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La esposa. Casémonos ahora.

Handfasting, es atar las manos con dos cintas roja y blanca. Para los antiguos celtas, era la unión de cuerpo y alma, pero sobre todo de sus almas entre sí en una con la tierra.

Así, una de las formas de matrimonio.





La dama de cabello rojo, que se expandía salvajemente, y ahora se planchaba en risos ordenados, ingresó cuidadosamente, y miraba el alrededor como analizando todo el espacio en el cual se componía el departamento.



Tenía un metro sesenta y tres de estatura, su pelo oscuro – Rojizo, Sus ojos rojos penetrantes, su tez semi blanca. Llevaba un vestido largo rosado que llegaba hasta las rodillas, sandalias marrones en sus pies. Su cuello estaba adornado por una cadena del color dorado, con un redondel que parecía un sol. Y mi corazón se había empezado acelerar de la arritmia de los sentimientos. Era ella, si era ella, y no lo podía creer. Alrededor de su cuello un collar con una imagen muy extraña de un grifo con cuerpo humano. Era solo un colgante. -



El ritmo seguía acelerando, y ella se dio media vuelta a hacia mí. Como un estudio normal comenzó a investigarme de pies a cabeza.



- ¡Debes cuidar más de tu salud! – Comenta ella con sus manos colocadas detrás como pensativa. - ¡Bonita piedra en tu cuello! – Sonrió



- Pero estoy bien, es que estoy sorprendido de verte aquí. Ha pasado mucho tiempo. ¡¡¡Y...y..y..!!! – no podía expresarme - ¡Gracias por el cumplido!









- Si, ha pasado tiempo, pero debía resolver unos asuntos internos en mi hogar. No podía dejar ello fuera de todo contexto, sino se enojarían conmigo. Las personas de mi entorno, ya sabes. -



- ¿Te refieres a tu familia? ¿Supongo?



- ¡Eh! Si más, o menos ello.



- ¿Y dime que te trae por aquí? Perdón soy un descuidado, no te ofrecí nada de beber. ¡Por favor! Toma asiento. Dis.......disculpa si la casa esta desordenada



- ¡No!, ¡No te preocupes! Ha pasado por tiempo desde la última vez



- ¡Mmm! – Júpiter calculaba – Un año y medio, un poco más. –



- Es poco tiempo, aún recuerdo tu rostro cansado y ensangrentado – Dice ella. Júpiter se estremeció un poco por el poco tacto de actuar de ella.



- ¡Eh! Es bastante tiempo el que ha pasado.



- ¿Tú crees? – Se coloca el dedo ella en sus labios – ¡MMM! ¿En serio lo crees? ¿Eres de extrañar demasiado a las personas no?



- Es que por el tiempo debería ser demasiado. Recuerda que es un año y medio del calendario gregoriano – Confieso con un poco de prudencia, mientras vierto el liquido de la hervidor de agua a la tasa preparando un té – Disculpa, no te pregunte si querías ¿Te, o café?



- ¡Llegaste tarde! – Se ríe. Júpiter al verla se sonroja. -



- ¡Tarde!, a la pregunta. No te preocupes. Té, esta bien Júpiter, y no aceleres tu ritmo. –



- ¿Eh? – Se dio cuenta que me late el corazón por la arritmia. -



- ¡Bien! ¿El tiempo es muy relativo no? Es un año y medio, moralmente o emocionalmente uno podría extrañar, en un lapso de poco tiempo. Eres de esas personas supongo



- No, para nada. Alguien podría extrañar en corto plazo a otra persona, pero aquí hablamos de un periodo un tanto extenso.



- Peor sería que en vez de 1,5 años, fuera 17,77 años ¿No crees?









- ¡Eh! ¡Sip! – Supongo, se rasca la cabeza pensando en lo que quiso decir. –



- Pero esa vez en ese verano, te veías terrible, y debo agradecerte que me hayas salvado.



- Hice lo que debía hacer. – Llevé las tasas a la mesa. Ella, tomo desde la manija y la trasladó a su boca. Sus labios se ponían mas rosas, eso me emocionaba con toda franqueza. – La verdad no recuerdo muy bien el accidente.



