En la aldea orca de Zamorak, bajo el resplandor de la luna llena, Nahori abrió sus ojos por primera vez. Su piel azul oscuro y sus ojos brillantes como el mar eran un claro indicio de su destino único. Los ancianos de la aldea murmuraban entre sí, sabiendo que Nahori estaba destinada a grandes cosas. A medida que Nahori crecía, su fascinación por la magia y las criaturas místicas solo se intensificaba. Pasaba sus días explorando los bosques encantados que rodeaban la aldea, aprendiendo los nombres de cada espíritu del árbol y cada elemental del arroyo. A pesar de las advertencias de los ancianos, Nahori practicaba hechizos y conjuros, anhelando el día en que pudiera convocar a los espíritus por sí misma. Un día, mientras Nahori meditaba en el claro del bosque, sintió una presencia. No era un espíritu de la naturaleza, sino algo más antiguo y poderoso. Era Kaelum, el espíritu guardián de los secretos arcanos. Kaelum vio el potencial en Nahori y decidió revelarle los secretos de la convocación. Con la guía de Kaelum, Nahori aprendió a tejer la energía mágica del mundo que la rodeaba. Pronto, fue capaz de invocar pequeñas criaturas mágicas, y con cada éxito, su habilidad crecía. Los otros orcos de la aldea comenzaron a respetarla, y algunos incluso la temían. Mientras tanto, en las sombras, una amenaza se cernía sobre Zamorak. Gorath, el señor de los orcos oscuros, había oído hablar de Nahori y su poder creciente. Decidido a utilizarla para sus propios fines malvados, envió a sus emisarios para capturarla. Nahori, ajena al peligro que se aproximaba, continuó su entrenamiento, decidida a convertirse en la invocadora más poderosa que el mundo orco hubiera visto jamás.