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La esposa. La verdad detrás del casamiento (primera parte)
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La esposa. La verdad detrás del casamiento (primera parte)

La ayuda al salón Hades. -

La ignorancia es una manera de ser feliz. Es mejor no darse por enterado, pero no hay remedio a la verdad, y la realidad. -



Al llegar a mi trabajo, no crucé a Riff, y por suerte a Clark, si a Rigel la dama de coletas que estaba regañando a una de nuestras compañeras Origima Nashira Deneb. Una chica un tanto tímida, de cabello castaño, ojos color té claro, baja estatura. De ropa informal simple. Vestido, y zapatillas, joven de veinte años. Mi compañera nueva. Según el viejo don Evans. -



- Buenos días soldado Júpiter, veo que aún no está informe. ¿No revisaste el salón?



- Estuve cubriendo la planta baja, el sector de ciencias naturales.



- Era lo debido, pero debiste verificar luego de ello. Estamos con los tiempos muy apresurados como para que se pierdan.



- ¿Podría ayudarme, otra persona?



- No lo veo necesario. Según tu legajo. Llevas tiempo de experiencia.



- De todas maneras, no puedo preparar un informe tan severamente. Es un trabajo de equipo, no individual – Recordé a Gaia en ello – mis capacidades se limitan, ¿Me entiende Rigel? – Le expresé irónicamente como para que englobe todo la situación sin menos preciar. Fue inútil.



- ¡Esperen! ¡No..no..! – Origima quería expresarse entre nosotros, pero era inútil. -









- Para ti, supervisora. Tu forma de meditar el problema no llega a ningún lado. – me dijo de forma tajante. Tanto que hería con su mirada. Escuché que ya había tenido inconvenientes con otros compañeros y compañeras. A decir verdad, la trajeron para que el trabajo salga en tiempo y forma, no obstante sus métodos agresivos con dos días de trabajo no eran efectivos.



- Le recuerdo que somos seres humanos. Y el estrés que produce un mobbing psicológico puede ser contraproducente para el grupo



- Sabía que tus capacidades mentales eran bajas, pero no me imagine que tanto



- ¿Capacidades mentales? – Me dije. Estaba pensando en contestarle pero me genera molestia el tiempo que voy a perder en maldecirte - Mis capacidades son tan efectivas como su manera de trabajar situaciones. Ergo: intento parecerme a mis superiores en un 100 %. Se llama efectividad – Le sonreí. Origima, lanzó una leve risita, y se dio vuelta para no ver el rostro de Rigel.



- ¡Grrr! – El ladrido estaba listo, pero tomó un respiro – ¡Bien! – Hoy deben ingresar a esa sala, y hacer una revisación. Quiero el informe para estos días. – Ordena Rigel.



- ¿Ingresar? – Pregunta Origima –



- ¡Lo que oyeron! - Se retiró dando la espalda. –





Ambos permanecimos pensativos. Quería evitar ir solo, sin embargo con Origima no era muy satisfactorio. Mi idea era que fuéramos varios a realizar el inventario.



El punto de vista de Origima era que debíamos ir a realizar el inventario en un principio.



- ¿Qué haremos? – Pregunta



- Lleva el anotador portátil de la tablet, e iremos clasificando todo.









Entonces nos dirigimos al corredor, allí el ascensor, y luego las escaleras amplias de subida hasta el pasillo oscuro. No me había percatado de que las ventanas estaban llenas de telas de arañas, y una opacidad que hacía pensar que el cielo del otro lado desde la altura estaba nublado. El camino a la puerta principal de la sala, generaba ruidos incesantes entre chirridos de baldosas flojas. Origima estaba detrás de mí con cierto pánico.



- No te preocupes. Es un lugar lúgubre, pero no por ello maldito – Aclaré para dar seguridad, y de ello darme valor ante las creencias mundanas de leyendas lugareñas de edificios o sectores abandonados. – Estuve aquí. Sé que es un sitio tenebroso, aunque es parte de la mente. solo ello.







Al llegar al recorrido final. Estábamos parados frente a la Puerta principal. Recordé aquel miedo, que era distinto a todos ellos. A todos los miedos. Era el gélido ambiente, y añejo aroma del encierro, del olvido y la perdición.



