/ 
Primera Parte
Descargar
https://es.novelcool.com/novel/original/id-235416.html
<<Prev
Siguiente >>

Primera Parte

1 / 53
El oeste se aproxima

Todo comenzó el día que Dios quiso que sucediera todo. Me refiero al 11 de septiembre de 2001, 3 de la tarde, hora española.
Yo me disponía a comenzar una nueva vida en Valencia. Por aquel entonces mantenía una relación con Joan, del que conservo un recuerdo vago e incómodo. He intentado que la relación no se deteriorara más de lo que yo ya la dejé (desde el principio), pero eso es algo que no pude, y no podré conseguir enmendar jamás.
Ese día, comíamos en casa de mi abuela paterna. Sobre las tres, como ya he dicho antes, yo me encontraba lavando los platos de la comida. De repente, Joan me llamó para que mirara lo que estaba pasando en la tele. Un avión se había estrellado en una de las dos torres gemelas de New York. El segundo avión lo ví en directo. Todo aquel caos me llenó de temor, creía que iba a comenzar una larga guerra, de la que no saldríamos sanos ninguno.
Por aquellos años, yo cantaba con una orquestilla barata, pero con algún que otro buen músico. Tomás, Pedro, Pepe. Del resto, ni mencionarlos. Trabajaba cantando e intentaba terminar una carrera que no me gustaba nada.
Joan se trasladaba a vivir a Valencia, y yo decidí cambiar de aires e irme con él hasta allí.

Puse un anuncio en una tienda de instrumentos musicales en Murcia, en donde me contestaron con rapidez un grupo de músicos que querían hacer Soul. Yo acepté, aunque el reto era complejo. Era música con muchos agudos (Janis Joplin, Aretha Frankling, etc), en inglés y en ambientes cargados de excesos, pero acepté el reto.
Por mediación de Joan, comencé a trabajar en una mediana orquesta de la periferia de Valencia (omitiré el nombre. No es relevante). Dejé la carrera y me imbuí en el apasionante mundillo de la música de lleno. Quería triunfar, quería que mis composiciones tomaran forma y salieran a la luz, pero no de una manera banal, sino a mi manera, y como ya sabéis, hacer las cosas a la manera de uno no trae rentabilidad, pero trae satisfacciones personales, y tocas donde te da a ti la gana y haces con tu obra lo que te apetece.

Llegué a noviembre viviendo en Valencia, actuando con el grupo de Murcia y con la orquesta de Valencia.
Mi primera actuación con los valencianos fue la nochevieja del 2001. Fue en Xàtiva, y fue como la seda. Parecía que habíamos estado tocando toda la vida juntos. Yo me lo había preparado a conciencia. Me había memorizado todo el repertorio y no tenía que utilizar el atril, y eso alivia mucho. De cara al público es mucho más vistoso ver a un cantante moviéndose de un lado para otro, que no estando parado frente al atril con temor a equivocarse en la letra.
Con el grupo de Murcia era diferente, y quizá más emotivo, ya que actuábamos en locales cerrados y con gente que nos conocía, era como estar en casa o en familia. De hecho, coincidía bastante con un antiguo profesor mío de historia del instituto, bastante rockero él, me refiero al señor Chema Espejo del grupo legendario Los Crudos. Con ellos me sentía como en mi casa.

Las cosas empezaron a cambiar el día 12 de enero cuando, yendo a ensayar con la orquesta, se produjo un accidente, sin importancia, en el tren en el que yo viajaba. El tren estuvo a punto de descarrilar, porque algún gracioso se dedicó a colocar piedras
2 / 53
sobre los raíles por los que pasaba el tren. Saltaron esas piedras a los cristales del tren, y rompieron los cristales. Fue el detonante de todo lo que me iba a suceder posteriormente y que me marcaría de por vida. No comprendía como estando en el último vagón del tren, que era largo, llegaron las piedras a romper los cristales del vagón en el que yo me localizaba. Me estuve mareando la cabeza bastante sobre eso, y es que mi naturaleza es bastante paranoica. No le encontré una solución lógica, pero presentí que eso era el comienzo de algo que iba a ocurrirme.
De pequeña, soñaba con que algo importante me iba a pasar cuando cumpliera los 23 años. No sé por qué. Me imaginaba que estaba en conexión con el firmamento y con todos los habitantes que en él vivían.