- ¿No? Un camión se abalanzó hacia mí y tú te interpusiste.



- ¡Algo así escuche! Luego te vi a ti estando herido. Tú me sonreías ¿Pero no te hiciste nada? Eso me alegra. –



- Esas mismas palabras fueron las que me dijiste aquella vez. Por suerte no salimos heridos de gravedad. No recibí impacto alguno gracias a que tú recibiste toda la explosión de fuerza. Y la gravedad, fue la suerte



- ¿La gravedad?



- En efecto. Digamos que la posición de la materia de los cuerpos, y la velocidad del viento, hicieron una suerte de energía expansiva, lo que nos trasladó metros delante antes de sentir el impacto de la carrocería delantera. Como un rayo de aire comprimido que se expande.



- ¡Tremendo! – Me mantuve con la taza levantada sin decir nada y admirado por el conocimiento que tenía



- Claro – siguió hablando – Que el efecto del aire lastimó los cuerpos, pero tú me abrazaste y lo absorbiste. Realmente eres Júpiter – Se ríe.



- ¡Ja! ¡Ja! – No entendí bien. Es solo un planeta gigante y gaseoso. No obstante tiene sus implicancias y beneficios. Aunque es solo un nombre. Un planeta inmenso y alejado sin nada que unas lunas. Perdido y lento. Gordo y gaseoso. Ni siquiera nadie se atreve a investigarlo. No tiene sentido



- ¡Si tiene sentido! ¡Júpiter! Es muy importante como nombre. Resguarda a la tierra con su efecto gravitacional de asteroides y cometas. No lo olvides. Así como tú me protegiste esa vez de aquel camión que se avecinaba hacia mí. – No









subestimes tu nombre – Confiesa ella con un rostro sumiso y sonrojado. - Júpiter protege a la tierra sin importar lo que le suceda. Aunque esté lejos, siempre se encuentra allí para ella ¿Conoces la historia de Tirano?



- ¡¡MMM!!..Si, un cuerpo celeste de casi dos kilómetros. Se pronosticaba que era demasiado peligroso y llegaría a la tierra en el 2019. Algo así. -



- ¡Exacto! Y al final, un gigante ermitaño nos salvó de aquella masacre. No subestimes a alguien por su apariencia, y sus efectos. Todos tienen dentro de su existencia, algo bueno que brindar. Algo noble, que los hace importantes.



- Nunca creí estar platicando sobre ello.



- ¡Ja! ¡Ja! ¡Olvídalo! Ya sabes que he venido. Nos debemos una cita ¿No?



- ¡¡Sí!! – En ese momento mi rostro se dibujo como una sonrisa ¿Pero cómo fue que me encontraste? ¿Y mi nombre como lo sabes?



- Se tu nombre y apellido por tu identificación. Los ambulancieros la tomaron, mientras llenaban los papeles. Solo fui hasta el hospital y contesté unas preguntas.



- Los hombres que manejaban el camión, no me dijeron nada



- Ellos no sabían. Y supe donde vives, porque como toda ciudad ordenada, Buenos Aires, como lo es Tokio, Madrid, New York, o Ciudad de México, tienen un buen sistema de base de datos al cual acceder. Los registros siempre se mantienen actualizados.



- ¿En serio? ¡Pensaba que era todo lo contrario! – Me rasqué el cabeza por ello, pensativo. –



- Luego como te he dicho tenía asuntos propios y tuve que irme. –



- ¡Ah! Comprendo – Tomó un sorbo de té. -



- ¡Bien! ¡Entonces! Tendremos nuestra cita por fin. - Eso hizo que me alegrara. -



- ¡Pero!



- ¿Pero?









- Toma esto – Ella saca un sobre y me lo otorga, pasándolo por la mesa como si estuviera patinando en lustre. –



Me mantengo curioso, y al abrirlo, había unos papeles. Eran unos formularios





- ¡¡¡Ehhh!!! - Me sorprendió transformando mi semblante en un pánico absoluto, era por fin Júpiter recibiendo un disparo o varios. – ¡¡¡¡Es un acta de matrimonio!!!!



