Capitulo uno: Mi décima vida.

Aún recuerdo mi primera vida, había nacido en una familia de plebeyos en la era de la Revolución Francesa. Mi primer nombre fue Ofelia, crecí en el seno de una familia de escasos recursos económicos debido a los problemas políticos que acrecentaban en mi país. Como la gran Francia estaba en una constante crisis económica debido a la Revolución, padecí el hambre y el abandono cuando mis padres me vendieron como esclava a un Barón de las tierras vecinas, mi precio fue elevado debido a mi apariencia: mi cabello rizado y dorado, mi esbelta figura, mi piel .

Al crecer fui elogiada por mi belleza, y, aunque analfabeta, los pretendientes rezaban por mi mano en matrimonio. Fue así que me casé con el hijo ilegítimo de Lord Edward a la edad de catorce años.

Fui instruida nupcialmente para ser una esposa obediente y sumisa, conociendo mi posición en la sociedad como la hija política de un Barón. Pude vivir una vida tranquila, hasta que fui envenenada por mi propio marido debido a una promesa a su amante, me asesinó para que nadie se enterara de su traición. Allí se terminó mi primera vida.

Mi segunda vida fue un poco más corta, había sido el primogénito varón de un prestigiado médico y una esclava, por lo que se manifestó que mi madre murió por complicaciones en el parto. Ahora mi nombre era Noah, el hijo ilegítimo de un noble. A la edad de seis años recordé mi vida pasada y, lejos de asustarme, me volví una persona muy madura. Los Dioses me dieron otra oportunidad de vida y debía aprovecharla. Al ser un hombre, fui educado en combate y manejo de espada además de literatura y política.

Otra vez, mi vida volvió a ser muy corta. Fallecí a la edad de veinte años, luego de que mi madrastra se enterara de la infidelidad de mi padre y atentara contra mi vida poniendo arsénico en mi té.

Mis siguientes vidas fueron prácticamente parecidas, iba recolectando nuevas experiencias, aprendiendo nuevos idiomas y ganando más confianza, pero había un patrón que determinaba mi destino: en todas mis vidas, muero envenenada. Avancé en los años, pensando que mi Dios del viejo mundo podría tener algo que ver en los recuerdos de mis reencarnaciones.

Si cuento todas mis reencarnaciones, tengo casi doscientos años de experiencia. Hablo mas de seis idiomas, aprendí distintas culturas de distintas épocas y tengo un manejo casi excepcional de combate.

Fue en mi décima vida que visité el mundo moderno.

"¿Hana?" Eun-ji tocó mi hombro con ternura. Abrí los ojos con un poco de cansancio. Estaba en la biblioteca de la universidad, había estado estudiando para los exámenes que se aproximan. Siempre me gustó aprender cosas nuevas, cuando experimentas la pobreza aprendes a valorar el arte y los métodos.

"Eun-ji, ¿que hora es?" observé el reloj de mi celular, eran casi las diez de la noche. "Mierda, mi mamá va a preocuparse".

Año dos mil diecisiete. El mundo que hoy conocemos es muy distinto al que yo recuerdo; la hambruna, la enfermedad, las guerras, aún recuerdo levemente todo lo vivido en vidas anteriores.

Saludé a Eun-ji con un gesto amable, le agradecí la compañía de estudio y me marché a casa.

Hoy me siento un poco perturbada, una sensación familiar me oprimía el pecho. Mi teléfono sonó.

"¿Mamá?"

"¡Hana! ¿Sigues en la biblioteca?" sonreí levemente. Era una mujer protectora pero al mismo tiempo liberal, a pesar de trabajar noche y día para mantenerse en pie siempre tenía un tiempo para mí.

-Tan tierno...- pensé.

"No mamá, estoy de camino a casa" con dulzura en mi voz, traté de tranquilizarla.

"Mmm... está bien. Ven con cuidado, te amo"

Reí para mis adentros

"También te am-" una luz blanca me cegó por un instante al mismo tiempo que sentí un golpe en toda la parte derecha del cuerpo, para luego caer en la acera. Sentí un olor metálico cerca de mí y mi cabeza estaba mojada. No podía mover ninguna parte del cuerpo, todo en mi estaba rígido.

¿Qué es ésta extraña sensación? ¿Por qué mi vista estaba nublada? Escuchaba voces a lo lejos pero no podía identificar que era lo que decían, podía ver pequeños destellos brillantes de luz, pero sentía que me estaba quedando dormida.

Esta sensación tan familiar, ¿estoy muriendo...? Pero este no es mi destino, en todas mis vidas morí envenenada, ¿en qué cambió esta vida?

Al final, acepte mi destino y cerré los ojos.

Así es como terminó mi décima vida.

Fin del capítulo