Cuando llegué a Xàtiva, mis compañeros de orquesta me estaban esperando en la estación para acercarme al ensayo. Allí me presentaron al nuevo saxofonista y al nuevo bajista. Venía emparanoiada con lo sucedido en el tren, ya que se paró momentáneamente para ver los daños ocasionados y si los pasajeros habíamos sufrido lesiones. Subí en el coche del bajista para ir a ensayar.
De primeras, me pareció un tipo de lo más superficial, ambicioso, ambiguo, ególatra, pero con muchas ganas de quedar y dar una imagen buena de sí mismo. Hablaba demasiado para acabarnos de conocer. Se llamaba Carlos. Cuando lo escuché tocar, supe que no era buen músico. Quizá es que iba predispuesta a oírlo todo mal sobre él, pero eso es lo que pensé y pienso. Para ser buen músico hay que ser buena persona, puro, noble y maleable como un bambú. Él sabía de tablaturas, de compases, de todo lo que un músico debe saber porque lo ha estudiado, pero el músico nace, no se hace. Yo no he estudiado música, y creo haber aportado bastante a este arte, modestia aparte. Siento la música, la vivo y la comprendo, aunque no sepa ni siquiera leerla.

Cuando comencé a escuchar al nuevo saxofonista, comprendí que ese chico era un portento tocando el instrumento.
Me volví a Valencia con él, puesto que él vivía allí. Me comentó que era su cumpleaños, que trabajaba en una orquesta pequeña, en la que cobraba una miseria pero que hacían muchos bolos. Este otro no habló mucho durante el trayecto, eso me alivió. Me pareció una persona interesante y curiosa. Alguien del que podría sacar beneficio. No me refiero a beneficio económico, sino personal. Por aquel entonces, estaba con Joan, pero no era lo que realmente quería. Estábamos bien, pero yo no estaba totalmente llena con él. Podríais pensar que soy o era un bicho, eligiendo a víctimas a las que sacar satisfacciones y las entrañas si hiciera falta, pero no era realmente lo que yo me proponía. En el coche con el saxofonista hablamos un poco de música. Hubo un momento en el que nos callamos; no fue un silencio incómodo, sino de meditación, de pensar lo que se iba a decir posteriormente. Él, me sorprendió con una pregunta que no me esperaba en absoluto. Me preguntó que si me gustaba la filosofía. Yo contesté que sí. Me preguntó que si me gustaban los juegos, entonces ahí me ví venir que esa conversación me traería dolores de cabeza, pero en ese momento no sabía cuanto me podría llegar a doler. Entonces, me dijo que quizá algún día podríamos quedar para tomar algo. Yo contesté que cuando a él le pareciera bien.
A partir de ahí, mi mente y mi mundo cambió del todo. De tontear mínimamente con mi nuevo compañero, a llegar a casa y ver a Joan como un niño. No iba a abandonar a Joan por un juego y un comentario de un desconocido, pero todo comenzó a cambiar a pasos agigantados. Al saxofonista le dije que tenía novio, nunca oculté nada. Él a mi me dijo que no tenía pareja, con lo que el camino estaba despejado. Lo que más me atrajo de esa persona era su extraña situación. No se trataba de un hombre guapo, pero desprendía
3 / 53
magia y aires de libertad. Eso fue algo que me cautivó y me emocionó. Yo siempre he estado buscando emociones fuertes que me llenaran, pero aquel día, sentí muchas sensaciones juntas que se agolpaban en mi cabeza.
Al día siguiente, me mandó un mensaje al móvil, no recuerdo si era para quedar para el próximo ensayo a para qué, pero ahí fue cuando empecé a tomarme a esa persona realmente en serio.