- Claro, eres a quien elegí. Quien me salvó la vida. No puedo acceder a una cita con mi salvador, primero debo casarme.



- ¿Oye? ¿Es broma?



- ¡Claro que no! – Comenta enfadada -



- Pero nunca se produce este tipo de situaciones ¡Jamás se casan dos personas que apenas se conocen!



- ¿No? – Ahora la que se rasca la cabeza es ella, sin entender. – ¡Que extraño! Bueno, siempre hay una primera vez ¿No?



- ¿Pero? – Al ver los papeles tenía todo en regla. Las firmas de los testigos que eran bastantes mortíferas e ininteligibles. La de ella con una aclaración al final – Te llamas ¿Gaia?



- ¡¡¡Siiii!!! – Y Sonríe muy atenta y feliz – Gaia Vida Justina, para servirte Júpiter Anónimo Rupert. –



Respiré hondo, mientras leía los documentos.





- ¿Está todo?



- ¡Solo debes firmar!





Pensaba que era una locura. Hasta me tome los minutos necesarios, y levante la cabeza hacia ella, y sus ojos rojos con un semblante cálido.



- ¡!Vaa! – ¡Que rayos! Pero Júpiter, ¿Y si es una embaucadora? ¿No, no lo creo? Mi corazón esta latiendo fuerte. Maldita arritmia. -









- Deja de preocuparte. Sabes hay una antigua tradición celta que dice que nos podemos casar y al año separarnos. En los papeles esta todo determinado, caso de que quieras hacerlo. – Toma - Y me otorga un listón rojo, y blanco –



- ¿Qué haces? – Le pregunté.





Inmediatamente tomo mi mano con la suya. Era muy cálida, y suave, y ató los extremos de ambas cintas. Pronto dijo unas palabras que no comprendí. Fue como una oración al cielo.







Luego de concluir





- ¿Qué ha dicho?



- Contigo soy feliz, si quiero – Y nuevamente sonrió. – Ahora tu. –



- ¿Y cómo lo digo?



- ¡Solo dilo!



- ¡Contigo soy feliz!, ¡Si quiero!



- ¡Gracias amor! – Se sonrojó. –





No podía discernir lo que ocurría, y firme todos los papeles. No importa, algo en mi interior me decía que debía hacerlo, que era mi obligación, y venía más allá de lo que significa estar enamorado. Algo mayor que el amor mismo.-



- Listo todo firmado, y preparado. –



- Perfecto, ¡podemos llevarlos ahora mismo si gustas!



- ¿En serio?



- Claro, solo es enviar los papeles a la oficina más próxima. La mayoría atienden en 24 horas, también por turnos On line por la WEB.



Eran a penas las 6:00 horas de la tarde, aunque aquí anochece en seguida, y decidimos ir entonces. -















De camino al registro continuaba replanteándome el hecho de casarme de manera intempestiva. Estoy consciente que soy un idiota ansioso enamorado. Tres palabras que cuando se unen forman una bomba de malas decisiones. Pero presentía desde el fondo de mi interior algo tan potente que parecía que se introducía en la cadena de caracteres del ADN. Ni siquiera estaba en mis ondas cerebrales, ni tampoco en el corazón. El conocimiento que adquirí hasta hoy en día era efímero y aunque ampliase empíricamente tampoco podría entender ¿Qué sucedió? ¿Será una hipnosis? ¡No!, imposible. Ella, esta delante mío y parece disfrutar de los cielos estrellados y yo aquí dispuesto a todo por Gaia, y preparado para nada. Nada, pues puede que éste paso sea mortal. No por el hecho de morir, sino por los sucesos que se avecinen.



Ya saben no es como ir a la tienda de mascotas o refugio y comprar un gato o adoptarlo. ¡Diablos! Este ejemplo es invalido, y tonto. Lo que quiero explicar es que se avecina una nueva vida. Ella, y yo. Y a penas la conozco. También puede ser el destino.



¡¡Ah!! Universo maravilloso. La colocaste frente a mí para hacerme feliz.



¡Ahh! – Pronto me sonrojé. Cuando me sonrojo pongo cara de circunstancia de amores.



