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La esposa. Gaia existe se los aseguro.(parte 2)
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La esposa. Gaia existe se los aseguro.(parte 2)

- ¿Y cómo sabe tanto sobre aquel asunto?



- ¡Je! ¡Je! Sabía que lo preguntaría. Sé que su padre es arqueólogo. Como él también lo fui. He estado es mucho lugares en éste tiempo de vida. El Tíbet. El llamado techo del mundo es uno de ellos. Claro que no he podido llegar a la cima de él. Allí se hablan leyendas de ciudades perdidas como Shambala.



- Es la ciudad imaginaria. Como el dorado.



- Bien dicho. Así como esas ciudades mágicas existen las bibliotecas. Allí accedí a ciertos sitios en una expedición. Una cueva no muy lejana. En su interior había unos libros. Pude tomar uno de ellos. Al abrirlo su escritura era bastante primigenia. Sus hojas de un material tangible podían desmembrarse. Tomé unas fotos de todas las páginas que pude. Parecía una broma de quien lo hubiera escrito. Había dibujos de hombres, de animales, de flora y fauna desconocidas, de semi humanos, mitad animal, mitad hombre. De esa raza sauron. Mapas de todo tipo, y dibujos sobre movimientos estelares y por último un mapa de una isla cuya ubicación era desconocida – Al decir ello me estremecí. Una isla. U ligar donde provenía Gaia. Podría ser. - Luego que vinieron mis colegas y las autoridades locales; tuvimos que ir al distrito policial. –



- Profesor se que sería mucho pedir. ¿Podría facilitarme ese material?



- Lo siento. – dijo con sinceridad – el distrito local decomisó todo lo nuestro. Los monjes de la región argumentaron que fue una violación de









un lugar sagrado. Por eso cuando leí tu trabajo y examen quedé sorprendido.



- ¿Entonces no hay manera de encontrar esa información?



- ¿Y tu como sabías? – Preguntó, aunque no podía contarle



- Se de alguien que sabe.



- ¿En serio? ¡Mmm! ¿Ese alguien debe ser especial no?



- Desapareció hace poco tiempo. Necesito con urgencia encontrarla – me lamentaba.



- Ya veo. Esas complicado de lo que parece. – saco de su cartera unas hojas y un lápiz marcador de tinta muy fuerte y comenzó a dibujar. Cada trazo iba marcando todo el interior. Y luego de ello dibujó unos objetos. – Esta es la isla y allí había otros dibujos. Una estatuilla, tótems, efigies. Dibujo lo que serían las personas. Al verlo quedé maravillado. Sus dibujos eran muy arcaicos, aunque entendibles. Al concluir me los dio – Toma. Tal vez te sirva para encontrar a esa persona.



- ¡Gracias!



- Bueno es hora que me retire. Si puedo ser ayuda solo dime ¿Si?



- ¡¡Sí!!



- ¡Adiós! – Se levantó de su silla. Tomó su bolso, y se retiró.



- ¡Adiós! – Recogí los dibujos y me fui de aquel lugar.





Detrás nuestro sin que nos percatáramos alguien no escuchaba desde otra mesa. Esa figura de damisela llevaba un gorro y unos lentes. A su lado estaba otra mujer un tanto atractiva de gafas oscuras y coletas con varias hebillas en su cabello. Entre el trajín de la conversación, solo pude recopilar esa información para elaborar la facción física, pero mi distracción fue total a ellas ¿Cómo es que noté su presencia? Una voz conocida. Solamente con esos datos y un sexto sentido que afloraba se agudizaba entre charlas misteriosas con el Doctor Elmer Umbriel.









En cuanto llegué a mi casa Gregory me estaba esperando sentado en las escaleras. Previamente me había enviado un mensaje de texto:



- Tengo información importante.



- Ok – Le dije. Puede que tenga algo también que nos puede ser de ayuda.





Al encontrarlo allí sentado fumaba un último cigarrillo. El humo se expandió por el escenario del vecindario.



- ¡Tuviste un día complicado viejo!



- No tanto. – Fuimos a mi casa a discutir las pistas. De mi bolso saqué los dibujos.



- Viejo ¿Como dibujante no eres muy bueno no?



- No seas idiota. Estos dibujos no los hice yo, pero podrían ser de suma importancia. Sobre todo éste mismo – El diseño de la isla. -



- Ahora que lo recuerdo Luna me habló sobre su paradero.