Yo en ese momento no trabajaba en nada serio, vamos, un trabajo de ocho horas en cualquier tiendezucha. No aportaba nada a la casa de Joan, me levantaba tarde y no limpiaba. No me siento orgullosa de ello, pero mi vida estaba pasando por un gran bache, mi madre me había echado de casa y había cometido errores en el pasado que no me dejaban levantar cabeza. Eso al padre de Joan no le pareció bien, y una mañana, cuando comíamos en casa de la hermana de Joan, que vivía justo al lado de donde nosotros vivíamos, lo mandaron llamar a casa su padre y la novia de éste. El piso estaba a nombre de Joan, ya que el piso lo había comprado su madre, ya fallecida hacia años. El ocupa era el padre, el cual había abandonado a su mujer, por otra. Tampoco tenía oficio ni beneficio. Era poeta, y trabajaba ayudando a la hermana de Joan en la floristería que regentaban. En el piso estuvieron hablando con él durante horas, no se cuantas y no se cómo, pero ocurrió algo que hizo que me decidiera a avanzar. Parece ser que a Joan le dio una crisis nerviosa, y empezó a ahogarse y a echar espuma por la boca. Era como si le hubiera dado una crisis epiléptica. La conversación que tuvieron con él era sobre mi, sobre mi comportamiento, que no aportaba nada y que lo que estaba haciendo era aprovecharme de él. Yo no lo tomaba así. Quería a Joan, es una persona que se hace de querer, aunque su frialdad no te haga sentir. Era cariñoso, atento, honesto, amable, servicial, pero aún con eso era frío. A mi me quería muchísimo, y yo a él, en el pasado le había hecho bastante daño, ya que cuando él se fue a Valencia, y yo me quedé en Murcia, conocí a un chico del que me enamoré, y por el que abandoné a Joan. La cosa no salió todo lo bien que hubiese querido con el otro chico, y Joan aún estaba ahí, así que decidí volver con él. Lo quería, pero quería más lo que no podía tener. Diréis que soy un engendró del demonio, pero así soy yo, un bicho bonito con patas. Nunca le puse los cuernos a Joan, simplemente lo abandoné. Me dolió, pero era más fuerte la atracción que sentía hacia la otra persona, además de la distancia que me separaba de Joan. Cuando él volvió a Murcia para terminar su carrera, decidimos retomar la relación.
A mi, la otra relación me había salido como el culo. No quería que él pensara que era plato de segunda, pero creo que él se sintió desde entonces infravalorado, inseguro y temeroso de perderme.
Cuando el padre de Joan entró a la casa de su hija descompuesto y diciendo que a Joan le había dado algo, salimos corriendo a ver que había sucedido. Estaba en la cama inconsciente con convulsiones, rechinando los dientes y en un estado traumatizante para todos. Lo cogí de la cabeza y empecé a hablarle, a decirle que no estaba solo, que se tranquilizara, que ya había pasado todo. Llamaron al médico, el cual dijo que había sufrido una crisis de nervios. La madrastra de Joan intentó acercarse a él y ayudarlo, y yo le aparté la mano de malas maneras, como culpabilizándola de lo que había sucedido. En cierta manera, todos teníamos parte de la culpa. Incluso yo que fui la causante de la discusión entre ellos tres. La madrastra me dijo que bajáramos a la calle a hablar. Cuando Joan volvió en sí, le dije que iba a bajar a hablar con ella, que volvería pronto. Él se quedó acostado respirando profundamente.
En la calle, con ella, intentó hablar conmigo, pero el rencor que sentía hacia ella era muy fuerte; lo único que podía hacer era mirarla con ojos de desprecio.
4 / 53
Intentó abrazarme y yo le gritaba que me soltara. Entonces que dio un bofetón, me dijo que la culpa de todo la tenía yo, que no se podía hablar conmigo. Yo lloré mucho esa noche, por la frialdad con la que había pasado todo. No comprendía absolutamente nada. Todo iba mal, no sabía encauzar mi vida correctamente. Pasé la noche con Joan, y al día siguiente me dijeron que tenía que irme, que esa no era mi casa. La hermana de Joan se ofreció a acogerme en su casa, o sea, en el piso de al lado. La madrastra no me abría la puerta y no me hablaba.
Sé que fue muy precipitado, pero la situación no era para quedarse más tiempo allí. Me sentía como una mierda. Era un problema para Joan y no lo iban a dejar tranquilo, aunque diera la cara por mi. Le dije que su madrastra, no me abría la puerta para ir a verlo, y él le restó importancia. Yo esperaba que él diera la cara por mi, pero él no estaba preparado. Era sólo un niño, y yo no quería seguir haciéndole más daño. Decidí dejar la relación e irme a buscar piso por Valencia. Un piso para compartir. Entonces llamé a mi nuevo amigo a ver si él me podía ayudar. Él estaba estudiando historia, y seguro que en algún tablón de anuncios de la universidad se ofrecían habitaciones. Cuando le conté todo lo que había sucedido, él cambió totalmente conmigo de actitud. Se volvió frío, seco, distante y por otro lado me dijo que me buscara la vida yo, que él no sabía o no quería ayudarme. Me sentí peor aún. Todo iba como el mismísimo culo. Mi madre me echa, la familia de mi novio me echa, el chico interesante me desprecia, nada iba bien, sólo que tenía trabajo en la orquesta y en el grupo de Murcia. Eso era lo único bueno que me quedaba.