- ¿Te encuentras bien? – Pregunta Gaia– Te noto pensativo, y luego afligido, y después satisfecho. Una suma de emociones interesantes. -



- ¡Je! ¡Je! Es que soy así una caja de sorpresas, en la cual puede abrirse y salir un payaso cuando menos se lo espere que ríe, o se deprime. ¡Je! ¡Je! – Expresé sin otra respuesta.









- ¡Ya veo! – Coloca un rostro dubitativo e irónico como explicándose ¿Qué le ocurre a éste tipo? – Bueno, comprendo que estés nervioso, pero te aseguro que será maravilloso ¡Mira las estrellas! ¿No son hermosas?



Al cambiar de tema, pude tranquilarme un poco con la situación. De hecho su voz posee una sonoridad que alivia los sentidos. No pude evitar hablar de esas estrellas



- Y pensar que el universo. Y todo es un mar de colores brillantes que nos esperan. – Soy todo un poeta. Ella me miró sonriente – Y lo mejor es que tal vez en éste universo haya alguien pensando en nosotros.



- ¿Sería posible ello? – Pregunta tomándose las manos – ¿Sería verdad que haya alguien que nos sueña?



- Claro que hay alguien. Es difícil no creer ello.



- Es soñar.



- Coincido, posiblemente, sin embargo esos sueños son los que nos hace tener esperanzas ¿Tienes algún sueño?



Gaia entonces lanzó un cumplido en las estrellas. Luego observó un momento y suspiró.



- Bien tengo muchos sueños, y todos son importantes. -



- Ya veo - Me dije.



- Será bueno que luego de nuestro casamiento demos aviso a nuestros familiares y allegados.



Que rápido terminó su suspiro que ya quiere casarse – Dije a mí mismo.





- Si, será lo más efectivo. – Expresé – No sé cómo lo tomará mi familia



- Yo sé bien como lo hará la mía. Evitaré dos grandes problemas.



- ¿Dos grandes problemas?



- Eh..si..ya sabes, esto de ser soltera, por un lado y tener una edad tan avanzada.









- Bueno eso depende de cada familia. ¿Edad avanzada? Si eres más joven de lo que soy yo.



- Te aseguro que no.



- ¿Qué edad tienes?



- Mira parece que ya llegamos al registro ¡¡¡¡Qué emoción!!!!



- ¡Siii! - concluí con desgano.





Entonces fuimos allí









Al llegar a la entidad más próxima del barrio en el cual estábamos cerca. Solo llenamos unos papeles los cuales tenían las firmas ológrafas de las partes. La letra de la firma de los testigos, era un tanto macabras, parecían códigos muy específicos como la de Luna Justina. Al entrar teníamos el turno indicado. Era como un matrimonio exprés de esos que solo llenas papeles y firmas y listo, felicidades, pareja. Me intrigaba que había sucedido con el documento que Gaia me presentó en un principio. Parecía más bien un chip de esos que utilizan los celulares. Bueno no importa ya estamos aquí, aunque es bastante temprano



¿Será tipo las vegas? Conoces a tu pareja y te casas de inmediato en una capilla. Todo muy repentino y luego comienza la historia conyugal.



- Numero veinte, por favor ventanilla D.



- ¿ventanilla D?



- Claro, cariño. Muchas personas se casan. Llenan los papeles y de inmediato se sellan



- Interesante. No sabía que eran tan amplio.





Al ingresar, un hombre con unos cuantos años encima y un bigote estilo años 1910, nos esperaba.



- ¡Buenos días!



- ¡Buenos días!









- Papeles por favor.



- Tenga – Gaia se los alcanza.



- Bien, veamos – observa cada firma y punto específico – Esta todo en orden. ¡¿Qué firmas raras?!



Luna se quedó inmóvil sin decir nada





- ¡Ja! ¡Ja! Debe ser la mía – Expliqué para romper un poco el hielo



- ¡Ja! ¡Ja! No se preocupen. Los he visto peores – Dijo riendo y se retiró No sabía si había sido sarcasmo o cumplido, o descuido. Bien ya está listo. A los diez minutos regresó.



- ¡Felicidades! Son marido y mujer. Tomen éste presente.





