La esposa. Casémonos ahora. (parte 2)

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se interponía ¿No puede ser que no pueda hablar? Maldita sea la timidez o falta de temas de plática. Parecía un concurso de miradas.



- Pediré la cuenta – Expresé. Fue lo mejor de mí. - ¡Uff! – Dije – ¡Mozo! – allí vino y trajo los números que si no estaba el símbolo infinito era pura casualidad - ¿Cuánto? ¿Qué rayos pidió de platos una especie en extinción? – Saqué con esmero mi billetera como si fuera a frotar la lámpara de Aladino para pedir un milagro - ¿Qué haya suficiente dinero? El pánico se desmenuzó con mi tarjeta de crédito que tenía y no cavilé en ello. Por fortuna podía cubrir el coste. Suerte pensé que tendría que lavar los platos o dejar un órgano.



Al salir del restaurante fuimos a caminar por el parque iluminado, por los faroles. Ella quería caminar y no hablaba mucho más que para contarme cómo es que se crearon las plazas. El modelo era así y de esta forma.



De repente vio un hornero que descendió y tomó una rama pequeña.





- Me encanta esta especie ¡Sabes! Son grandes arquitectos y lo mejor de todo es que siempre están mudando su casa de forma.



- Son perfeccionistas – Dije. No sabía mucho de aves más que saber que tal especie es una paloma y tal otra una cotorra.



- No diría solo perfeccionistas, sino dedicados. Soñadores. Son artistas que buscan una que otra locura para su lienzo. Y hasta no concluir no terminan ello.



- El artista tiene una locura interesante – Digamos. Es un ser que ve con otros ojos. A veces con los nuestros tratando de que captemos lo que para nosotros es belleza.



- Es un ser de otro mundo. – Confiesa sin reparos – Pasan toda su vida dibujando y si un final como los horneros. Nunca concluirán su obra si abra algo más. Siempre un pretexto para hacer algo mejor. Algo bello.



- Debe ser terrible – Expuse.









- Y bello. Hacen que todo sea único e irrepetible.





En cierta forma verdad me dije.





No pude evitar pensar en ello. Luego de cruzar el parque decidimos ir a beber un aperitivo en un bar que a ella le pareció interesante. Pedimos dos cervezas, y brindamos. Al concluir llevo la bebida a su boca sin dejar una gota en el vaso. Fue de un solo sorbo que estuvo casi por embriagarse. Me di cuenta de ello en cuanto me dijo con una voz carraspeada que me quería y que me conocía desde antes de existir.



- ¡Ahh! No digas eso. -



- ¡Pero es cierto! ¡Hip! ¡Hip! Solo debo tomar ¡Hip! Un poco de agua ¡Hip!



- Pediré una botella de agua.





Le di de beber un poco y pronto parecía que estaba como si nunca hubiera bebido. No comprendí bien. Se embriaga con una tarra de cerveza y se recupera con agua.



Al instante pidió permiso para ir al baño





- Disculpa ¡hi..p! Regreso.



- Puedes ir tranquila. – Luego de expresarme bostecé. De alguna manera está muy cansado.



A la media hora regresó. Estuve observando el reloj un buen momento.





- ¿Creí que te había ocurrido algo? – Dije un tanto preocupado.



- ¡Disculpa! No quería seguir con este efecto tan lapidario.



- ¡Descuida! ¿Te sientes mejor?



- Si – Sonríe– ¡Bien! ¡Podemos regresar! Por hoy estuvo bien.



- ¿Ya quieres regresar?



- ¡Claro la cita terminó!



- ¿Es por tiempo?









- ¡No! Ya hicimos las actividades básicas



- ¿Actividades básicas? – fruncí el ceño. – se asemeja a un estudio de campo.



- En mis prácticas solía hacerlo



- ¿practicas? – Dije. ¿De qué rayos me está hablando?



- ¡Disculpa! ¡Me entiendo! Las relaciones de pareja son esto. Relaciones de casado, quiero decir.



- ¡Mmmm! Ahora que lo pienso es verdad. Son citas muy endebles.



- Por eso ya podemos retornar.



- ¿Y qué sigue? – pregunte haciéndome el tonto.



- Mañana trabajas y debes ir a la universidad. Yo también debo asistir.



- ¿Estudias?



- Si, ¿No te he dicho? Soy estudiante de antropología.



- Antropología.



- Si me interesa la raza homínido y sus complejidades. Ahora no estoy cursando, pues tomé una licencia. -



- Bueno, no está mal. – En algo nos íbamos complotando. Historia, antropología. -



Al pagar la cuenta. Me fue explicando todas las cuestiones morfológicas del llamado, australopitecos. Era interesante pero no para pasadas las once de la noche. Le conté sobre mi afán de ser historiador y mi trabajo en el museo y otros que realizo.



Ahora venía la parte más interesante. Nuestra primera noche de casados. Dos extraños que apenas se conocen. Y ni se conocerán. Por lo menos hoy. Ella debía irse pero volvería.







- Bien, fue una bella cena y velada. –









- Si, aunque es todo muy confuso aún, la pase bien contigo Gaia. –



- Yo también, la pasé muy bien.





La situación estaba generándome alguna tensión en los hombros, y luego en mi cabeza. Me adelante a ella antes de seguir caminando, pues sabía que todo éste embrollo del casamiento era extraño, y así e incluso acepte de forma imperceptible sin quejas, ni consecuencias futuras. Como he dicho ¿Nunca supe por qué lo hice? Una energía me invadió en el interior para que aceptase



¿Sera amor, cariño, miedo, o soledad? Pero si precisaba una respuesta de su parte.