Las cosas ya se habían limado con mi madre, y me permitía ir a ver a mi hermano de dos años, al que adoraba y adoro sobre todas las cosas de este mundo. Iba poco, pero iba a ver al pequeño.
Estuve viviendo en casa de la hermana de Joan durante un par de semanas. También viajaba a Murcia a estar con los míos, mi familia paterna, la cual me acogía, y con la que nunca he tenido problema alguno.
Buscando en el periódico encontré un piso compartido que estaba bien de precio y alquilé la habitación.
Allí habitaban, un valenciano llamado Sergio, una alemana llamada Michaella (a la que recuerdo con mucho cariño), un alicantino llamado Vicente, un irlandés llamado Jhon, yo y una habitación que se quedaba vacía porque la antigua inquilina la abandonaba para irse a trabajar a otro lugar.
Las semanas pasaban y yo me encontraba mejor. Mantenía contacto con Joan, pero no sentimental. Aún recuerdo una noche en la que vino a cenar y se quedó a dormir, pero no ocurrió nada. Dormimos abrazados.
Yo comencé a componer masivamente, a acudir a los ensayos con mi nuevo amigo, el cual había resultado rana, al grupo de Murcia, y a tejer en la casa de mis abuelos una colcha de lana que ahora me acompaña siempre a donde voy.
Mi peculiar amigo me suministró apaleao, o sea, porros, y bastantes (yo se los pedí), pagándolos claro está.
Yo mientras actuaba con el grupo de Murcia, ensayaba con los valencianos, tejía la colcha, componía canciones, fumaba porros y cada vez me iba emparanoiando más sobre el comportamiento tan extraño que mi nuevo amigo tenía hacia mi. Primero tan caluroso, y luego tan frío.

En febrero, más concretamente, el día de San Valentín, la orquesta actuó. Yo robé dos portavelas del salón donde actuamos. Uno para mi inquietante amigo y otro para mi. Estaba dando pistas sobre que estaba dispuesta a jugar. No tenía nada que perder, yo era
5 / 53
fuerte y conseguiría mi objetivo de poseerlo. Sólo por poseerlo, ya que no me hace ninguna gracia que jueguen conmigo y luego me tiren.