Ambos nos alegramos por ello. De presente nos otorgó un peluche de dos osos abrazados. Luna lo recogió, y se alegró al verlo, y luego me miró a mí que sonreí, no por el objeto sino por ella que hacía que aquel peluche fuera más bello



- ¡Qué tierno! - Me dije por un momento de cursilería. Gaia me tomó la mano y salimos de allí rumbo a casa. Su tacto fermenta una energía muy particular. Era como experimentar un intercambio. Entre ella y yo nos dábamos. La perfecta sincronización de las energías que fluyen en un ir y venir momentáneo y calibrado a las agujas del reloj.



Mi visión de vida hasta el momento fue bastante básica y sofisticada. De no ser por los libros, se podría decir que ganaría el título de ermitaño de las montañas. La enclenque relación con otros sujetos me producía un pequeño malestar. De todas maneras no hallaba remedio al diálogo. Incluso era extraño que se acercasen a mis como atraídos por una presencia omnipotente que lo controlara todo.






Y luego vino Gaia, el accidente, y luego ella. Un amor a lo desconocido que quebró mis sentidos.



Al caminar por la misma senda del camino a casa, estaba entrando en razón de lo que había cometido ¿Me había casado con una desconocida?

- ¿Y qué tal si tenemos nuestra cita? – Dijo Gaia – Espero ofertas de donde me llevarás – Sonríe, mirándome fijamente



- ¡Eh! ¡Sí! - Expresé dubitativo - ¿A dónde la puedo llevar a esta hora? – Me dije por mis adentros – ¡No se me ocurre nada! ¡Comida si!, ¡¡Sí!! Tengo apetito y debo creer que ella también, pero debe ser un lugar especial, para una cita, no puedo llevarla a un sucucho, o antro ¡Mmm!



- No pienses, mucho cariño ¡Sabes tengo hambre!



- ¿En serio? Justo estaba pensando en llevarte a un buen restaurante que conozco. Es comida local y muy buena.



- ¡Entonces vamos! – Se reía ella. –



- ¡¡Eh!! ¡¡Vamos!! –





Caminamos por la siguiente avenida y allí por un boulevard de varios negocios. Había demasiados, y para elegir el lugar indicado. Justo avisté uno especial que me parecía fantástico. Era uno al cual ya había ido, pero Gaia, parecía más concentrada en otro lugar cerca de allí.



- Ese me parece muy bello, vida. ¿Qué te parece?



- ¡Claro! – No quería contradecirla, aunque al llegar allí, estaba el cartel de los precios. – Madre mía, ¡¡¡son altísimos!!! - Pronto al pensar en ello, tome mi billetera para ver si tenía la tarjeta de crédito. ¿De dónde viene la comida aquí? ¿Y que las presentan con platos de oro? – Quise dar una opinión a Gaia sobre ello, y de repente ya estaba sentada-



- Amor, ¡Aquí está bien! Mira que bella vista



- ¡Oh! Genial – Dije con sarcasmo. –









Al sentarme del otro lado podía notar como tomaba el menú con sus finas manos. Me sentí extasiado de lo bella que podía ser en cualquier aspecto.



Ella recogió el menú y llamó al mozo.





- Quiero una orden – Marcó con el dedo índice el siguiente plato – pollo con ensalada de zanahoria y para después quiero éste arroz con frijoles en su salsa con aceite de oliva y para concluir fideos con filetto (salsa roja) ¡¡Gracias!! – Expresa agradablemente



- ¡Ehh! Todo anotado – Dijo el mozo con una expresión boquiabierta





No podía creer todo lo que había pedido, ¿Dónde cabe tanta comida? Es delgada y no parece tener gustos excesivos ¿No quiero ni pensar lo que vendrá de cuenta?



- ¡Señor! – Llama el mozo – ¿Y usted? ¿Tiene su orden?



- ¡Ahh! Disculpe. Si a mí solo unos fideos a la portuguesa



- Y para beber.



- Nada para mí – Dice Gaia



- Yo quisiera un agua con gas - ¿No quieres nada para beber?



- No, ¿Con la comida?