Al abrir las puertas. Una sala inmensa llena de cajas y artículos dispersos. Primero ingresé, y luego detrás de mi Origima que temblaba como si fuera un terremoto interno. Mi corazón estaba bien, latía normal como siempre. Pero a medida que íbamos a lo profundo todo se pronunciaba como una cueva desterrada de la humanidad. Intenté encontrar el interruptor de luz, pero entre el barullo de los elementos esparcidos parecía que todo estaba en una gran licuadora que mezclaba todo. Estábamos casi a la mitad de recorrido utilizando la luz del celular. De ello encontré un velador viejo con una lámpara. Verifique con la poca luminosidad que tenía en mi móvil si el foco estaba en condiciones. El tungsteno estaba completo. Debe funcionar. Allí a la punta de una pared le pedí a Origima si podía acercarse e iluminar para ubicar un lugar donde enchufar dicho aparato.



- ¡Estás loco! No pienso acercarme allí –









- Debemos iluminar el lugar, de lo contrario no podremos realizar nada aquí. Mientras más rápido mejor



Suspiro ella, y fue caminando sigilosamente al horror de encontrar alguna alimaña.



- Me da bastante miedo



- A lo único que hay que temer es a los ratones o ratas que no te muerdan por alguna enfermedad.



- Y los fantasmas



- Deja de decir idioteces. – Claro que también temía a ello. –





Nos separamos uno en cada punta. Oía pasos, y supuse que era Origima la que se encargaba de dar esos pisotones como titulo de nervios. Aunque los mismos se gestaban en las paredes, lo que me pareció algo extraño. Debí analizar bien el lugar. El mapa era muy diferente.



- ¡Origima! ¿Encontraste algo? – pregunte. Pero solo se hizo un silencio nato - ¿Origima? – pregunte nuevamente. No había respuesta. – ¿Ey?



- ¡¡¡¡AHHH!!!! –





Un grito me hizo dirigir hacia donde pensaba que estuviera ella.





- ¿Origima?



- ¡Ahh! A..¡ah!..... ¡¡¡Algo me tocó!!! – Temblaba en el espanto.



- ¿Qué?



- Si, algo.





Pronto las cajas se calleron hacia nosotros. Una silueta se movió rápidamente como una sombra alta y alargada en forma de humanoide. Intente iluminar, y un objeto me golpeo la cabeza.



- ¡Ahh! - Me quejé por ello tomándome con la mano la parte de atrás. Fue un –









- ¡¡Vámonos de aquí Júpiter!!! No quiero estar un segundo más aquí – Se asusta Origima.



- ¡Espera!



- ¡Vamos! - Y me toma la mano. Al darme la vuelta entre la prisa. La silueta se iba agradando. Intenté alumbrar, pero fue inútil era como direccionar al vacio. El redondel de aquella luz solo iba hacia la pared final del salón. Otra caja parecía caerse y otra. Al llegar a la puerta que estaba semi abierta, pasamos del otro lado y allí Origima lanzón un grito atroz.







- ¿Qué Ocurre? - Pregunté







- ¿Qué les pasa? – Dijo







- ¿Gaia? ¿Eres tú?







- ¡Danna! Claro que soy yo. ¡¿Estás bien?! ¿Ella? – preguntó. Mi corazón se aceleró, por lo que me tomé unos segundos para explicar y preguntar.





- Es una historia larga – dije para resumir. - ¿Qué haces aquí?







- Vine a verte. Tu almuerzo estaba en la mesa, y decidí traértelo.







- ¡Oh! Gracias – Me tranquilicé. Origima estaba en el suelo temblando. Y Gaia le extendió la mano





- ¿Te encuentras bien? – Pregunta con una sonrisa. Pronto ella se incorporó.













- Perdón por todo. Es un lugar complicado - Y miré al interior del salón







- ¡Origima! ella es Gaia , mi esposa – Expliqué –







- ¡E!..tt..!eh! es un gusto – Titubeaba ella. –







- Tienes que arreglar todo aquí , supongo – Sacó una conclusión acertada







- Podría decirse que sí. Solo hay algunas complicaciones. –







- ¿Por qué no les ayudo?







- No, para nada Gaia. Aparte no podría pedirte eso. Además si mi supervisora se entera será un problema, como los demás compañeros y compañeras de trabajo.





