¿Hasta dónde llegarías para proteger la vida de alguien más? No la vida de alguien a quien te importa, no es tu padre ni tu madre, no es un familiar ni amigo cercano si no alguien completa y absolutamente desconocido. ¿Lo ayudarías? ¿Lo ayudarías incluso si esto te costara a ti mismo la vida? Según las normas sociales debemos ayudar a los demás que se encuentran en desgracia… pero, si nadie viera, si nadie lo supiera. ¿Verdaderamente ayudarías? – ¿Te encuentras bien? – El extendió su mano para poder levantarla del suelo luego de que había resbalado con algunas hojas y caído hacia un costado. – He si… gracias. – Tomó su mano y se levantó rápidamente. Para luego hacer una reverencia y salir disparada del lugar algo asustada por el chico que la acababa de ayudar. Ryo tenía solamente 15 años, pero su genética le había proporcionado una altura que podría parecer fácilmente un chico de universidad, desde pequeño atendió artes marciales, música y modales. Ryo era el chico perfecto en una historia perfecta, hijo modelo, ayudante de la sociedad, incluso cuando caminaba todos los días para ir a la escuela y el desafortunado viento hacía volar la falda de alguna colegiala el volteaba la mirada para no ver. Para él la vida se vivía solamente de una manera y era de la manera más justa y correctamente apegada a las reglas posible. Incluso después de la escuela y antes de su práctica de artes marciales hacía espacio para ayudar tres veces a la semana a un albergue comunitario. La manera en que había sido educado le ayudaba a ver la bondad y el bien en todas las personas. Sin embargo, su rostro de facciones duras, su mirada y vestimenta muchas veces podrían hacer que las personas lo confundieran con el chico problema de cualquier escuela media. Y sucede que, a pesar de todo, a pesar de todo el bien que puedas hacer todo eso puede ser destruido en un instante. Ryo en la víspera de su cumpleaños número 16 iba camino a casa con mochila al hombro alrededor de las 11 de la noche, la ciudad se encontraba apagada y prácticamente vacía, ya no pasaban autos y mucho menos gente caminando. Sin embargo, de pronto escuchó gritos a lo lejos. Se apresuró a llegar a la esquina de donde iba caminando para saber de donde provenían los gritos, pero no encontró absolutamente nada. Parecía que los gritos provenían del lugar que estaba al otro lado de la barda que estaba recorriendo. Una barda de casi 4 metros de altura que bloqueaba cualquier cosa que sucediera dentro, el imaginaba que por ser tan grande podría ser de una escuela, una empresa o algo similar. Decidió correr y darle la vuelta al lugar intentando buscar una puerta o una reja que le permitiera preguntar si todo estaba en orden y saber de donde provenían estos ruidos. Tuvo que rodear la barda para finalmente encontrar una reja de entrada para autos, mientras más se acercaba los gritos se incrementaban Finalmente llegó - ¡HA!...!Alguien ayúdeme por favor! – La voz de una chica se escuchaba al otro lado de la verja, no había guardias en ese momento, nadie atendía a la puerta. - ¡Por favor… Alguien…! – Ryo no lo dudó, ¿Por qué lo dudaría? No sería el si tuviera que dudar, dio unos pasos para atrás y corrió para aferrarse a la verja y poder saltar hacia el otro lado. Fue sencillo gracias a su increíble capacidad atlética. Al otro lado se encontraba una casa, una casa tan grande que podría parecer un edificio; pero Ryo no tenía tiempo para sorprenderse, cayó con los dos pies sobre el pavimento y empezó a correr sobre el césped directo hacia donde escuchaba el sonido de los gritos. Pasó varios árboles y finalmente a través de los arbustos y frente a él pudo ver una ventana iluminada, pudo observar como un hombre levantaba la mano con una vara delgada, se podía escuchar el sonido sordo de los golpes, los gritos y súplicas de una mujer. A Ryo le hirvió la sangre, la escena que estaba presenciando era totalmente opuesta a todo lo que era y a todo lo que se quería convertir cuando fuera hombre. Tomó una piedra lo suficientemente grande para romper la ventana por completo y la arrojó sin dudar. En cuanto la ventana se hizo añicos Ryo se lanzó y entró a la habitación. – ¡¿Qué…caraj…?!