Dime la verdad, y me iré a descansar pensaba, Pero no tuve valor para ello.









- Bueno. Volveré pronto – Explica con una leve risita.



- ¿A dónde iras?



- Debo resolver unos asuntos internos y traer mis pertenencias



- ¡Pero es muy tarde! ¿No es mejor que te quedes?



- Para nada ¿y contigo? ¿En una única cama? ¿Durmiendo o compartiendo habitación? De mas esta decir lo otro. Y no mires con disimulo – expreso con cara de enojo. Claro que ya tenía eso en mi cabeza, pero con todo el alboroto se me olvidó. De todas maneras me sorprendió su reacción.



- ¿Qué? Se supone que estamos casados-



- La primera noche se suele en algunos matrimonios dormir separados ¡A parte!



- ¿La primera noche? ¿Desconozco a qué cultura te refieres? Y a parte.... – Me cruce de brazos desconfiando.



Ella corrió la mirada.





- Es difícil de explicar. – Evadió lo que pregunté – Es más sigue olvidando lo que dije









- ¿Y cuál es la razón?



- ¡Mmm! – Pensaba con un dedo en sus labios y sus ojos observando la nada del cielo, hasta que se hizo la luz – Si. Eso. Es que siento un poco de vergüenza – Y miró al suelo con cara de niña pequeña haciendo puchero. Y claro que me lo creí. Me produjo ternura.



- Bueno, puedes venir con todo mañana.



- ¡¡Bravoo!! – Mudó su expresión – ¡Bueno adiós Júpiter! ¡No te desveles!



- ¡Adiós Gaia! – Dije ya cansado.





Gaia bajo por las escaleras externas del departamento y comenzó a caminar hasta dar la vuelta en la esquina. La verdad para ser sincero es muy bella, pero mi interés estaba siendo rebajado. Pronto antes de cerrar la puerta una mujer estaba llegando un tanto desconsolada. Venia vestida de una pollera azul y una camisa rosa. Un cabello suelto salvaje. Sus zapatos de taco. Al subir las escaleras tropezó. Pude ver el instante en que casi perdía el equilibrio y fui por ella lanzándome sobre ella para evitar que se lastime con el suelo. Pronto abrazados me golpee fuerte el cuerpo, sin embargo no se lastimó.



- ¡¡Ohh!! ¿Estás bien? Pregunto muy preocupada.



- ¡Ehh! Si – Me tomaba la cabeza. Ambos en el suelo.



- ¡Gracias! Si no fuera por ti estaría toda lastimada. ¡¡¡Estos tacos de zapatos!!! – Se enfada y luego me sonríe. Parecía una reina con esa mirada.



- ¡Ja! ¡Ja debe ser difícil caminar con ellos.



- Más o menos. No suelo usarlos. Son incómodos. ¿Perdona tu eres el vecino del piso primero?



- Si ¿y tú?



- Soy nueva aquí. Mi nombre es Luna









- Un gusto Luna. Soy Júpiter Anónimo. – Esa es mi presentación – No



¿Qué dije el segundo nombre? – Pensé avergonzado - ¡mmm! Olvida el anónimo. Soy Júpiter.



- ¡Ja! ¡Ja! Encantada Júpiter – Dice riendo – Y gracias. Eres como un salvador ¿Parece?



- ¡Naa! Justo estaba allí – Expresé con modestia.



- ¡No importa! – Dijo y luego se quedó sin decir palabra. Un ambiente raro se gestó.



- Bueno – Dije yo. Era tarde y muchas situaciones ocurrieron éste día. – Es tarde.



- ¡Eh! Si es verdad. Debo madrugar y ver a una vieja amiga. –



- Bien – Dije. -



- Debo irme – Dijimos ambos al mismo tiempo.





Primero ella subió las escaleras. Veía como su delgada figura y su pecho amplio se movía. Basta Júpiter piensa en cosas en tu viaje de meditación al Himalaya. Nunca ocurrió, pero sirve para matar las impurezas turbias del alma. De todas formas no supera a mi Gaia. Ella es mi todo. La mujer se fue al corredor y llego al departamento. Tenía un parecido en algo a Gaia. Bueno, no tiene importancia Fue al piso elevado, y luego colocó la llave y la puerta se abrió y me saludó con un gesto moviendo la mano del cual devolví. Un gesto de suerte con tu nueva vida, denotaba. Yo subía las escaleras hasta que llegué al piso de mi departamento. Y abrí la puerta.



Si, lo admito. Hoy pasaron muchas cosas. Pero recuerdo esas palabras a mis preguntas antes de regresar a la casa.



- Me he casado contigo, no solo por tu confianza al haberme salvado, sino que de donde vengo primero te casas, y luego consumas la relación. Paso por paso se construye



- ¿De dónde vienes Gaia?



- Es una isla de muy lejos del pacifico. Luego te diré



- Y las cuestiones legales.





- Son formalismos, que se pueden dar de baja de inmediato. Tranquilo, nuestra primera cita fue un éxito

- ¡Un éxito!

- Si...¡Un notable éxito!

Éxito...Éxito..Éxito... - Frotaba un ojo con una duda. -

Mejor me voy a dormir..Mañana comienza la vida de casados. -

Fin del capítulo