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la villa verde
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la villa verde

Un pequeño carruaje surcaba los bosques alrededor del territorio de Cadia. Sin guardias o caballeros que sirvieran de escolta, ni un cochero que llevara las riendas. Sus dos tripulantes, dos hermosas jóvenes, modestamente vestidas, habrían de ocuparse de todo. Defender si las bestias del campo o bandidos atacaban, como guiar el carro por su camino. Una de ellas era Made Cadia y la otra en realidad era Maxximillian Cadia. Aunque por motivos de seguridad, habían acordado que durante este viaje le reconocería como Maxximilliana, Una joven doncella que acompañaba a la señorita Madea.

Madea, la mayor de “las dos hermosas señoritas” se encontraba muy abochornada. Ella tenía en su rostro una expresión que indicaba querer poner su cabeza entre un agujero en el suelo. El motivo de que se sintiera de ese modo, era que Maxi, omitiendo detalles que no quería revelar, le había brindado una corta explicación acerca de la fisiología y sexualidad de los engendros. El haberse desnudado frente a alguien que bien podría ser un chico o una chica y al mismo tiempo el opuesto, le hacían tener sentimientos encontrados. Al final habían acordado que ellos dos eran familia y que Maxi era como su hermano pequeño. Pero eso aún seguía siendo insuficiente para ella.

Movilizarse, sin convertirse en el objetivo de asesinos y asaltantes, evitar molestas formalidades con otros nobles, había motivos de sobra para que Maxi hubiera decidido venir con esta fémina apariencia. Pero uno era sobre todos el que le había hecho decidirse. Al haber sido educada en una sociedad que subestimaba a las mujeres, dejándolas en segundo plano para casi todo. Era inevitable que Madea aún se viera intimidada solo de pensar en desafiar la autoridad de su padre. Pero si la joven se pudiera sentir identificada un poco con Maxi mientras el/la desafiaba el convencionalismo y la autoridad en su “modo femenino”. Eso le daría un gran impulso al valor de la chica. Por supuesto solo tendría la oportunidad de ver eso una vez hubiera completado la prueba que Maxi le tenía preparada.

– ¿Quieres tomar las riendas? Subiré sobre el toldo de la carroza para buscar un lugar donde acampar. –Sugirió Maxi para romper la tensión.
– ¿Acampar? –pregunto Madea recibiendo las riendas. Para ella que había tenido comodidades toda su vida, tal idea no sonaba muy agradable– ¿No sería mejor idea si buscamos una posada, o un hostal?
– La aldea más cercana está a 7 horas de camino. Ya casi anochece. A menos que quieras conducir la mitad de la noche en medio del oscuro bosque, la mejor opción que tenemos es acampar.
– Comprendo –Madea agacho sus hombros resignada y continúo conduciendo. Sin embargo, la inquietud no la dejo en paz por mucho tiempo, obligándose a reanudar la conversación, algo avergonzada– Si vamos a acampar ¿Qué haremos para la cena?
– ¡No te preocupes por eso! –respondió Maxi muy jovial–Yo atrapare algunos conejos, te permitiré encargarte de cocinarlos.
– ¿Yo cocinar? ¡No tengo la más remota idea de cómo hacer eso! Como pensé, es mejor si buscamos una posada.
– Detente entre esos dos árboles.

Maxi decidió cambiar la conversación, en lugar de continuar discutiendo con ella acerca de eso. El lugar en que acamparían a un lado del camino, se encontraba cerca de un pequeño estanque donde podría abrevar el caballo. Además, la vegetación alrededor no era muy alta ni densa, permitiéndoles una buena vista del entorno, de modo que nada se acercara demasiado sin que ellos lo supieran.

– Ayúdame a levantar una carpa. –Sugirió Maxi a la vez que acomodaba un par de rocas y una olla de barro sobre estas, antes de irse a recolectar madera, sin dar tiempo a Madea de responder. Al regresar, de algún modo, Madea había conseguido ser enrollada por la carpa y atrapada por sus amarres. – Podrías prender el fuego – sugirió luego de haberla liberado y levantado la carpa. Esta vez Madea consiguió prender fuego a su vestido. Por suerte estaban bastante cerca del estanque y la chica no resultó herida. – ¿Podrías picar las verduras?... dale de beber al caballo… necesitamos más leña… –Cada cosa que Maxi le pidió, Madea se las arregló para arruinarlo, terminando completamente exhausta y frustrada al final del dia.

– ¿Por qué?

Sentándose frente a la fogata, a la luz de la luna, Madea quería rendirse por completo, cuando un tazón de sopa caliente fue puesto en sus manos. Basto una cucharada para que comenzara a sentir como el cansancio abandonaba su cuerpo. Aquella simple sopa era mucho más deliciosa que la mayoría de exquisitos platillos que el chef había preparado hasta ahora. Se sentía como si su boca fuera recompensada, pero no estaba segura de merecer dicha recompensa.