– En sus ojos se encontraba aquel hombre de aproximadamente 40 años de edad con una vara delgada y metálica manchada de sangre, mientras que del otro lado se encontraba una cama con una tarima metálica que lucía muy antigua y en la tarima se encontraba amarrada una chica, una chica que parecía tan joven como Ryo utilizando solamente ropa interior y con marcas en todo su cuerpo. Encima de la cama se encontraban dos niños pequeños de no más de 3 años abrazados y llorando mientras veían también esa escena. Ryo se abalanzó contra aquel hombre derribándolo. El hombre se defendió y empezaron a luchar, el hombre intentaba golpear las costillas de Ryo con el puño y la vara mientras que Ryo intentaba someterlo y darle golpes con la rodilla mientras los dos rodaban en el piso. Finalmente, después de varios forcejeos Ryo logró acertar un golpe lo suficientemente poderoso para dejar mareado a su oponente sin que este se pudiera levantar. El chico se dio media vuelta y corrió hacia ella para empezar a desamarrarla. – ¡Tranquila! ¡Te voy a desamarrar para poder huir! – – ¡No! ¡Por favor vete! ¡Tienes que huir…! ¡Por favor! – La chica esta vez se dirigía a Ryo quien estaba completamente confundido por las palabras de la chica; sin embargo, decidió no escucharla y siguió con su tarea de liberarla de la cama. – ¡No…! ¡No le hagas nada! ¡Padre! ¡Por favor…! – – ¿Padre? – Ryo se estremeció con las palabras que salían de la chica mientras que daba media vuelta para ver a aquel hombre ya de pie sosteniendo una pistola con una mano mientras que con la otra se sobaba la cabeza por el golpe del chico. Antes de que pudiera moverse se escuchó el golpe de las puertas abrirse de par en par, detrás del señor se encontraban policías. Por lo que a Ryo le fluyó la sangre y se sintió completamente aliviado. – ¡Oficiales! Por favor, ¡Tiene un arma, estaba golpeando a esta chica! – Los oficiales se apresuraron hacia donde se encontraba Ryo, uno de ellos sacó una fusta y lo golpeó fuertemente en la cabeza casi haciéndolo perder el conocimiento, entre consciente y no el chico solo sintió como alguien le ponía esposas, sentía la sangre recorrer su rostro y sentir como los policías lo levantaban y llevaban casi a rastras por aquella casa. El no entendía que estaba sucediendo, intentaba en su cabeza saber porque los policías estaban haciendo esto. No podía hablar, su boca se llenaba de sangre y solo balbuceaba por ayuda mientras que el auto policiaco conducía a toda prisa con las sirenas encendidas haciendo despertar a la ciudad dormida. Ryo fue puesto en una celda en donde no permanecería por mucho tiempo. A la mañana todos los noticieros de la ciudad tenían grandes noticias, noticias espeluznantes, noticias que nadie podía perderse. Un chico llamado Ryo Kuromiya de 15 años había entrado al hogar de un ilustre ex oficial del ejército Asahi Fukada, un hombre que había servido al país durante 10 años y que tras sufrir una herida de guerra y ser nombrado héroe ahora competía para convertirse en el Alcalde de la ciudad. Después de entrar a su casa el joven Ryo ató a la hija mayor del ex oficial Asahi y la golpeó brutalmente en repetidas ocasiones, finalmente cuando el oficial lo confrontó este fue herido por el chico. Ryo Kuromiya se había convertido de la noche a la mañana en el enemigo número uno, atentado con la vida de otros y con el futuro de la ciudad entera, fue catalogado como la peor escoria en la sociedad y debía fungir como un ejemplo de cómo debía ser castigada a la juventud por sus acciones, sería el primer joven de 15 años en ser sentenciado como adulto. Ryo Kuromiya recibió el perdón de su víctima y a pesar de que lo estaban juzgando como adulto lo que pudo convertirse en 20 años en prisión terminó en 8 años solamente. En menos de tres días se encontraba encerrado en un cuarto gris, con una pequeña ventana en lo alto y un compañero de celda y con pensamientos inimaginables por su cabeza. ¿Cómo era posible que terminara así? ¿Cómo era posible que su buena acción fuera recompensada de esta manera? Aún así Ryo era fiel a su esencia, dentro del cúmulo de pensamientos y de todas sus emociones que se entremezclaba no podía dejar de pensar en aquella chica, aterrada y golpeada atada en la cama, no podía dejar en los pequeños niños llorando encima de la cama. Se sintió completamente inútil pues no pudo ayudarlos. – Por favor… por favor… alguien ayúdelos…– Todas las noches terminaba susurrando en voz muy baja estas palabras hasta quedarse dormido, y así Ryo comenzó su vida en prisión, una vida que creía totalmente perdida, comenzó su injusticia, comenzó una vida de soledad alejado de su familia y amigos, comenzó una vida en donde algún día lo llamarían… “King”.