Mientras me iba enamorando más profundamente de algo inexistente, fue cuando entró en escena Rubén. Se trataba de un nuevo inquilino del piso que compartía.
Una tarde de marzo, mientras fregaba los cacharros de la merienda, a eso de las siete de la tarde, apareció la dueña del piso con un posible inquilino. Se trataba de Rubén. Estaba interesado en alquilar la habitación que había quedado vacía.
La primera impresión que tuve sobre él fue ambigua. Se trataba de un hombre de unos 35 o 40 años, aunque fuese mucho más joven. Fue demasiado amable para mi manera de ver. Tenía una espesa barba negra, como sus ojos, ojos mates y negros como los de un tiburón. Se podía decir que se trataba de un gordito feliz. Venía de León, e iba a trabajar para la Telefónica (nunca le pregunté en que tipo de puesto).
Al principio todo parecía normal, compartíamos baño, y eso no es que me hiciera mucha gracia. Lo dejaba todo perdido de agua, de pelos, la verdad, es que me daba asco esa persona, pero me comportaba simpáticamente con él.
El primer encuentro desagradable que tuve con él fue por el baño. Él no lo limpiaba nunca, así que le dije que el baño era compartido y que él también debía de limpiarlo alguna vez. Nunca lo hizo.
Él seguía siendo siempre igual de simpático. Una tarde, Jhon y su novia, la cual había venido a pasar unos días con él, se disponían a salir a ver un mitin político. Creo recordar que era del PSOE. Que no os impresione que el irlandés católico fuese a verlo, su novia era española. En ese momento apareció Rubén y les preguntó dónde iban. Ellos le invitaron (creo que por cortesía) a acompañarles. Él aceptó encantado. Cuando regresaron, fue jocoso para mi ver a Rubén con una banderita del PSOE. No sé, no le pegaba demasiado ser de dicho partido, de hecho no le pegaba nada ser de nada. Era un hombre sin ningún tipo de personalidad, y no es que no la tuviera, es que la escondía. Eso, podía ser una falsa impresión mía, pero posteriormente se demostró que no.

Mientras tanto se iban pasando los días. Seguía actuando, y seguía intentando conquistar al saxofonista. No penséis que iba detrás de él como un perrito faldero, pero todas las semanas lo llamaba para charlar un poco con él. Un día lo llamé para invitarle a venir al cine a ver una película, que, para los locos como yo está bien, pero no para gente abierta y con ganas de vivir la vida. El saxofonista rehusó la invitación alegando que tenía otras cosas que hacer, que ya me llamaría él otro día para tomar algo. Yo seguí esperando. Tanto, que recibía invitaciones de otros hombres y renegaba, no aceptaba dichas invitaciones. Lo quería a él. El juego filosófico me había intrigado tanto y me servía tanto de inspiración que me estaba elevando el sentimiento que cada día se iba haciendo más fuerte. No era que lo deseara, era algo superior, lo idolatraba, lo platonizaba, lo estaba queriendo de todo corazón. Me conformaba con las dos horas de silencio que pasábamos en el coche de camino al ensayo una vez por semana.
Por aquel entonces, yo seguía ensayando, actuando, componiendo, fumando hachis y tejiendo la colcha de lana.

El saxofonista se apiadó de mi, y no porque yo se lo dejara claro. Me invitó a acudir a un concierto el 13 de abril de 2002, en el que tocaba con un grupo del que él era componente. Me dijo el sitio y la hora. Esa noche yo pensaba que triunfaba, pero no fue así. Me las ví y me las ingenié para llegar hasta el local, ya que no conocía mucho Valencia, pero allí estaba. Cuando entré al local, estaba repleto de gente, lo ví, lo saludé y comenzó a tocar. Me había dicho que habían venido también unas amigas suyas de la
6 / 53
anterior orquesta en la que tocaba. Una de ellas no le quitaba el ojo de encima, y ahí vi algo que no me gustó. Me dio la sensación que estaba con esa chica, y que a mi me había llamado para glorificarse. Cuando terminó el concierto le dije que si me podía llevar a casa, él me contestó muy cortésmente (como era él), que no podía ser, que tenía que quedarse a recoger los instrumentos. Yo no lo creí. Pensé que simplemente estaba enrollado con la chica en cuestión, y por no descubrir que tenía rollo para esa noche, pues me dio largas. Él ya me había dejado claro en una de nuestras conversaciones que no tenía novia, y que tampoco la buscaba. Eso me hizo pensar que era una persona atormentada por algo, pero cuando vi el percal con la otra chica se me derrumbó el invento.