– ¿Por qué me has asignado todas estas tareas en las que fracaso? Sabes bien que nunca hemos necesitado hacer nada de esto en la mansión. ¿Es acaso esta la prueba que tenías para mí?

– Nada de eso –respondió Maxi con su boca medio llena con un trozo de carne– Esto es solo lo básico que deberías saber para sobrevivir por tu cuenta.
– ¿Y porque querría sobrevivir por mi cuenta cuando puedo tener sirvientes que hagan estas cosas molestas por mí? –Madea comenzaba a sobresaltarse ante la sugerencia de Maxi. Ella era una orgullosa joven genio que a su corta edad tenía la capacidad de usar magia de alto nivel. Para ella, tener que hacer tareas tan triviales era algo ofensivo.
Maxi levanto una ceja al mirar a la enfadada chica y se tomó un respiro antes de responder.

– ¿Sabes que tu padre tiene montones de aliados en otros feudos? Hay una facción completa formada por sujetos sin escrúpulos como él. Incluso si le enfrentamos con todas nuestras fuerzas, nuestras posibilidades de vencerlo aún son algo bajas. SI lo peor sucede y nos vemos en la necesidad de huir, ¿cómo se supone que vamos a sobrevivir a intemperie? ¿Planeas pedirles a algunos de tus sirvientes que escapen contigo para que puedan seguir haciendo todo por ti?

Tras cuestionar a Madea, Maxi termino su sopa y se fue a descansar en la tienda de campaña. Madea por su parte, había quedado impactada por las palabras de Maxi, aunque no precisamente por el mensaje principal en ellas. “Mi padre… ¿tiene más posibilidades de ganar? ¿Entonces porque rayos estoy aquí? ¿No debería estas a su lado para facilitarle la victoria? Ese es mi deber como su hija”

– No sería eso una lástima –Los pensamientos de Madea fueron interrumpidos por la voz de Maxi, proviniendo desde su lecho– después de todo, los aliados de tu padre son igual e incluso peores que él. Ellos no dudaran en traicionarlo y luego usar a tus hermanos y a tu madre. Incluso si fuera el quien los desecha a ellos, aún es incierto el futuro que les espera a esos chicos siguiendo los pasos de tu padre… Piénsalo, por tus venas corre la sangre de una gran línea de paladines. Para bien o para mal, vivirás lo suficiente para ver 5 o incluso 10 generaciones después de ti.

Tras escucharlo, Madea se hayo a si misma completamente desarmada, al darse cuenta que lo que hace un momento precia ser la lengua de Maxi traicionándole, en realidad había sido apropósito para ponerla a pensar. Parecía que sin importar si decidía la traición o la lealtad, estaba bailando en la palma de su mano. Con rabia se mordió los labios hasta que sangraron. No quería estar en medio de todo esto, sentía la necesidad de escapar lejos, tanto de Maxi como de su padre. Tal sentimiento solo se hizo más fuerte con las siguientes palabras del pelirrojo.

– Es por eso mismo que muchos de los anteriores paladines eligieron una noble muerte en el campo de batalla. Puedes tomar por ejemplo a mi madre. Ella pudo predecir los planes que tu padre tenía y confronto a la tía Maddy. Después de eso, no soporto la idea de tener que luchar con su propia hermana y eligió ir a aquella estúpida guerra en la que murió.
– E… ¡Espera un momento! ¡La tía Manna fue enviada a esa batalla como castigo por sus crímenes, todo el mundo lo sabe!
– Su crimen fue haberme dado a luz… –Maxi detuvo esa explicación, sintiendo un nudo en su garganta. Incluso si había vivido ya durante mucho tiempo y vuelto a nacer. Ese seguía siendo un tema difícil de tratar para él. Dándose media vuelta se reincorporo sobre sus piernas cruzadas para mirar a su prima
directamente a los ojos– ¿De verdad piensas que alguien conocida como la paladín del imperio no tenía suficiente poder político como para decidir por su propia cuenta si ir o no a esa guerra de facciones?
– Yo no… No sabía nada… lo siento…

Después de la disculpa de Madea, solo quedo un silencio incomodo entre los dos y el sonido de la fogata que de vez en cuando dejaba crujir algunas chispas. Probablemente se habrían quedado así el resto de la noche, si no hubiera sido por el aullido de algunos lobos en los alrededores.

– tsk… Lobos salvajes, será mejor no llamar su atención.

Madea se apresuró a apagar el fuego usando agua del estanque. Enseguida fue junto a Maxi en la carpa para cubrirse del frio de la noche, notando al chico un poco nervioso. Eso fue algo impactante para ella, aun podía recordar su fuerte agarre de antes, la sensación de aquel tentáculo rodeando su cuerpo era persistente. Verle atemorizado por los aullidos de algunos lobos era inquietante.

