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La esposa. Gaia llora.

Allí es donde comienzan los sentimientos.



Este hecho ocurrió un día de lluvia. Ocurrió, y a partir de allí supe que Gaia, era alguien importante, y supe que mi vida estaba cambiando con solo una lluvia.



Al preparar el desayuno. Me fui como todos los días al trabajo, y luego a la universidad, sin embargo quería resolver ciertos puntos. El principal. El matrimonio y mi amor por ella.







- Gaia ¿Que harás hoy?



- ¡Danna! debo salir hacer un trámite.



- Está bien...Bueno llegaré tarde. Hoy lloverá. Lleva paraguas por si acaso.





No conversamos más nada que ello.





Al salir para mi trabajo supuse que sería un día extremadamente extenso.





Al primero que pude encontrar es al idiota de Riff que siempre se encuentra platicando sobre su majestuosa manera de llevar el trabajo con otro de los compañeros de trabajo Arnold. Un tipo con síntomas de sociópata. Bueno soy exagerado. Mi trabajo extiende una amplia gama de seres extraños, bueno mi esposa también, como mi vida. -



- ¡¡Ey!! Júpiter. Mi planeta preferido. – Comento Arnold



- Ah. ¡Hola! – Y seguí al interior.



- ¡Rigel! Te busca – Me gritó dando aviso. – Dijo Riff. -



- ¿Rigel? ¿Ya quiere molestar tan temprano?









- Gracias – Saludé de espalda levantando la mano izquierda. Y guardando mi otra mano en el bolsillo. El desinterés es mi aliado en estos asuntos.



Por suerte pude salir temprano. Así que podía hacer tiempo caminando por las veredas comerciales. Algún café no me vendría mal. Tomé mi celular móvil. Claro que no había mensajes.



Al pasar por un restaurante café veo en su interior. Había una dama sentada. Tomaba su café con las dos manos mirándolo fijamente como si pudiese reflejar algo. ¡Es Gaia! ¿Podría darle una sorpresa? ¡¡Pensé!! Entonces un hombre apareció. Parecía venir del baño. Era alto. Cabello plateado. Un poco de barba. Llevaba una camisa color oscuro y un saco. Pantalones oscuros y zapatos. Era el prototipo del empresario. La curiosidad me consumió. ¿Gaia tenía que salir a encontrase con un hombre? ¿Quién es ese? Parte de mí quería acercarse y parte no. Debía contenerme. Guardar cautela. Ella conversaba de momentos alegre y de momentos su rostro se decaía. Luego parecía levantar la voz y él contestaba. Y ella volvía a su vieja taza de café. Estuvieron así media hora. Luego ambos llamaron al mozo y les trajo la cuenta. Se levantaron de sus asientos y en una sincronización colocaron en orden las sillas. Ambos se disponían a salir por otra puerta. No pude evitar seguirlos. Hasta cierto punto entre personas que se mezclaban con ellos. Ella lo miró y expresó algunas palabras, y él respondió. Ella agachó la mirada y entre el tumulto salió corriendo. Él, solo suspiró. Intenté ir por ella, pero la multitud era una marea de olas que la perdieron como un barco a naufragar. Podía enviarle mensaje, pero debía tener un motivo claro. A la noche conversaría ¿O no? Era mejor ver nuestro matrimonio. Si tenía a alguien ya no era preciso continuar. Podría ser ese amor que ella mencionó. No. Bueno si. Va no sé lo que mi cabeza piensa. Es todo un embrollo. No podía quitarme la mirada de ese tipo. Era posiblemente lo que Gaia quería. Al final esto ocurriría. Me fui a la clase de la universidad sin ganas de ello, imaginando









una y otra vez ese momento de ambos. La clase tuvo su orden, aunque yo estaba perdido







Estaba dispuesto a hablar el tema con Gaia. La clase había hecho una pausa cuando la profesora determinó un receso. Era el aula de antropología. Materia que con Gaía, se podría hacer celebre. El hecho de estudiar las fases del ecosistema natural en los cuales se desarrolló el hombre es bastante tedioso, por lo que se obliga a ello. De todas maneras estaba insumido en mis lenes con mi mano, codo y brazo, apoyando el mentor con la vista a un horizonte.



- ¡Danna! Estas, muy meditabundo. ¿Te preocupa este matrimonio?



- Te preocupa.......



- Cupa....Cupa.......... Esa voz de Gaia..............mi mente............





El eco de Gaia resonaba en mi mente. No debería preocuparme por ello. Pero a raíz de soñar todas las noches con ella. Me obligaba a querer tener una relación para no perderla. Cada vez me enamoraba más de Gaia. Era como si compartiéramos muchas aventuras juntos. No era una mera fantasía. Un teatro para engañar. Era como una realidad que solo se consumaba en mi cabeza.



¿Sería hermoso que todo lo que mi mente dibuja de los dos fuera real? O por lo menos no despertar al otro día para encontrar esa mentira nuevamente. Gaia dejaba claro con indirectas que no deseaba nada. Pero realmente debería sentir algo por mí? ¿Y qué ocurriría si aparece otro hombre en su vida? ¿Se concluiría todo supongo? ¡Gracias por todo! ¡¡No!!, ¡¡Noo!!



Al decir una negación. Josefina que estaba delante de mí escuchó.





- ¿Júpiter estas en una nube? Deja de soñar – Se dio la vuelta.



- Perdón. Estaba medio dormido.



- Seguro que soñabas cosas perversas









- Deja de decir tonterías – me mantuve con una mirada que denotaba sigilo. – aparte mis sueños son privados. Hago lo que me de la gana.



- ¡Libidinoso!