- ¿La isla? – Pregunté intrigado.



- ¡No!, Sobre ella y de su procedencia. Una isla. Ambas con Gaia, venían de allí.



- ¡Bien!, de la isla. – Aclaré, queriendo explicar que se refería a ello. Era una palabrería de don individuos con errores de cacofonía. -



- ¡Te he dicho que de ella! Bueno para entrar en detalles. Una isla que se ubica cerca de las costas de Portugal.



- Cómo Hi Brasil. La isla que desaparece. Una isla inexistente al ojo humano. -



- No precisamente. Conozco la leyenda. Y no me explicó que era una isla que desaparece. Sería una total estupidez. Pero que era una isla en la cual se había conformado como una monarquía ¿Increíble no? ¡Que exista!



- Es fehaciente en sus leyendas, solo eso. Lástima que no tiene credibilidad de hallarse. Gaia me había dicho que provenía de una isla de la polinesia.









- Ahora realmente es que estamos fritos ¿Te das cuenta la diferencia de distancias?



- ¡Eso es verdad! – Y sacó otro dibujo de la isla. – No se me ocurre pensar que una de ellas dos miente, o ambas.



- Hay muchas islas en el planeta.





Al decir ello, no supimos que mencionar. El gato se posó en la ventana y saltó a la mesa. Más específicamente golpeando un vaso de agua que se volcaba en el dibujo de la isla. El agua traspasaba el trazo desdibujándolo. ¡¡Oyee!! – Dije con enojo ante el desastre.



- Es inútil – Confesó Gregory – Encontrarlas es casi imposible.



- Debemos seguir intentando otras ideas. -





El dibujo de la isla se desteñía de la tinta del lápiz. Conformando un rostro muy particular. Al verlo sentí su familiaridad. Aunque mis recuerdos no se aclaraban del todo. Gregory verificaba los otros dibujos y luego interrumpió mi meditación con algún comentario.



- ¿Qué se sepa que existen monarquías hoy en día?



- No digo que no existan. Hay islas tribales.



- ¿Y si fuera una isla de esas que desaparecen y aparecen en otros sitios? He escrito un cuento sobre ello. La isla entre nieblas aparecía en un lugar u otro del mundo. Y guardaba una raza desconocida.



Al oírlo no sabía si decirle que se trate en un hospicio, o aplaudirlo, pues su hipótesis era muy dinámica y valida en muchos términos. Después de hablar con el profesor, no podía no imaginarme que hay muchos misterios en el mundo o el universo. Podría ser verdad. Pero ese dibujo borroso ¿Ese rostro a que me recuerda?



- Júpiter, de alguna manera las encontraremos.......... - Y volvió a repetir mi nombre, pues estaba exhorto en pensamientos - ¡Júpiter!









- ¡Oh! Lo siento. Estaba perdido en este dibujo.



- ¿El que arruinó el gato?



- Parece un rostro de unos de esos dioses tallados como figuras emblemáticas. Alargados que adornan altares y bailan a su alrededor para ceremoniarlo. Piezas de museo ¡Je! ¡Je!



- Si, supongo que debe ser ello. Ya me da vueltas la cabeza. Continuemos el día de mañana.



- Opino lo mismo. Debo realizar unos artículos para una revista.



- Suerte – Le dije. Y se retiró Gregory.





Me fui a preparar algo de cenar. Todos los dibujos estaban en la mesa y el gato continuaba su ronda.



- ¿Seguro las extrañas no? ¡Mmm! Yo también. Somos dos seres enamorados que no sabemos cómo quebrar las leyes. ¿Quebrar las leyes?



¡¡Qué cosas digo!! Y eme aquí platicando con un gato. No lo tomes a mal. Hombre, eres lo más cercano a Gaia. Y el hecho de que te encuentres aquí por lo menos me regala una sensación de su presencia. Por cierto. Tú tienes tu dueño. Es extraño que siempre vengas aquí.



Dejé de conversar con el gato de forma unísona y fui a la ventana. De donde provenía siempre tenía las luces apagadas. E incluso no hay nadie allí.



¡Extraño!– me dije analizando. Es un gato callejero. Pero siempre de allí. Por algún lugar ingresa. El gato parecía mirarme fijamente y ronroneaba. Fui a la cocina por servirme la cena y le traje un plato para servirle un poco de carne que agradeció con un maullido. Mientras cenábamos, analizaba los dibujos. Ese rostro tan especifico. Pronto el gato colocó su pata sobre el jugo del aceite.