Empecé a leer un libro sobre elevación espiritual. Tema Buda y rollos parecidos. Me quería elevar tanto que iba a salir disparada de un momento a otro. A penas hablaba con la gente, con mis amigos de mi pueblo, con mis padres. Encendía inciensos y velas (el mismo portavelas que robé de aquella fiesta de San Valentín para él y para mi), fumaba sin parar. Me estaba limpiando de todo en aquella habitación y en las actuaciones que me servían de martirio por el desgaste que eso suponía. Ayunaba para encontrar el equilibrio en mi cuerpo. Comía para sobrevivir. Quería demostrar al saxofonista que lo que yo sentía por él nos iba a elevar. Que aunque él no me quisiera yo, con mi amor, lo iba a conseguir. Nos salvaría de todo lo que la vida nos había hecho. Buscaba la salvación para él y para mi. Quería demostrarme a mi misma que podía ser capaz de amar sin ser amada. Amar algo sin recibir nada a cambio. Eso lo haría cambiar, y aunque no estuviésemos juntos físicamente, yo estaría junto a él espiritualmente siempre. Entonces recordé como cuando una noche, al dejarme en casa me dijo que se estaba volviendo loco. Yo pensé que Dios nos estaba probando porque a mi me estaba pasando exactamente lo mismo.

De repente, comencé a sentirme perseguida por Rubén. Dormía en la habitación de al lado, los tabiques eran finos como el papel de fumar, y se oía todo. Varías noches, se ponía en el armario empotrado, contiguo al mío, y se masturbaba. Lo oía gemir, mientras yo me moría del asco pensando que lo hacía en honor mía. Sigo pensando que era así. Eso me irritaba, así como que llegara a las tantas de la madrugada, que no tuviera un horario establecido de trabajo, que se oyeran sonidos metálicos en su habitación. Siempre cerraba su habitación con llave, como yo. Comía como un cerdo, y yo que, no me callo ni debajo del agua, lo animaba a que comiera cosas más sanas. Empecé a encontrarme vello púbico en mis ensaladas que guardaba en el frigorífico. Un día, comiendo los dos en la cocina, me dijo que venía de Tenerife donde había estado trabajando, y que había dejado asuntos pendientes allí. Mi mente casi enajenada me hizo pensar, en asesinatos. Hasta le compuse una canción tratándolo como si fuera un etarra. Vivía con mi propio enemigo.