– ¿Sucede algo malo? No creo que alguien tan fuerte como tu deba sentir temor por unos cuantos lobos.
– ¿Eso piensas? Incluso una gran llamarada teme a una ligera lluvia constante. Los lobos escarlatas son el predador natural de los engendros, mi especie. Si me encontrara con una manada de ellos, no creo que pueda llegar a escapar.
– No… No te preocupes. Incluso si viniera una manada de lobos escarlata, yo puedo ocuparme de ellos con mi magia.

Maxi aun no conocía el alcance exacto del poder de Madea, no de la actual ella. Pero al escuchar aquella afirmación llena de confianza, no vacilo en tomar de su bolsillo una pequeña capsula que rompió sin que ella lo notara, esparciéndose en el aire un ligero polvo rojo. Después de dicha acción, no fue mucho el tiempo que tardaron en verse completamente rodeados de lobos escarlata.

Madea se apresuró en tomar un pequeño cetro mágico que guardaba en sus pantimedias. Normalmente ella recitaría algunos hechizos y lanzaría la magia desde sus propias manos. Pero al entrar en un combate contra tantos oponentes, necesitaba más rapidez y versatilidad. Es allí donde aquel pequeño cetro entraba en acción. En su interior tenia grabadas varias runas mágicas, que le permitían a la joven usar hechizos sin realizar antes los encantamientos necesarios. Además, la herramienta estaba fabricada con un material muy resistente, capaz de soportar golpes y colisiones, convirtiéndolo en un arma de corto alcance, perfecto para su defensa.

Mientras Medea se ocupaba de derribar algunos lobos escarlatas, disparando lo que parecía ser un láser eléctrico desde la punta de su cetro, esquivando elegantemente los ataques que venían de vuelta, Maxi recolectaba algunas garras de los enemigos caídos. En su aspecto, un lobo escarlata era semejante a un lobo gris común y corriente. Lo que lo hacía diferente eran sus garras, que semejaban rubíes finamente tallados en la forma de garras de lobo Este era un material sumamente valioso entre los comerciantes y artesanos, pero Maxi no los recogía por tal motivo. Este era un material necesario para comenzar a mejorar las estrellas de su alma. Uno de los cuales le sería muy difícil conseguir en su nivel actual, principalmente porque en una batalla uno a uno, terminaría dañando las garras del lobo antes de lograr derrotarlo. Ni hablar de enfrentarse a una manada completa de ellos.

Una vez que había obtenido suficientes garras de lobo escarlata, Maxi volvió a romper una capsula, esta vez con un polen morado, repeliendo lentamente a los lobos escarlata.

Madea estaba bastante fatigada después de aquel duro combate, e incluso con su habilidad, al enfrentar a tantos lobos, había conseguido algunos rasguños y heridas leves.

– Aunque tus heridas no son graves, si se descuidan podrían empeorar –Maxi se acercó a la chica ofreciéndole una poción sanadora. Madea dudo por un momento si debería recibirla, pero al final la tomo y comenzó a beberla.
– Gracias. –dijo ella.
– En realidad, yo debería agradecerte. Después de todo, esta era una oportunidad perfecta para que te deshicieras de mí. Digo, solo necesitabas volver a casa e informarle a tu padre que yo ya no sería más una molestia. Pero en su lugar decidiste ayudarme a superar esta mala situación.

Madea no pudo evitar sentir que Maxi nuevamente intentaba provocarla, pero no volvería a caer con algo así. Estaba completamente segura de sí misma, no volvería a pensar en algo como traicionar, no a Maxi, sino a sí misma y el legado de los antiguos paladines. Ahora mismo esa decisión la mantenía al lado de su primo Maxi, pero no podía estar segura si eso sería por siempre de ese modo.

A la mañana siguiente el carruaje con los dos jóvenes continuo su camino, sin mayor contratiempo, más que algunas cuantas bestias salvajes, de las que Maxi se ocupó con sus tentáculos con el fin de luego recolectar su sangre. Luego de conducir por algunas horas más, finalmente llegaron a su destino.

La villa verde. Se trataba de una aldea comercial ubicada entre el límite del reino del dragón rojo y el ducado de Cadis, ambos subordinados del gran imperio. Aunque se tratara de una aldea comercial a los ojos públicos, la verdadera naturaleza de aquel lugar no era muy buena. Algunos podrían decir que no era un buen lugar para que dos jovencitas estuvieran por su cuenta. Y eso era precisamente lo que cualquiera que mirara a Maxi y Madea en ese momento. Entrando a la aldea, todo lucia como se suponía debía ser aquella aldea comercial, pero maxi continúo llevando las riendas más y más adentro, cambiando completamente el panorama, por uno más sombrío. Para ser más exactos, el ambiente comercial continuaba, pero los bienes que se comerciaban, no eran los que normalmente pondrías a la vista de todo el mundo. La verdadera naturaleza de aquella aldea fronteriza era un mercado negro, lleno de la peor basura que podrías encontrar en el bajo mundo, dispuestos a cualquier cosa con tal de ganar unas cuantas monedas.