- ¡¡¿Qué haces?!! – grité de manera forzada. – ¡¡Vas ensuciar el piso de cerámica!! No me prestó atención y caminaba a gusto. – ¡Bueno luego lo limpiaré!









Nuevamente me centré en terminar mi cena y los dibujos y el maullido del gato no cesaba hasta que se posó en la ventaba por sí mismo para recostarse.



- ¡Ahh! Solo se fue y listo. Ella siempre fue muy extraña y si viene de la realeza lo más probable es que se haya tenido que ir por urgencia. Tal vez deba casarse con ese matrimonio forzado por acuerdo. En la isla donde habita Eso es lo más lógico. Pero si no existe tal. Cada isla de la polinesia forma parte de un país. No hay registros. Ni siquiera de su nombre – Recuerdo de Gaia. En el mueble de la pared izquierda escuchaba unos ruidos. En un frasco con un escarabajo entre hojas. Se estaba alimentando ¿Supongo que debo ponerle más? Lleva días desde que Gaia lo había traído a la casa.





*****//**** Impase de tiempo.



- ¡¡Gaia!! ¿Qué demonios es eso?



- ¡¡Danna!! No seas tan escandaloso.



- Oye no quiero que mi casa sea un terrario, para eso está el parque.



- ¡Ey! ¡Es una pobre criatura! ¿O No?



¡¡Pequeñin!! – Le dice al insecto



- ¿Tampoco será parte de la cena no?



- ¡¡No seas salvaje!!



- Para tu información comemos carne todos los días.



- ¡¡No de la que tú, conoces!!



- ¿¿?? ¿A qué te refieres?



- No he dicho nada.



- Bueno. Supongo que tiene tendencia vegana – Dije por mis adentros.





El escarabajo media lo que un dedo mayor y tenía dos pinzas terribles, sin embargo con Gaia, mantenía un estado se sumisión. Su docilidad se debía a la sonrisa de ella y sus palabras. Al verla feliz y la forma en que lo trataba sabia









que ella era muy especial. Su rostro observando con sus ojos rojizos a ese insecto en un gran frasco, en cuanto colocaba cada tallo de hoja. Conformó un hogar ideal.



- ¡Danna! Estos detalles ajenos ayudan a vivir ¿No crees?





Al verla en ese estado, sonreí sin decirle nada. Tenía razón en todo.





****//****





Es hora de lavar los platos. Al concluir el gato se había ido. Traje un trapo para limpiar el suelo.



Al verlo el desastre que hizo el gato, levanté su plato. Había caminado por todos los sitios formando caminos. Y al incorporarme del suelo me sorprendí, y fui a la mesa a tomar el dibujo del mapa. Lo miré y miré el suelo. La imagen estaba muy clara. La isla y un camino desde un rostro. ¿Unas letras? Me coloqué en posición de cuclillas y con el dedo iba siguiendo el trazo. Luego fui por móvil y tomé una foto. No entendía esas letras, pero la imagen era de la isla, y un camino hasta un rostro. Pensé en alguien que supiera del asunto. Mi padre siendo arqueólogo. Tenía conocimientos de infinidad de lugares



La foto se la envié a mi padre.





- Hola, ¡¡Papa!! ¿Podrías ver esto?



- ¡¡Hijo!! Es bueno saber de ti. ¿Y Gaia? Tu madre preguntó por ella, Sistine también. Y tus hermanos quieren conocerla. – Dijo – ¡Ah! ¿Y tu cómo te encuentras con todo?



- Bueno menos mal que preguntó por mí. Gaia...bien. P



- ¿Puedes ver la foto que te envié?



- Si, parece que lo limpias la casa. Raro por Gaia. Tu, no ya sé que eres un desastre.









- ¡¡Oyee!! ¡Gracias por el bello, y sincero cumplido!!.. ¿Esa foto? No vez algo particular ¿No te parece a una isla?



- ¡Hijo! ¡Eres muy tonto! Eso parece una imagen dibujada de un cuadrado irregular.



- Estoy buscando una isla en polinesia o el atlántico que tenga esta forma.



- ¿Polinesia o Atlántico? ¿Te das cuenta que estas en dos polos opuestos?