Como me molestó su comentario le seguí el juego. Aunque mis únicos pensamientos son para Gaia.



- Deja de interrumpir mis placeres.



- ¡¡Vaa!!... – se mantuvo meditabunda – ¿No estarás soñando conmigo?



- ¿¿Eh???



- ¡¡¡Ahh..noo!!!..hasta en tus sueños me coqueteas. ¡¡Noo...!! No se puede. Sabes que no se puede. Tú eres casado. Yo soy una mujer refinada. Aparte si fuera así tendría que ser tu amante y no lo toleraría. Y no. Y bueno lo siento.



- Deja de decir estupideces. Tengo mejores sueños que eso. – dije con arrogancia – Esta mujer le encanta divagar con tonterías para terminar rechazándome de diferentes maneras sin que le haya propuesto nada – Me dije a mi mismo con rostro mofado.



La clase concluyó y me despedí al salir un aguacero terrible caía desde el cielo. Eran aguas tumultuosas que representaban estruendos. Algunas calles estaban inundadas y eran intransitables. Los ómnibus pasaban repletos de humanos atestando el vehículo como pollos en una jaula listos para sacrificio. Decidí no sacar mi paraguas cuando pude localizar uno para ascender a él. Pagué el boleto y me coloqué como pieza de bloque encajando con los demás seres que miraban horizontes desconocidos. Cada cual al suyo.



Al defender de aquel un charco de agua empapó mis pies. Abrí el paraguas como podía, aunque el viento era muy tajante. Luego cedió en el pasar de los minutos.









Llegué en medio de una lluvia torrencial a la calle más cercana a la plaza principal. En el camino por las extensas calles los autos venían circulando a velocidad. Allí me encontré una mujer con un impermeable amarillo. Estaba en medio del cruce yendo al parque. Al ingresar las aguas se hacían más intensas. Los arboles de la plaza bramaban con el viento que pronto sucumbió de su eterno soplido. Era una lluvia que empapaba por ello en todas las direcciones. Esa mujer pronto descubrió su cabello. Era Gaia. Se estaba dirigiendo al parque a donde en medio de un enrejado se acercaba a una estatua. Fui hasta donde ella se ubicó. Intenté correr pero el aguacero estaba imposible. Era como si la lluvia hablase y ella se expresaba ante las gotas que caían y luego regresaba la mirada a la gran estatua de una mujer con alas. Era el ángel. Así fue el nombre que le colocaron entre parte de su cuerpo de mármol tallado. Gaia se expresó con una fina voz y la figura petrificada no le contestaba. De instantes opté por creer en una esposa loca cuya mente se disparó. Era extraño que le hablase a un gato, y peor a objetos inanimados. Fui a ella y grité entre las fuerza de las aguas a esa mujer frente al busto.



Al voltearse me miró. Tenía su rostro empapado. Aunque percibí que también había algo en sus retinas que escapaban. Eran otras gotas. Era una lluvia de su interior. Unas lágrimas. Ella tal vez creyó en que solo existían para mezclarse entre la pronta garua, pero no. Podían distinguirse. Las aguas de nuestro interior transportan otros sentimientos diferentes a los que vienen del cielo.



- ¡¡Gaia!!!



- ¿¿??



- ¡¡Gaiiaaa!! ¿Qué haces en medio de la lluvia?



- ¡¡Dannaa!! ¡Eres tú! – me dijo con un tono pasivo y una mirada sumisa.



- ¡¡¡Te vas a resfriar!!! Mira como está lloviendo. Y el parque es un lodazal.



¿Para qué estás aquí?



- ¡Lo siento! – Agachó la mirada.









- ¿Tanto te gusta esta estatua para venir en éste momento?





Ella se guardó la respuesta para sí misma.





- Y a parte.....bueno déjalo.. – Me mantuve callado. Era mejor ello. Había algo importante para ella. Era mejor respetarlo como cuando se respeta a los caídos. Solo eso.



Siguió en silencio y no quise decirle más nada que ello. Me coloqué a su lado y nos mantuvimos firmes sin decir una sola palabra. Llevé el paraguas para cubrirla.



- ¿Quieres regresar? – Expresó ella. -



- No. Me gustaría estar aquí contigo. -



- ¿Eh? -



- Si. Somos un matrimonio. Eso si tu quieres ¿Si necesitas soledad? Puedo irme. ¿O esperarte? ¿Si necesitas tiempo?, Puedo dártelo. Estoy que soy te esperará. Aquí, en casa, o dónde sea – Sentí la necesidad de decirle estas palabras. No ser correspondido es doloroso, pero se debe vivir con ello, sin embargo no podemos evitar ir una y otra vez a declarar en una bandera nuestros sentimientos. Gaia sabía lo que sentía, pero su vida de alguna manera estaba predestinada. Y yo no era ese ser que viviría a su lado. Solo un espécimen de laboratorio hasta que se solucionen los problemas. Me corrí a un costado. Un poco lejos para no molestar.



Ella sonrió. Se acercó a mí y me abrazó. Mi corazón nuevamente latía. Luego de unos minutos se alejó solo un metro.



- ¡Eres un tonto Danna! ¡Eres un tonto!- Y se fueron de ella otras lágrimas. Luego de media hora regresamos juntos. Ella me miró de una manera que nunca me había mirado. Sus ojos rojizos tenían algo.





A partir de allí muchas cosas sucedieron. Soñaba cada noche con ella como si fuéramos un matrimonio real. Bello y sagrado. Pero a pesar de esos sueños. Un momento que tengo en mi memoria es éste. Éste regreso de ambos a casa juntos y de la mano.

Fin del capítulo

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Diego Leandro Couselo
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