- ¿Qué la dama insípida que vive en nuestro edificio? Ya he hablado con ella. Igual que aquel encargado que parece saberlo todo, y otros que tienen un alto grado de metiches. No te preocupes. Dejaré las cosas aquí. No tengo nada que hacer en el día de hoy.





De alguna manera me coloqué en una condición de felicidad, pero no quería aprovecharme de ella. -





- Ya me has ayudado demasiado, y sabes a lo que me refiero.



- Solo cumplí con mis deberes conyugales – Sonríe con sus labios altivos. Mi corazón vuelve a latir más aceleradamente. –









- ¡Es un poco complicado Gaia de explicar! No es bueno ingresar allí. Ya veremos qué hacer



- ¿No es bueno? ¿Qué hay allí dentro aparte de tantas cajas?



- Es difícil de narrar. –



- Hay un fantasma – Dice Origima



- ¿Un fantasma? -Deduce Gaia colocándose el dedo índice en la nariz como pensando – ¡MM! ¿No es un poco exagerado?



- ¿Es vedad cariño? ¿O quizás sea un asesino?...... Que no espera con un puñal en su mano, listo para degollarnos – Comencé a divagar con mi rostro con ojos de terror psicópata, e interpretando la situación en el trasfondo de los hechos presentados como pruebas. Y en cuanto a ello, Origima se asustaba en la falacia que expresaba. Debo admitir que mi rostro cuando hablo de historia de terror, son terribles. Gaia dijo una vez. Tú eres temeroso, pero te gusta. Te gusta el miedo ¡DANNA!.. EDSAS PALABRAS FUERON LA PRIMERA MANIFESTACION DE LO QUE VENDRA. ESO DECIA MI CABEZA EN VOZ ALTA. -



- Tiene buenas deducciones Danna, podrías escribir una novela de ficción barata en donde el delincuente psicópata tenga tu mente retorcida. Deja de decir sandeces – Y se dispone a entrar como si no existiera nada, solo ella. Ambos fuimos detrás. El valor de una mujer es su manera osada de encarar todos los limites que se presenten sean muros, o puentes a cruzar. Supongo que es coraje. –



- Me parece muy absurdo que se hallen en estas condiciones ¿Qué tu jefe no tiene otra modalidad de empleo? – Se ofusca Gaia – Y deja de temblar Origima. ¡Agárrate fuerte a mí!, si lo deseas.



Al ingresar el aura de Gaia resplandecía iluminando todo alrededor. Origima se sintió cómoda con aquel asunto. El cabello de Gaia es bello. No es que lo coloqué dentro de un pedestal, lo que en flash de visión del castaño oscuro, se









transformó en rojo como sus ojos que parecen tintes voluminosos como su pecho. ¡Deja de pensar Júpiter, en eso!. Estamos en el salón del fantasma.



¡¡Ahh!! Jamás narré su historia.





Cuando el museo se creó allí por cien años atrás, habían comprado un gran edificio, que pertenecía a una supuesta logia, que no eran ni masones, ni francmasones, ni rosa cruz, ni templarios. En fin. Ese grupo hereje conculcaban ritos en el último piso. Se dice que lo hacían a la estrella del cielo en el cinturón de Orión. No sabían a ciencia cierta qué tipo de ritual, ni hechicería. La cuestión es que se encontraron los documentos que narraron toda la epopeya de lo que sucedido un día D, y no es como Normandía. Fue un 18 de Diciembre ..Hace cien años que recibieron un visitante muy lejano, y masacró a todos y cada uno de los integrantes de la llamada "nueva era", solo quedaron vestigios de marcas de fuego en el suelo.



Debería narrar esta historia con una lámpara alumbrando mi rostro en medio de la oscuridad. No es factible hacerlo, incluso Gaia, y Origima me mirarían como un tonto cuenta historias.



..Bien aquel visitante se dice que ante la falta de razón de esa heterodoxia sacrílega, permanece entre este mundo y los otros, y no deja que nadie actué aquí.