- ¿Ya se vas a llevar a Gaia de vacaciones?



- ¿Quién habla? ¿mama?



- Si, ¡Soy yo! ¡Tu madre! Júpiter, y mi adorable y bella Gaia? ¿No me digas que ya te separaste? Te partiré un palo por la cabeza si es así? ¡¡Gr!! – Gruñía mi madre. Siempre tan delicada con su hijo. -



- Ella no se encuentra. Y yo estoy bien – exprese con ironía.



- ¡Tú no me interesas! ¡Me interesa Gaia!



- Madre hay una sola – Me dije – ¿Papa tu pusiste alta voz?.



- Si, tu madre quería comunicarse también.



- Bien. ¿Y qué piensas de ese dibujo de la isla?



- Hijo no se parece en nada. Incluso las islas que hay en el pacifico no tienen esa forma tan irregular y perfecta. Parecería que hubiera sido tallada. ¿Ahora sabes eso me recuerda? Cuando me enviaste las fotos de los utensilios del museo. Ese dibujo estaba en una estatua. Una efigie. Arriba de su rostro. Y también. En un papiro muy añejo, del cual tenía una letra gastada de tiempo.



Al oírlo, cerré mis ojos y pensé en la efigie. Claro y ese papiro, que estaba al lado. Debía ser ello algún indicio.



- ¡Hola! ¿Júpiter?



- ¡Sí! ¿Es la efigie tal vez? – me dije - ¡Oh! Perdón papa. Esa información me será muy útil



- ¿Para que la quieres?









- ¡Ehh!...Es para el museo.



- Bueno espero poder ir a visitar con tu madre.



- ¡¡Quiero ver a Gaia!! ¡Gaiaaa!



- Eres tu Sistine ¡¡Gr!! ¡¡Gr!! ¡¡Mocosa!! Deja de entrometerte en conversaciones ajenas



- ¡También quiero ver a Gaia! – Mi madre.



- Gaia no estaaa!! – Grite y luego me calme.



- Bueno la veré la próxima mándale saludos – Dijo mi madre



- Sale mis saludos también – Sistine – ¡Y a ti por supuesto que no!



- ¡¡Lárgate mocosa!!



- Bueno hijo voy a colgar. ¡Cuídense! – Cumplimentó mi padre.





Tenía unos datos esenciales. Mañana en mi trabajo por la tarde, podría analizar bien la efigie. Aunque no era del todo sencillo. Eran conjeturas muy extrañas. Pero había quemado todos los cartuchos disponibles ¿Y qué ocurría si Gaia en verdad seguía en la ciudad?



La isla-el mapa-la efigie. Todas las hipótesis en mi cabeza procesándose.





No existe tal isla en el mundo y si es existe es una isla fantasma. Los objetos de la sala Hades. Muchos de ellos sin respuesta en los estudios. Leyendas de lugares de lugares fantásticos y civilizaciones nunca descubiertas y mi esposa, una supuesta princesa que se casó conmigo por un acuerdo desapareció junto a mi vecina, quien sería su amiga.



Éste al momento es mi resumen.





No concluí otra razón que ir a descansar.





La niebla estaba obstaculizando todo un sector. Caminaba sin pausas, y sin saber dónde dirigirme. Allí me esperaban.



- Si vas a ir, hazlo pronto.









- ¿Y tú quien eres?



- Ya me conoces. Los he estado acompañando todas las noches. Por cierto asea tu casa de vez en cuando.



- Te pareces al gato del vecino.



- Sí, claro que me parezco. Soy el gato del vecino ¿Oye que vecino? No hay nadie allí.



- ¡¡Espera!! ¿Tú puedes hablar?



- Gaia tiene razón tu eres bastante ingenuo.



- Esto es una locura.



- En efecto y estamos todos invitados.



- ¿Dónde está Gaia?



- En la isla.



- Bien gracias por el informe.- Expresé de forma irónica. – ¿Esa isla como llego?



- ¡Ahh!. Esa es la mejor parte. El señor de la bruma es quien transporta a la isla. Es como un barquero. ¿Conoces a Caronte?



Al escuchar esas palabras ingresó un escalofrió en toda mi espina.





- El infierno de los griegos.



- ¡¡Bien por ti!! Creí que eras un anónimo inexistente.



- Gracias por los cumplidos. – confesé con recelo.