- ¿Eh? - Dije



- ¿Eh? – dijo el mozo que frunce el ceño y se retira



- Bueno, ahora estamos. Como se dice casados. Eh. Tengo mucho más para preguntar.



- No hay mucho que explicar tenemos un acuerdo nupcial nada más. Debo llamarte por los siguientes apelativos por lo que se. Amor, cariño, vida, ternura ¿Está bien?



- ¡Estemm! Cierto pero no precisamente debe ser una obligación moral debe nacer.



- ¿Es la costumbre?









- Claro. De hecho...Está bien. -



- Entonces está más que bien ¿No amor?





Pronto el mozo trajo los platos. Eran varios para Gaia y uno para mí. La incesante manera de devorar de ella, me recordó a alguna de esas películas de terror en la cual una bestia se comía a todos. Miraba sin probar bocado con un semblante insólito como las manos de ella tomaban los cubiertos. En la comisura de los labios escapaban retazos de fragmentos de bolo alimenticio.



¡Madre mía! Se va comer la mesa si sigue así





- ¿Vida tu no comerás?



- ¡!!Ahh!! –Sonreí y recogí el tenedor generando un efecto huracán en los fideos. Pronto percibí el sonido de como ella deglutía. Su velocidad estaba fuera de los límites de lo refinado.



De a poco fui probando bocado. Ella hizo una leve pausa.





- ¿Qué te parece la comida? – Pregunté, mientras la observaba pasar el cubierto de un plato al otro y viceversa y masticar como leona recién de atrapar a una cebra. Era como un apetito prominente que absorbía como agujero negro en succión de constelaciones. No me contestaba, hasta que reformulé la pregunta – ¿Está delicioso no?



Aldo la mirada del plato a mi persona. No le gustaba que le pregunten o le platiquen, mientras fetichea con el mangar en fantasías de gula



Generó un gesto expresivo de afirmación total. Era un éxito. La pausa se produjo cuando direccionó su rifle a mi plato.



- ¿El tuyo esta delicioso no?



- Sí, claro – Sonreí.



- ¿A ver? – Se arriesgó masticando a recoger con su tenedor parte de mi cena y no tardó lo que la milésima de segundos del tiempo existente para









depositar en su boca – Fue directo a estómago. Nunca supe si pasó de la boca al tuvo de la tráquea. - ¡Mmm! Está bien. No es gran cosa, pero tiene mi aprobación.



- ¿Si ella lo dice? No pasó ni por degustación, aunque desconocía si era catadora de alimentos.



La cena siguió su curso.





- ¿Seguro no quieres nada de beber? – le pregunté con respeto pues tanta cantidad era una masa incontrolable de alimentos. A lo que se negó rotundamente.



Al lugar era muy discreto. Había algunas personas que no podían de todas formas direccionar su visión locuaz al espectáculo de una mujer que comía sin cesar. Tanto las parejas como los solitarios y solitarias formaban parte de una tribuna. En un momento me imaginé que trabajaba en un circo. ¡¡¡Con ustedes la mujer que se traga todo!!!. La música de fondo se planteaba...¡Pa! ¡Pa! ¡Pa! Y los aplausos con palmas arriba. ¡¡¡Bravo!!! ¡¡Bravo!!. Júpiter no seas idiota, ladee la cabeza un momento.



- ¿Estás bien?



- ¿oh?.. ¡Je! – me tome la cabeza con la mano derecha como explicando un despiste. – estaba soñando despierto.



- ¡Je! ¡Je! –¡Bien! – expresa mirándome con esos ojos rojizos y bellos. Sus cejas oscuras y labios carmesí. Ya volvió el tonto enamorado. Ella continuaba con el postre. O los postres.



El helado y dulce de leche se repartía por doquier. Luego de concluir. Me tomé un café. Ella no quiso. Fue raro. Me sentí extrañó allí.



- ¿Quieres algo más?



- No. Está bien así - Se hizo en los siguientes minutos un silencio que me mantuvo inquieto. Intenté expresar palabra pero parecía que una barrera




se interponía ¿No puede ser que no pueda hablar? Maldita sea la timidez o falta de temas de plática. Parecía un concurso de miradas.

Fin del capítulo

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Diego Leandro Couselo
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