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Capítulo 18: El Abrazo de las Estrellas
El Destello de la Aurora surcaba el espacio, sus motores zumbando en armonía con las constelaciones. Ada y Horacio se aferraban a los controles, sus corazones latiendo al ritmo de las estrellas.
El Núcleo Estelar, ahora colocado en el centro de la cabina, emitía una luz suave, como si estuviera tejiendo hilos invisibles entre ellos y el cosmos. Ada extendió la mano hacia el orbe, sintiendo su energía. “¿Estás listo, Horacio?”
Horacio asintió, sus ojos fijos en la pantalla de navegación. “Listo para abrazar lo desconocido.”
La nave se deslizó más allá de la última estrella familiar, y de repente, el espacio se abrió ante ellos. Era como si las galaxias mismas los recibieran con los brazos abiertos. Ada y Horacio se miraron, compartiendo un asombro silencioso.
“¿Qué crees que encontraremos?” preguntó Horacio, su voz apenas un susurro.
Ada sonrió. “Todo lo que hemos soñado y más. Respuestas a preguntas que ni siquiera sabíamos que teníamos.”
La pantalla mostraba una nebulosa brillante, sus colores danzando como fuegos artificiales cósmicos. Ada ajustó los controles, y la nave se sumergió en la nube de gas y polvo. Cada partícula parecía llevar consigo una historia, una memoria de nacimientos y muertes de estrellas.
“¿Crees que hay vida ahí fuera?” preguntó Horacio, mirando a través de la ventana.
“Quizás,” respondió Ada. “Pero incluso si no la encontramos, estamos aquí para explorar, aprender y compartir nuestro conocimiento.”
La nebulosa se disipó, revelando un sistema solar desconocido. Planetas giraban alrededor de una estrella dorada, y en uno de ellos, Ada detectó señales de vida. “Mira, Horacio. Un mundo habitable.”
La nave descendió, y cuando aterrizaron, se encontraron en un paisaje exuberante. Árboles altos se mecían al viento, y criaturas extrañas los observaban con ojos curiosos.
“Somos los primeros visitantes,” dijo Ada, emocionada. “Los Guardianes del Conocimiento.”
Horacio extendió los brazos, como si quisiera abrazar todo el planeta. “Este es nuestro hogar ahora.”
Y así, Ada y Horacio se convirtieron en embajadores de dos mundos, compartiendo historias y sabiduría con los habitantes de este rincón del universo. El Núcleo Estelar brillaba en su pecho, recordándoles su propósito.
En las noches estrelladas, Ada y Horacio se sentaban junto al fuego, mirando las constelaciones familiares y las nuevas que habían descubierto. El abrazo de las estrellas los envolvía, y sabían que estaban donde pertenecían.
El viaje de los Guardianes del Conocimiento continuaba, y aunque no sabían qué desafíos les esperaban, estaban seguros de una cosa: mientras las estrellas brillaran, su búsqueda nunca terminaría.
Fin de la primera temporada
Fin del capítulo
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