- ¡Bueno más no puedo decir! Ya sabes, no es que me guste perpetuar la curiosidad, ni lo oculto. Te dejo la investigación a ti. A parte voy a tener problemas con los superiores.



- Gracias por tu ayuda –



- Nada es agradecido. También quiero que Gaia regrese. Nunca fue tan feliz como aquí. En algo eres bueno Júpiter. Por alguna razón tienes ese nombre. Ve a rescatarla.



Continuamos caminos separados. Y al final la niebla se disipó.









Fue cuando desperté a la mañana siguiente. Alguien estaba tocando el timbre de mi departamento. Al abrir los ojos mi móvil sonaba sin cesar. Me fui incorporando poco a poco por la pereza.



En mi entrada se escuchaban voces





- ¿Eres amiga de Júpiter? Buenos días – Dijo Gregory a la mujer que tocaba el timbre.



- Si, debo conversar con él de inmediato.



- También estoy en la misma situación





La chica parecía un tanto intranquila como si hubiera sucedido algo anormal.





- Perdón no me presenté. Soy Gregory. Amigo y vecino de Júpiter



- Josefina compañera de clase de él.



- Éste tipo debe estar durmiendo aún. Es un poco complicado.



- Lo sé. Pero me urge conversar con él.





Al abrirse la puerta dos fieras se lanzaron encima de mi persona.





- ¡¡¡¡¡¡TE..TENEMOS QUE HABLAR CONTIGO JUPITER!!!!!!......



- .....¿?¿?¿?...¡¡Eh!.. bueno – me encogí de hombros con una mirada sumisa de ser sorprendido por el alba.



Los invité a pasar. Allí ambos se sentaron alrededor de la mesa, mientras preparaba té. Al servirles, cada uno tomo su tasa. Yo como siempre me preparé un café. Gregory saco de su bolso unos papeles. Había encontrado entre sus cosas un escrito. Un cuento hecho por el con el dibujo de una isla. Era como un cuento sin concluir en el cual el personaje en primera persona se enamora y se casa y con su mujer viven infinidad de situaciones extrañas y ella desaparece y al final se dibuja una isla.



- ¡¡Te juro Júpiter!! ¿Que no sé de dónde salió esto? ¡¡¡No recuerdo haberlo escrito!!! Y algo más. En un trazo de letra diferente hay una cita: búscame









aquí. – ¡Ésta letra es de Luna! ¡Estoy seguro! En una de nuestras salidas escribió en un papel una frase que le dicté. Su letra es muy particular.



Miraba la obra sin concluir. Josefina no comprendía nada.





- ¿Entonces es cierto? – Dije con la taza en mano de forma asombrada.



- Disculpen si me entrometo. ¿Tiene que ver con una isla? ¿Gaia?



- ¡Ehh! ¿Nunca te he hablado de ella?



- Ella estuvo con nosotros cuando estudiamos. No sé cómo explicarlo. Hasta ayer era como si fuéramos los dos y ahora ella y su imagen esta allí. ¡¡Ella pide auxilio!! Mientras leías sin prestarnos atención como sino existieras. Ella me dijo cuídalo bien. Júpiter no entiendo nada de todo esto, pero ayer estaba en una mesa cerca de ti y el profesor, y sé que estaban conversando sobre una isla. Sobre una civilización. Se de los dibujos. Y hay algo más desde esa vez, mi cabeza explotó con muchos recuerdos. Muchos. Y hay alguien en mi vida que creí que no existía, y existe. Necesito saber que fue ello. Yo te lo he dicho.



- Me ha pasado lo mismo - Dijo Gregory Nervioso.



- Claro – Pensé – Al hacer memoria. ellos me habían narrado sus situaciones, y luego todo quedó en la nada, cuando Gaia desapareció, y ahora deben haber vuelto a recordar al gritar su nombre en el cielo. Si Josefina me narró sobre sus sueños, sobre ese hombre Neso, el viajero, y Gregory sobre Luna y su beso. – Lo sé amigos, por eso debemos encontrar a Gaia, Luna, y ese tal Neso. Puede que tengan vínculos. -



Todo lo que me confesaba Josefina era verdad. Todo lo de Gregory era verdad, y todas mis historias eran verdad.



- Una isla escondida. Yo la vi. -



- ¿Cómo que la viste?