Un día el saxofonista me llamó. Era primeros de mayo y todavía no habíamos empezado la gira de lleno. Me propuso quedar para tomar algo. Yo flipé en colores. Me compré una camisa color tierra, como mi elemento, para que me trajera suerte. Me maquillé, no mucho y fui a tirarme a lo más profundo del mar. El vino a recogerme sobre las 9 y media de la noche. Iba totalmente vestido de blanco. Cuando lo ví así me emocioné, lo juro. Parecía como si los ángeles me llevaran en volandas. Me llevó a un local junto a la playa de la Malvarrosa. Esa noche iba a ser muy cruel para mi. El local al que fuimos estaba plagado de mesas con velas en cada una de ellas. Medio en penumbras con la única luz de las velas. Me sentía flotando, histérica, nerviosa, insegura, intranquila y
7 / 53
profundamente enamorada. La velada no duró un instante, que es lo que me pareció a mi. No recuerdo lo que hablamos, pero aquel momento fue mágico. Nunca lo olvidaré. Cuando salimos del local, tomé valor y lo agarré del brazo. Él se encontraba tenso pero sonriente. Montamos en el coche y cuando ya estábamos en la puerta de mi casa, le pedí un beso. Él me dijo que no. Entonces, bajé la cabeza y salí del coche. Cuando llegué a la habitación mi cabeza daba vueltas, y no porque hubiese bebido alcohol de más, sino porque me había partido el corazón en mil pedazos. En un golpe de valor, lo llamé por teléfono y le pregunté si me quería. Él respondió que no. Le volví a preguntar si me quería y él volvió a contestar lo mismo. Así hasta tres veces. No era lo suficientemente buena para él. En ese momento perdí la razón y busqué a Dios, y sin esperarlo él me contestó. –Te ha negado tres veces-. En ese momento yo pensé en Jesús y San Pedro. Yo encarnaba el papel de Jesús en esta historia. No me podía creer que él no sintiera ni una pizca de amor por mi, pero fue rotundo y “sincero”, aunque yo nunca lo creí.
Esa misma noche, empezaron las paranoias sobre Dios. Me hablaba con pensamientos, me consoló y me dijo que había una manera de amar sin ser amado y no sentirse dolido. Eso era lo que me salvaría de ahora en adelante, amar sin ser amada. No amar por amar, sino amar a las personas elegidas sin esperar nada a cambio. Así me ganaría en cielo en la tierra. Le pedí sobre todo, que se apiadara de mi. Dios me dijo que venían tiempos difíciles, que me mantuviera fuerte. Me preguntó que qué es lo que yo deseaba. Le contesté que la libertad, que si tenía que servirle lo haría, pero que me diera la libertad. No aspiraba al cielo después de muerta, que lo quería en esta vida, ya que yo no creo en la vida después de la muerte. Él me dijo que el camino iba a ser duro, largo, difícil y que intentara no andarlo sola, puesto que no era Dios. –Yo sí puedo solo. Tú eres demasiado pequeña para eso. Busca y encontrarás-.- Duda, despeja tus dudas y piensa en positivo-. Yo le dije que no quería ser como Jesús, que yo no era así. No me considero tan especial como para decir que soy la Hija de Dios, creo que todos somos iguales ante los ojos de Dios y Jesús pecó de bueno. Nos echó una maldición, de buenas maneras con hablar tan bien del ser humano aunque lo estuvieran matando. Yo no quiero acabar así, y no pienso que el ser humano sea todo bueno. Yo no muero para limpiar los pecados de nadie. Tengo bastante con limpiar los míos que son muchos, y que el saxofonista sabía.
-Tú eres un objeto como otro cualquiera. Te respeto por tu valentía y por querer colaborar conmigo. De ahora en adelante, te tendré en cuenta-.
-Te has dado cuenta que está pasando en el mundo?. Si seguís así os vais a destruir. Quieres que juguemos al Risk?. Elige tus movimientos y tus paises-.-Tengo a otros que también jugarán. Búscalos y únete a ellos en espíritu-.-Cuidado con el hombre de barba. No es bueno. Está enfermo. Te puede hacer daño-.

A la mañana siguiente me desperté con dolor, pero con consuelo, no estaba sola. Dios me había hablado. Te ofrezco mi colaboración señor, aunque sólo estés en mi cabeza.

Por la noche, me senté a cenar, y Rubén estaba sentado frente a mi. Ya le había comentado a Michaella que me parecía un hombre muy extraño, y que me miraba muy lascivamente. Ella me contestó que a ella también la miraba de esa manera, pero que no le hiciera caso. Pero, cuando terminé de cenar, Rubén que tenía un cuchillo de punta en la mano, me miró, y con una mirada de demente me pasó el cuchillo haciendo movimientos oscilantes a 20 cm de mi cara. Cogí mi taper, lo tiré al fregador y corrí hacia mi habitación. Esa noche hablé con Joan de todo lo que estaba pasando y se ofreció a pasarse. Yo le dije que lo dejara, que quizá yo lo había tomado mal, que no se preocupara. Le pedí que quedáramos en vernos al día siguiente en una cafetería cercana a mi casa. También llamé al saxofonista, le conté la misma historia y quedé con él
8 / 53
también para la mañana siguiente. Me dijo que no abriera la puerta y que estuviera tranquila.
A la mañana siguiente, cuando estaba con los dos en la cafetería, sentados en la terraza que daba a la calle, vimos los tres pasar a Rubén por la acera de enfrente haciéndonos gestos con la mano. Yo les dije a mis acompañantes que lo miraran, que me estaba persiguiendo. Ellos se quedaron a cuadros cuando lo vieron. Me aconsejaron que dejara el piso, que ese hombre no estaba bien. Yo bien no estaba, pero él estaba mucho peor que yo. Recordé lo que Dios me dijo, y deduje que si había gente a la que buscar para unir fuerzas, también habría gente contraria a esto. Nunca supe realmente cuales eran las intenciones verdaderas de Rubén. Pedí a Sergio que lo controlara en el piso por mi, él también me dijo que no me preocupara, que si se pasaba que lo inflaba a ostias. Yo no sabía donde acudir. Estaba perdiendo la cabeza, me acosaban y decidí quedarme un tiempo más en el piso hasta encontrar algo mejor y más tranquilo.
Entramos en junio y ya habíamos empezado la gira del 2002 con fuerza. Pasaba muy poco tiempo en el piso. Sólo lo utilizaba como dormitorio, durmiendo por el día y actuando por la noche.

