo no hay nada peor
Que sentarles frente a un televisor.
De hecho, sería muy recomendable
Suprimir del todo ese trasto abominable.
En todas las casas que hemos encontrado:
Absortos, dormidos, casi idiotizados,
Mirando la tele corno hipnotizados,
Con los ojos fijos en esa pantalla
Hasta que sus órbitas parece que estallan,
(A ver vimos algo que aterra y asombra:
Seis pares de ojos rodar por la alfombra.)
Sentados mirando, mirando sentados,
Parecen de veras estar hechizados.
Borrachos de imágenes, ahítos de ruido
,Ciegos y atontados y reblandecidos.
Oh, sí, ya sabemos que les entretiene
Y que por lo menos quietos les mantiene.
No gritan, no lloran, no brincan, no juegan,
No saltan ni corren, tampoco se pegan.
A usted eso le da mucha tranquilidad,
Es libre de hacer muchas cosas, verdad?
Mas yo le pregunto, ¿ha pensado un momento
Para qué le sirve a su hijo este invento?
¡LE PUDRE TODAS LAS IDEAS!
¡MATA SU IMAGINACIÓN!
¡HACE QUE EN NADA, NADA CREA!
¡DESTRUYE TODA SU ILUSION!
SU POBRE MENTE SE TRANSFORMAEN
UN INUTIL REFLECTOR
CON VER FIGURAS SE CONFORMA,
¡NO SUEÑA, NI EVOCA, NI PIENSA, .SEÑOR!
«¡Muy bien!», dirá usted,
«¡.Muy bien!», gritará,
Mas sí nos llevamos el televisor,
¿Qué haremos en cambio, que se les dará
Para mantenerlos en orden, señor?
A esa pregunta yo responderé
Con otra, que es ésta: Los niños, ¿qué hacían
Para divertirse, cómo entretenían
Sus horas de ocio, qué los mantenía
Tranquilos, contentos, quietos y callados
,Felices, absortos y atentos
Antes de que este diabólico invento
Se hubiese inventado?¿No lo recuerda?
Se 1o diremos
En voz muy alta, lo gritaremos
Para que acierte a comprender:
¡SOLÍAN... LEER, LEER, LEER!LEÍAN Y
LEÍAN y procedían
A leer aun más.
Y todo el día
Lo dedicaban a leer libros, y, por doquier
,En bibliotecas y estanterías,
Sobre las mesas, en librerías,
¡Bajo las camas siempre había
Miles de libros para leer!
Historias fantásticas y maravillosas
De fieros dragones y reinas hermosas
De osados piratas, de astutos ladrones,
De elefantes blancos, tigres y leones.
De islas misteriosas, de orillas lejanas,
De tristes princesas junto a una ventana,
De valientes príncipes, apuestos, galantes,
De exóticas playas, países distantes,
Historias de miedo, hermosas y raras,
Los más pequeños leían los cuentos
¡Historias que hacían que el tiempo volara¡
De Grimm v de Andersen, de Louis Perrault
.Sabían quién era la.
Bella Durmiente,
Y la Cenicienta, y el Lobo Feroz.
Las Mil y Una Noches de magia nutrían
Con mil v una historias sus ensoñaciones.
La gran Scheherezade de la mano traía
A Alí Babá y los Cuarenta Ladrones,
A Aladino y su lámpara maravillosa
Al Genio que otorga deseos e ilusiones,
Y mil aventuras a cual más hermosa.
¡Qué libros más bellos leían
Los niños que antaño leían!
Por eso rogarnos, por eso pedimos
Que tiren muy lejos el televisor,
Y en su sitio instalen estantes de libros
Que llenen sus horas de gozo y fervor.
Ignoren sus gritos, ignoren .sus lloros,
No importan protestas, ní quejas, lii llanto.
Dirán que es: usted un malvado v un ogro,
Con caras de furia, de odio, de espanto.
Mas no tenga miedo, pues le prometemos
Que al cabo de pocos, de ruin, pocos día;
Al verse aburridos, diciendo,
«¿Qué tracemos
Para entretener estas horas vacías?»,
Irán poco a poco acercándose al sitio
Donde usted ha instalado esa librería,
Y cogerán un libro de cualquier estante,
Lo abrirán con cautela, recelosos primero,
Pero ya superados los primeros instantes
No podrán apartarse y. lo leerán entero.
Y entonces ¡que gozo, qué dulce alegría
Llenara sus ojos y su corazón!
Se preguntarán corno pudieron un día
Dejarse embrujar por la televisión.
Y al correr los años, cuando sean mayores,
Recordarán por siempre con agradecimiento
Aquel día feliz, aquel fausto momento
En que usted cambió libros por televisión.
P. D. En cuanto a Mike Tevé,
Sentimos tener que decir
Que con un poco de fe
Quizá logremos impedir
Que quede así.
A ver si crece,
Aunque si no, ¡se lo merece!

Fin del capítulo

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