Se han narrado muchas leyendas. El primer encargado muy predecesor de Riff. Desapareció, un sin dejar rastros. Se dieron a conocer muchos indicios de parte de la policía local. Como grandes investigadores no encontraron más que indicios de una gorra que usaba. En esa época, era muy difícil plantear una investigación precisa y amplia. Vinieron otros expertos sin ningún tipo de logro, o eso fue lo que dijeron. En los medios inventaron que aquel hombre encerrado en un crimen pasional desapareció. Su mujer fue encontrada asesinada, supuestamente. Esa es una de las historias. -









Los casos ocurrieron en adelante. Mary Mc Greid. Otra de las personas que trabajan aquí, ingresó sin descuido y conocimiento del asunto. Narra en su declaración que un monstruo gigante se abalanzó sobre ella, en el susto ella comenzó a correr. Especificó que muchas voces atacaban sus oídos. Eran como lamentos. La mujer terminó en un hospicio ahorcándose.



La ultima historia, era la de Yui Yuihima. De origen japonés y creyentes de las entidades de la naturaleza, sintoístas para ser más preciso. Fue encomendada para realizar estudios en aquel salón. Paso todo un día. Ella nunca salió. No se sabe dónde está. Una tropilla de policías ingresó, y no encontraron nada. Lo curioso, es que en determinados momentos se ingresa y no sucede nada por horas, y en otros instantes, sí, La policía como siempre no encuentra nada en absoluto, si y con verdad de los hechos, el clima del salón tiene una temperatura extremadamente baja, y a veces el hedor es insoportable.



Pasaron muchos años. Cuarenta tal vez, o cincuenta. Nunca más ocurrió nada. Las puertas estuvieron cerradas. Solo se abren para dejar objetos como depósito. Se entra y se sale sin problemas, pero el miedo aún persiste. Como ya solo fueron leyendas. El museo posee registros vagos, y años después decidieron abrirlo, pero las circunstancias burocráticas hacen de aquel empréstito un periplo que se dilata en la línea del tiempo, hasta que la última de las firmas de las resoluciones fue efectivizada.



-Gaía ve con cuidado. Hay algo, o alguien allí – Expresé con toda la seguridad de mi razonamiento empírico



- ¡Danna! ¿Sabes que es el miedo? ¿Tú, Origima? – pregunta ella observando el sitio. –



- ¡¡Claro que lo sé!!. – Me cruce de brazos con actitud arrogante –





- ¡Te ahorro el hecho de responder una definición!. – Se cruzó ella de brazos con otra aptitud más ladina y arrogante. – ¡¡Señor sabelotodo!! – Se mofa ella. -









- El miedo..MMM.....Es una sensación o angustia. Se provoca por un peligro externo o interno



- Eso mismo un peligro externo, o interno. Más que nada interno, cuando no sabemos lo que sucede alrededor, ante un espacio que nos inutiliza el sentido de la vista. Entonces una distorsión mental, nos crea ese peligro interno.



- En otras palabras, el miedo a ser atacado sin saber. –





- Bien dicho Danna. No tienen que preocuparse por algo que ocurrió, ni ocurrirá. Las mayores amenazas del mundo, suelen provenir de acciones que tienen que ver con la humanidad. El homínido, sea de forma externa, o interna creando historias que transcienden en el tiempo. Dígase fabulas, mitologías, monstruos, fantasmas. Creados por una distorsión de nuestra mente, ante el miedo.



- Y que me dices de lo que acabo de ver.





- ¿Qué viste?





- ¡Una figura alargada!





Si, tiene razón





- ¿Cómo era?



- Bueno....era.. – y comencé a dibujar con mis manos la forma.



- ¡Danna! Sabes que con mímicas no tenemos indicio de nada ¿Y supongo Origima que saliste corriendo, sin mirar atrás? - Explica Gaia



Origima asiente.





- Entonces no hay más que una creación tuya Danna. –



- ¡Y las cajas se cayeron!



- ¡Júpiter! Hay montones de objetos, todos amontonados, cualquier movimiento y se producirá una avalancha.