Las conversaciones con mis compañeros de orquesta, en la furgoneta mientras nos desplazábamos durante varias horas a los lugares donde actuábamos dieron para mucho. Nos estábamos uniendo muchísimo, sobre todo el cantante, el guitarrista Óscar, el teclista Pau, el saxofonista y yo. Nos divertíamos bastante comprando cintas de gasolinera que no las escucha ni cristofer porque eran malas, malas, malas, pero nosotros nos aprendíamos las canciones de gente que no la conocían ni en su pueblo.
No sé si fue producto de los porros, lo que sí sé es que cuando estaba con ellos se me quitaban todas las angustias, y un día empezamos a hablar de Dios. Yo comenté que si el Cristo volviera (lo dije medio en broma medio en serio), sería músico. A lo que el cantante contestó: -Es que eres tú el cristo?- Yo ya me quedé con las patas colgando, y le contesté tímidamente que no, que yo no era. No lo preguntó maliciosamente, lo preguntó como si tal cosa, y eso fue como un jarro de agua fría para mí.

Fin del capítulo

Informe
<<Prev
Siguiente >>
Marisa Ruiz
Donar
Catalogar
Ajuste
Fuente
Arial
Georgia
Comic Sans MS
Tamaño de la fuente
14
Antecedentes
Informe
Donar
Oh no, este usuario no ha configurado un botón de donación.
English
Español
lingua italiana
Русский язык
Portugués
Deutsch
Éxito Advertir Nuevo Se acabó el tiempo NO Resumen Más detalles Por favor califique este libro Por favor escribe tu comentario Respuesta Seguir Seguido Este es el último capítulo. ¿Estás seguro de eliminar? Cuenta Le hemos enviado un correo electrónico con éxito. Puede consultar su correo electrónico y restablecer la contraseña. Has restablecido tu contraseña con éxito. Vamos a la página de inicio de sesión. Leer El tamaño mínimo de tu portada debe ser de 160 * 160px El tipo de portada debe ser .jpg / .jpeg / .png Este libro aún no tiene ningún capítulo. Este es el primer capítulo Este es el último capítulo Vamos a la página de inicio. * El nombre del libro no puede estar vacío. * El nombre del libro ha existido. Al menos una foto Se requiere la portada del libro Introduzca el nombre del capítulo Crear con éxito Modificar con éxito No modificar Fallar Código de error Editar Borrar Sólo ¿Estás seguro de eliminarlo? Este volumen todavía tiene capítulos Crear capítulo Doblez Eliminar con éxito Introduzca el nombre del capítulo ~ Luego haga clic en el botón 'elegir imágenes' ¿Estás seguro de cancelar la publicación? La imagen no puede ser menor de 300 * 300 Ha fallado El nombre no puede estar vacío El formato del correo electrónico es incorrecto La contraseña no puede estar vacía Debe tener entre 6 y 14 caracteres Verifique su contraseña nuevamente