- ¡¡¡En un sueño!!! Desde el cielo. Un cielo rojizo y no celeste como el que conocemos. – decirlo tragó un sorbo de té y luego tosió



- ¿Entonces sabes dónde se ubica? – preguntó Gregory – ¡¡¡Podemos encontrarlas!!!



- No, ¡Lamentablemente no lo sé!





Definitivamente todo estaba llegando a su resultado.





- Ya sé a qué lugar dirigirnos. – Confesé con toda la seguridad. El señor de la bruma, el Caronte, y la efigie. La sala Hades. luego pensé en ellos –Iré a mi trabajo quizás descubra todo este enigma.



- ¿Te puedo acompañar? – Preguntó Gregory.



- Yo quiero ir también



- ¡No creo que sea necesario!



- Si lo es – dijo alguien



- ¿¿??



- ¿¿??



- ¿¿??



- ¿Esto es real?



- Iré con ustedes también.



- ¡Esh!...¡¡Eh!!..¿Júpiter? ¿Esto es real?





Gregory se sorprendió y Josefina se congeló del asombro. Delante nuestro movía la cola y ronroneaba atizando sus bigotes.



- Bueno tampoco es para sorprenderse – Confesó con su rostro irónico. – la vida una caja de aventuras y sorpresas.



- Eh..¿Júpiter? ¡¡El gato habló!!



- Si señorita. Disculpe no me presenté. Mikonos Noir a su servicio.



- ¿Esto está bien? – Me pregunté









- Claro. De eso se trata. Ahora pasemos a lo importante. Vayan al museo. Los tres están implicados. Yo los seguiré.



- Pero ¿cómo posible?



- Sus mentes se han aclarado. Aclarar quiere decir que pueden entender un lenguaje global. Todos los seres vivos lo pueden hacer. Incluso si leyeras una partitura musical o sonido, o algoritmo podrían hacerlo también.



- ¡No lo puedo creer!



- Si ella no hubiera venido – señalo a Josefina – Sus mentes no se habrían abierto – Eres un portal



Josefina al oírlo se asustó.


- ¡Vamos! Tampoco es tan irreal. Digamos que la evolución llegó antes de lo previsto.



- ¿Puedo preguntar algo?



- Poder todos pueden ¿Vas a querer saber cómo puedo hablar? Bueno será respondido. Deben ir los tres. Los tres están implicados en éste asunto.



Asentí con la sola mirada.





- Bueno eso es de esperar, pero primero quisiera un tazón de leche por favor. Y que no esté muy fría.



- ¿Algo más?



- Si que la señorita deje de mirarme con esos ojos perdidos y el señor escritor dejé de mover sus dedos como teclas de piano. La ansiedad los puede torturar.



Fui a cumplir sus designios al dar unos pasos y cruzar al otro lado de la cocina se guardó un silencio en la sala de living, y cuando llegué había desaparecido el gato. Josefina y Gregory no se encontraban tampoco.



- ¿Y el gato? ¿Y Gregory y Josefina?









Sentí el toque de la puerta al abrir eran ellos dos. Deje el tazón en la mesa.





- ¿Dónde de se habían metido? ¿Y el gato?



- ¿De qué hablas? Preguntó asombrado Gregory. -



- ¡¡Debo hablarte de algo urgente!! - Expresó Josefina.





Entonces en mi interior sentí que se volvía a repetir las mismas situaciones que se desarrollaron hace unas horas.



- ¿Esto no puede ser?- dije en voz alta



- ¿Qué ocurre?



- No es nada – Me agarraba la cabeza.





Mismos fueron los eventos que se desarrollaron y apareció el gato.





- ¡¡Ahí estas!! – Dije señalándolo – ¿Por qué te fuiste? ¡¡¿Contesta?!!



- ¡¡Miauu!!



- ¿Eh? ¡¡¿Habla?!!



- ¿Júpiter? ¿Qué rayos? –replicó Gregory



- Yo diría que la presión de su esposa lo acabó. – Confesó Josefina.



- Éste maldito puede hablar ¡Vamos!





Ambos me miraban.





- ¿Júpiter? ¿Quieres volvamos más tarde?



- ¡¡¡Clarooo que no!!!





El gato fue directo a la mesa, y allí al tazón de leche. Mientras refunfuñaba por el hecho sin entender lo sucedido el maullido y un guiño fueron suficientes.