- No lo veo así, pero tengo una idea de ello. -



- Nade decente puede surgir de tu idea Júpiter. –



- ¿Ustedes realmente, están casados? – Pregunta Origima con intriga. –



- ¿Por qué lo dices? – Le pregunto. –



- Olvídalo Júpiter. -





Las palabras de Gaia, eran bastante convincentes, y al transmitirlas, un aire de tranquilidad nos relajo. Como por intuición señalo donde estaba la caja de luz de interruptores, y para suerte un cable. Allí conectamos el velador. Aún seguía un tanto oscuro todo el sitio. El interruptor tenía cables sueltos. Gaía me indicó que tuviese cuidado, pues aquellos tenía muchos años. Eran los primero elementos eléctricos, y podían estar en desperfectos. Continuamos caminando los tres sobre el extenso lugar hasta dar con una pared central y del otro lado un pasillo que llevaba a otro salón. Ella estaba iluminando con el móvil. En un momento parecía que perdí su rastro.



La oscuridad se profundizaba





- ¿Gaia estás ahí? ¿Gaia?



- ¡Danna! Estoy por aquí



- Origima ¿Dónde estás?



- No lo sé. Me he perdido Júpiter



- ¡Júpiter tengo miedo!



- ¿Dinos más o menos donde te encuentras?



- Por el lado derecho hay como unos cuadros....¡¡Ahh!!



- ¡Danna! ¡¡Ve por ella!! - Dijo Gaia. Sentí pasos que se movían rápidos, otros detrás que seguían el ritmo. Unas cajas se desplomaba



- ¡¡¡Jupiterr!!!



- ¡¡Voy por ti!! Y tomé una mano cuyos rasgos parecían pálidos. Como si fuera un muerto viviente. - ¡¡Ahhh!! Al iluminar algo me golpeo detrás. – y caímos al suelo.









En medio de las piezas, un cuerpo tembloroso me abrazaba fuerte.





- ¡Eh! ¿Eres tu Origima?



- ¡Sí! Estoy aterrada Júpiter



- No te preocupes - Nos incorporamos, y la iluminar el sector había como muñecos de investigación – la respiración regresó a mí – Debemos buscar a Gaia. Fuimos tras ella. - ¿Gaia? ¿Gaia? – alumbramos el otro corredor del pasillo. Era tan lúgubre como el anterior, proseguimos y Origima continuaba temblando en cuanto alumbrábamos. Al dar la vuelta me di una sorpresa, entre una luz y la figura que se movía en un sector a otro.



- ¡Dios que es eso! – Me dije. Origima no podía ver, debido que se encontraba de espaldas a mí y estaba tan aterrada que no cavilaba en una sola idea. Esa figura lanzó unas palabras inverosímiles', en cuanto su figura anómala se expandía y reducía con líneas rojas, y allí ella se percató. La figura se desplazó, y otra apareció en el instante. Parecían congeniar e ir de un lado para el otro entre moviéndose como si fueran hilos que chocan. -



- ¿Qué ocurre Júpiter? ¿Y Gaia?





De alguna manera nos vio, y entonces del pánico alumbré aquel ser, y cerré mis ojos, gritando ¡Gaia! Al abrirlos, la luz se hizo presente., toda la gran habitación con otras cajas y herramientas antiguas.



- ¡¡Gaia!!



- ¡Danna! Encontré otro interruptor. Y aquí hay un gran foco y señala el extenso techo. Por fin veíamos claridad entre penumbras que desgastaban todo. –



- ¡Cariño! ¡Me pareció ver a alguien aquí!



- Yo no vi nada – Expresó Origima. –



- ¡Danna! No seas tonto en supersticiones. Ya te he dicho debe ser miedo.









- Esa respuesta resulta verídica. Hay mucho trabajo con el inventario – Me encogí de hombros.



- ¡Descuida! – sonríe como siempre. Los ayudaré.





Comenzamos entonces todo el proceso de inventario de cajas. Cada cual tenía elementos muy interesantes que no podían catalogar sino de acuerdo a los documentos que venían con ellos. Algunos tenían escritos de hace muchos años que no podían inferirse con facilidad, por lo que nos vimos obligados a apilarlos afuera del gran salón, al remover una de los cajones encontramos el tablero principal que llevaba a la conexión de electricidad. No dejaré de mencionar que al abrirlo encontramos telas de arañas que podrían juzgarse como grandes obras de una bestia que espera salir de su madriguera para atrapar a su presa curiosa.