– Maxi… ¿Me podrías recordar porque estamos en este lugar? –Preguntaba muy nerviosa Madea.
– ¡Oh es cierto! Aun no te lo explico adecuadamente. ¿Recuerdas que antes mencione sobre los aliados de tu padre? Pues mi madre también solía tener bastantes aliados, aunque muchos de ellos al final le dieron la espalda. Estamos aquí para buscar algunas personas de confianza. Y no olvides que justo ahora soy Maxximilliana. No queremos ser descubiertos.

“¿Personas de confianza? ¿Cómo puede haber personas de confianza en un lugar como este?” pensaba Madea mirando alrededor, topándose su mirada con la de algunos sujetos de mal aspecto y ropas andrajosas que la veían con ojos mórbidos. Un escalofrió recorrió la espalda de la chica, abalanzándose sobre Maxi para rodearle con sus brazos.

– Por favor, por favor. Terminemos pronto lo que vinimos a hacer y larguémonos de este lugar.
– SI claro. –respondio Maxi en tono monótono– no hay mucho de qué preocuparte. La mayoría de personas en este lugar son estrellas de bronce y alguno que otro de estrella plateada. Tú tienes un alma de seis estrellas doradas. No hay modo alguno en que ello pudieran vencerte.
– No comprendo de que rayos estás hablando, pero si lo que dices es que soy más fuerte que ellos, eso me tranquiliza.
– Eso es. Solo tranquilízate y evita llamar demasiado la atención. Necesito que cuides el carruaje mientras me ocupo de un negocio.

El carruaje finalmente había parado en medio de las sombrías calles y Maxi bajo dejando sola a una desesperada Madea.

– E… ¡Espera! ¿Por qué tengo que quedarme sola en un lugar como este? ¡No me dejes!

A pesar de sus suplicas, Maxi ya se había marchado, entrando en uno de los establecimientos que lucían no muy aptos para alguien de su edad. Al mismo tiempo varios transeúntes comenzaban a acercarse curiosos al carruaje con Madea adentro.

El establecimiento al que Maxi había entrado, después de caminar por un largo y oscuro pasillo, se tornó en un gran salón, repleto de jaulas, con diferentes especies en el interior de estas. Si, había especies de bestias, monstruos y otras criaturas exóticas. Pero también había especies humanoides dentro de aquellas jaulas, como ogros, elfos, súcubos y muchos otros. Aquel lugar era el establecimiento de un comerciante de esclavos. Para maxi que había pasado toda su vida anterior como un esclavo, aquel no era el lugar más atractivo para estar, lo odiaba desde el fondo de su corazón. Pero el chico era perfectamente consiente que su solo odio y voluntad no harían nada en aquel mundo. Todo lo que podía hacer era morder su lengua y soportar aquella trágica vista. “Ya verán. Pronto seré lo suficientemente fuerte para ocuparme de este lugar y otros semejantes. Luego los guiare a todos para sobrevivir al colapso de este pequeño mundo. Les esperan cosas más grandes en el futuro”.

– Joven señorita hay algo en lo que pueda ayudarle.

Mientras la mente de Maxi divagaba alrededor, un hombre pequeño y regordete se acercó, sin poder ocultar sus sombrías intenciones que se manifestaban como una asquerosa sonrisa.

– ¿Eh? Así es. Mi ama me pidió que viniera a buscar algo de calidad para su colección.
– ¿Ama? –pregunto el hombre chasqueando su lengua con disgusto– No me digas que tu…
– ¡Así es! ¡Soy la esclava de una gran señora! –menciono con orgullo el… esta vez la pelirroja, mostrando una marca de esclavitud en su brazo, la cual había pintado con anterioridad, usando la sangre de algunas bestias del bosque.

El comerciante de esclavos, que se había acercado a la atractiva jovencita, con intenciones de engañarla de algún modo para convertirla en su propiedad. Para bien o para mal, su actuación había sido tan buena, que ahora los humanoides dentro de aquellas jaulas la miraban con desdén. Ellos no podían aprobar que una esclava como ellos pudiera hablar tan bien de su captor.

– Entiendo. Y ¿exactamente qué es lo que estás buscando?
– Bueno, ciertamente tengo algo en mente, pero desde pequeña me enseñaron a no ser muy cerrada con mis pensamientos, así que me gustaría mirar alrededor antes de tomar una decisión.

Fin del capítulo

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