- ¡Vamos al museo!–Por alguna razón sabía que allí estaba la respuesta o por lo menos la guía suficiente para hallar a Gaia.



De inmediato salimos a tomar el primer ómnibus. El reloj había pasado las horas a una velocidad muy extraña ¿pero si cuando vinieron era de mañana?









¿Ahora es de tarde? Claro la segunda vez que se repiten los hechos no fue a la mañana, fue a la tarde. Ahora que lo pienso lo mismo me ha ido ocurriendo en reiteradas ocasiones con Gaia. El tiempo se repetía y lo anterior vivido era un pasado que desaparecía y aparecía en mis sueños. ¿Pero cómo demonios ocurrió?



¡¡¡Y luego todos los hechos!!!¡¡¡Y luego el gato que habla!!!





¡Ahh! ¡¡Primero vé por ella, vé por Gaia!!... Éste matrimonio es un disparate del universo como yo pensaba.



¿Quién eres Gaia? ¿Por qué sucede todo esto?





Ya no importa, luego tendré tiempo para preguntar.





Veamos hoy tenía también día libre. Entonces solo esperaba no cruzarme a nadie. Era el horario de salida de muchos. Mientras viajábamos en el bus, envié un mensaje a Origima para que me guardara las llaves en mi casillero. Ya era un poco tarde. Eso podría, pero aún permanecería Wilson el oficial de guardia nocturno.



En el viaje tanto Josefina como Gregory permanecían en silencio. Cada cual exhortado observando alguna característica de la nada. La verdadera razón era que todo éste periplo resultaba un harto de historias fantásticas. Nadie en su sano juicio creería lo que está sucediendo. Solo éramos los tres. Un historiador, su compañera historiadora, y un escritor. Los tres jugando a ser detectives de un misterio inverosímil y foráneo.



Al llegar fuimos por la puerta trasera. La mayoría por suerte se había retirado. Fuimos cuidadosamente por una puerta trasera. Tenía un juego de llaves de una vez que mi jefe me las prestó para ir en caso de urgencias. Al abrir la misma, nos encontrábamos en un sitio vacío y lúgubre. Era un espanto como









cuando se ingresa a la casita del terror. Totalmente oscuro, lleno de bolsas y cajas. Algo muy similar al salón Hades.



- Júpiter tu trabajo es terrible. No pensé que fuera tan espantoso trabajar en un museo.



- No es así. Éste lugar es como un deposito.



- Eso es cierto. Incluso debe haber documentación original – Manifestó Gregory – Los museos guardan bastantes objetos sin exhibir. De todas maneras ustedes son los expertos.



- ¡Gracias!– Dijo Josefina con cierta calma- ¿tú eres escritor?



- Es mi trabajo, y lo disfruto. Ésta historia sería interesante cono una aventura épica. ¿no lo creen?



- Yo solo quiero encontrar a mi esposa – Dije.



- Deben estar bien Júpiter. ¡No te preocupes – Tranquiliza Gregory.



- Podría ser interesante. Claro que quiero estar en ella – Expresó Josefina.



- Estarás eso te lo aseguro – esbozó una risa



- ¡mmm! ¡¡Oye escritor!!...¡¡mmm!!.. ¡Ahh! ¿Seguro estas coqueteándome?..



¡No..¡Nooo!..lo siento pero no puede ser yo soy una mujer dedicada. Somos de diferentes carreras. Aparte, tú estás buscando a una chica. Yo no soy segunda de nadie. No, lo siento mucho. – colocó rostro de indiferencia.



- ¿¿?? – Gregory fruncía el ceño sin entender



- No te preocupes. Le encanta rechazar candidatos a novio que se inventa ella.



- Pero..yo solo dije..



- ¡¡¡¡¡Olvídate de ello!!!!!– Me enfadé con franqueza. Gregory se rió.





Al cruzar un pabellón nos escondimos detrás de una pared en la sala de planta baja. Se oía un fuerte sonido humano. Eran ruidos catatónicos para la mente.



- ¡¡Díos!! ¿Qué ruido es ese? – preguntó Josefina.









- ¡Parece un oso! – Expresó Gregory.



- ¡Creo saber! – Argumenté anticipando una respuesta. -





Al voltearnos a ver. Allí estaba la razón. Wilson estaba en una silla sentado durmiendo. Sus ronquidos eran peores que los de Gaia.