Me contuve unos instantes al querer detallar los tapones eléctricos, y querer sacar las telas que se agrupan, debido que no me parecía confiable los cables de tela. Perdón, esa es la excusa. La razón es que hubiera un monstruo esperando en algún agujero de esa caja de metal que contiene un hoyo de cables removidos



- ¡Danna! ¡Enciende los interruptores! – Ordena Gaia





Estaba firme tratando de extender mi mano como Indiana Jones en el templo de la perdición en un agujero infestado de insectos y arácnidos, y lo que sea.



¡Ah! Ya puedo captar lo que sucede ¿Tienes miedo a las arañas?



- ¡Claro que no! – Respondí con enojo. -



- ¡Si lo que lo tienes!.... Puedo leerte como un libro de terror básico perdido



en una tienda.



- Puede haber algo grande allí – Señalé un hoyo entre el tablero y los cables –



- Tengo entendido que no existen arañas gigantes – Comenta Origima.









- Aquí puede ocurrir lo que sea – Expresé irónicamente - Harto es poco para mí – Y me ofusqué más de lo debido con mi semblante de niño caprichoso.



- ¡¡Danna!! No existen arañas gigantes por lo menos aquí. Y solo lo que



has escuchado son leyendas. -



- ¿A qué te refieres con que por lo menos aquí?



- Hay muchas leyendas, pero la realidad es que el oxigeno de ciertos lugares no permite que aumenten su tamaño a más de unos treinta centímetros.



- Treinta centímetros es demasiado – Dije. -



- Te puedo asegurar que de donde vengo son mayores, pero olvídalo. Los únicos avistamientos que se han dado son en el Congo África. Y son testimonios de lugareños y tribus. – Expresó. Me encanta en ella, las clases de cultura general en momentos inadecuados. Eso también me enamora de ella. -



Al llevar su mano al final de aquel agujero, Gaia apretó el interruptor. Unas patas parecían moverse. Eran dos, y luego cuatro, y algo con pequeños ojos quería inmiscuirse en esa carne que se iba entremetiendo entre la tela y los cables. Pronto direcciono los interruptores y la luz del salón central iluminó todo. Gaia seguía con su mano allí, y apretó algo inusual.



Al sacar su mano, no podía creerlo





- ¿Observan? Tenía entre sus manos una araña no muy grande. Su tamaño era como de tres dedos. La sostenía hasta colocarla en su palma. El arácnido estaba quieto sin movilizarse, y cada vez que Gaia apuntaba con su dedo aquel parecía obedecerla. Hasta que la dejó irse



- Impresionante - Expresó Origima. -



- ¡Cariño! Conoces mucho de naturaleza – Dije –









- Es solo una técnica de control. Como una hipnosis. En .......la – Hizo una pausa – En la isla, lo utilizábamos. –



Asentí consciente de ello. –





Ya mas con más claridad, estábamos trabajando a destajo. Resolví la idea de pedir ayuda por móvil, aunque no se atrevieron a enviar a nadie. Pronto fuimos descubriendo infinidad de piezas de un carácter interesante.



Había papiros escritos con palabras en lenguajes interesantes. No era ni griego, ni arameo, ni judío, tampoco hitita, o egipcio, azteca, o koori. Tablas como la piedra filosofal con símbolos de estrellas y planetas. Un diagrama antiguo del sistema solar. Origima le indicaba a Gaia por donde dejar cada pieza.



Pronto de una caja, encontré una estatuilla. Parecía una especie de deidad, con ojos saltones, y pinzas grandes. Estaba tallada en arcilla. De alguna forma daba miedo. No tenía referencias de que cultura pertenecía, así que la separé junto a otras. Su curvatura era asombrosa. Gaia, consideraba ver aquella figura y no dijo nada. Luego se acercó a mí.



- Danna, hay muchos objetos ¿No crees?



- Si, demasiados. Perdona Gaia, debo hacer una llamada. Origima estaba viendo otras piezas. Gaia continúo con lo que había dejado. Revisó la estatuilla, y había algo más un papiro al cual abrió. Era un sistema de configuración de planetas, sin embargo no parecía muy interesante que digamos. Pude percatarme de ello, al consignar cada objeto según los conocimientos indicados. Luego de recibir la atención a mi llamado desconozco lo sucedido.



- ¡¡Si!!, Erwin, ¡Necesitamos ayuda!