Una imagen de ella una noche descansando se veía boca arriba con un globito de mucosidad creado por el aire en sus fosas nasales y abriendo ella su boca como tenor. Y yo en mi cama observando el techo con ojos irritados y una posible situación de insomnio.



- Es Wilson. Duerme como un tronco fosilizado. Descuiden podemos avanzar.



Fuimos hasta los ascensores hasta la sala del antepenúltimo piso. Allí estaba más oscuro que de costumbre. Josefina con un poco de pánico se aferró a Gregory.



- ¿Estás bien? – Preguntó.



- Si, solo es un poco tenebroso. ¡Puede haber fantasmas!



- ¡Acostúmbrate! – Dije – Si quieres un día trabajar en un museo.



- Gracias por el apoyo moral Júpiter. Lo tendré presente el día que veas uno.



Lo que ella no sabía es que ya había visto uno. Y ya me había aterrado con ello.





Fuimos por el pasillo y llegamos a las escaleras. Josefina temblaba y ese miedo se expandió por Gregory.



- ¡Calma! – Dije.





Al ascender estábamos en el piso último. Allí recorrimos unos metros. Desde las ventanas se reflejaba la luz de la Luna. Y una silueta se movía con velocidad.









- ¿Eh? – Me pregunté. La silueta se desvaneció entre las puertas de la sala Hades. Saqué mis llaves y giré la perilla. Al abrir ambas. La luz hizo un reflejo. Una forma se acercó a nosotros y luego desapareció.



- ¿Júpiter? ¿Qué fue eso? –preguntó Gregory asustado. Josefina apenas podía hablar.



Fui hasta el interruptor. Parecía que no funcionaba la electricidad, así que fuimos avanzando con la luz de los celulares. Cruzamos la estatua de Hades en el medio. Todas las figuras tenían una tez tenebrosa.



- ¡Júpiter! ¡mejor vámonos! – Gregory temeroso me daba el aviso. - El miedo me invadió como a él.



- ¿Y Josefina?– Preguntó Gregory. ¡No está conmigo!



- ¿Quéee? – Dije. Una bruma se formo como niebla.



- ¡¡¡¡¡AHHH!!!!...- El grito de Josefina nos hizo avanzar.



- ¡¡Josefinaaa!!





Fuimos corriendo y tropecé en el suelo dándome un golpe. Encima de mí, cayó Gregory. La forma humanoide se hizo presente.



Mis ojos lo veían con claridad. Se fue acercando lentamente. Y extendió la mano. Cerré los ojos por miedo. Ese que Gaia guardaba para que no me torturara. Las luces se encendieron.



A mi lado el gato del vecino ronroneado. Júpiter estaba boca arriba a un costado. Josefina apareció. Había dejado de gritar.



El humanoide era tan humano como nosotros. Un hombre de cabello blanco joven. Una estatura de un metro setenta.



- ¡¡Por favor!! – Explayó con cierta parsimonia.



- ¿Tu?



- Ya les diré. -









Gato parecía reírse y fue hacia Josefina. Su andar tranquilizaba en ambiente. Los tres nos reunimos y aquel hombre se presentó. El guardián de la bruma.



- Pensé que nunca iban a venir





No entendíamos nada en absoluto. Ordené mis ideas un minutos en cuanto aquel hombre caminaba marcando con su brazo extendido abriendo la palma de la mano. Era como si quisiera invocar magia.



- Primero, lo primero ¿Quién eres?



- Mi nombre es Tristán N. Cerbero. Caballero de la orden del bajo mundo.



- ¡Podrías! ¡Por favor! ¿Ser un poco más claro? – Preguntó Gregory exaltado.



El gato maullaba y Tristán con cierta seriedad asentía.





- Soy de una orden antigua que ya no existe. Algo como los templarios o la rosa cruz.



- ¡¡Bien!! ¡¡Bien!! ¿Y seguro me vas a decir que vives aquí?





Asintió aquel. Al observar detenidamente su aura. Su forma y porte pude determinar que era el fantasma de la leyenda de la sala Hades.



- Esto no puede estar pasando. Esto es una locura.



- ¡Tranquilo! – Soltó un respiro Gregory.





Josefina se mantuvo en silencio, y no le quitaba la vista. Lo estudiaba tan bien como en todo su aspecto detallado. Su rostro era tan particular.



- ¡Vengan conmigo! Debemos irnos.

Fin del capítulo

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