- ¡Veo! Que se les ha complicado. Trabajar es sinónimo de perder



- No diría eso, sino exceso. Es la palabra indicada.



- Sabes que Rigel se los ha dado a ustedes dos. –









- Esa mujer, cree de antemano que podemos con todo.



- Solo es su mundo, aunque estamos escasos de trabajo. Igual ya nos ha dicho que se encarguen ustedes, y que eres frívolo con cierta afición a teatralizar



- Ven a ver todo lo que hay aquí y verás mi obra de Shakespeare. Si te llamo a ti es porque eres el único que puede. -



- ¡Ja! ¡Ja! Bien mañana, estaré allí bardo inmortal. ¡Mmmm! Y cortó la llamada. –







Sus respuestas no solo son lentas, sino que llenas de indecisión, sin embargo sería una gran ayuda después de todo. Tiene grandes conocimientos el viejo Erwin. Si bien es un oportunista que quiere intentar encajar para lograr su objetivo, aquí tendrá un plan alineado. Le encantan las colecciones. No creo que le importe lo que diga la mal humorada de Rigel, tampoco me interesa a mí.







Es hora de irnos, expliqué debido a que caía la noche. Cerré las puertas. El miedo se había esfumado, y parecía que todo estaba en orden, aunque tenía cierto rigorismo a ese sitio. Coloqué un candado. Para asegurar la puerta a la entrada del pasillo. Ambas iban descendiendo por las escaleras, mientras conversaban. Luego Origima salió por su cuenta, despidiéndose con prisa, y quedamos Gaia, y yo.



Hicimos todo el recorrido hasta la planta baja.





- ¿Qué extraño que Origima se fuera sola? Estaba aterrada en un principio



- ¡Danna! No seas tonto. Ella estaba tranquila. Solo fue un primer susto.



- ¡Ya veo! – Confesé con mirada irónica –



- Un día debes traerme como parte de otra cita a éste museo se ve interesante.









- Si, podemos un fin de semana, que no trabaje ¿Conociste a alguien más?





Ella no prestó atención a lo que dije y se concentró en un cuadro de Van Gogh





- La noche estrellada. Es una réplica. Pero es bella – Consideré examinándola detenidamente. -



- Coincido, es hermosa. –"A menudo pienso que la noche está más viva y más ricamente coloreada que el día".



- Buena cita – Expresé junto a ella. Gaia me miró, y ambos permanecimos observando la noche que se estrellaba. Luego me miró, y desvió la mirada anhelando algo.



- Es hora de irnos – Dije. –





Asintió con algo de culpa en su interior. Aunque no sabía el porqué.





No tardamos en llegar a casa. Descendimos del ómnibus, y ella caminaba detrás de mi sombra. -



- ¿Qué te gustaría para cenar?





No respondió. -





- ¡Gaia! ¿Qué te gustaría para cenar?



- ¡Ah! ¡Disculpa! Algo rápido. ¿Hamburguesas?



- Bien seré tu cocinero. – Dije riendo alegre - Menos mal creí que diría cola de mandril frita. – Expresé para mí - ¡Gracias nuevamente!



- No tienes que agradecer. Y deja de hablar solo – Y por cierto, somos una pareja. Somos un equipo. Eso es lo que hacen las parejas casadas. -



- Si, lo que ocurre, es que teniendo presente las nupcias, nada nos ata sentimentalmente, pero sin embargo me ayudas. Gaia. ¿Qué sientes?



- ¿Que siento?



- Siento cansancio – Se dijo mirando el cielo tomándose las manos por detrás





- ¡No! Me refiero a mí.

- ¿A ti?

- Es difícil de explicar. Siento un cariño, y compañerismo.

- ¿Y amor? ¿Deseo?

Ella no respondía, y se tomaba su tiempo para querer darme una respuesta. Estábamos llegando a casa, y las escaleras estaban allí. La observé como un leve brisa extendía su bello cabello, y mi corazón comenzó el pálpito. No sé si por la respuesta, o por ella misma. Tampoco sé, que me indujo a preguntar algo, que tal vez sea obvio, pues nos estamos conociendo. Aunque al revés de las cosas como deberían ser.

- ¡¡¿Quieres saber....?!!

Fin del capítulo

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