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El chico de la jaula de murciélagos
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El chico de la jaula de murciélagos

No me importa, prefiero una copa de vino

Todos fueron a la cocina, que era espaciosa y con muebles blancos. En un lateral había una encimera con taburetes altos para sentarse. Conforme ellos iban dialogando, Blanca fue devuelta al suelo y se marchó junto a Dan, que se frotaba contenta de verlo. Ronroneaba feliz y, de vez en cuando, entre vuelta y vuelta por las piernas de Dan, alzaba la cabeza y lanzaba un maullido exigiendo atención.

‒Que no se me olvide ‒intervino Pablo mientras abría la nevera‒. Tienes un plato de cocido preparado para tu turno de mañana, Dan. Lo hice este medio día, te lo voy a dejar en este estante del frigorífico, ¿vale?

Dan le agradeció amable y le dijo que no alimentase de nuevo a Medianoche y a Blanca, que él les puso de comer antes de salir esa tarde.

Daba la sensación de que la casa la gestionaban ellos solos a pesar del gran tamaño. No parecía que hubiese nadie más a parte de los hermanos.

Laura pidió un vaso de agua y Pablo le sirvió con agrado uno y otro para sí mismo.

Empezaron a hablar los tres sobre películas, comentando a Laura algunos de sus títulos favoritos, sin embargo, Pablo, tras beber su vaso de agua con ellos en la cocina de pie, comunicó que ya estaba muy cansado.

Tampoco quería estar demasiado rato entre ellos porque notaba que su hermano quería pasar tiempo a solas con Laura y había visto que ella observaba con mucho interés a Dan.

‒Me voy a ir a dormir ya, que es súper tarde y mañana tengo ruta de senderismo aquí al lado con unos amigos temprano y me gustaría estar todo lo fresco que pueda. Voy con María, unos amigos suyos que no conozco y Rubén. Me han dicho que Roberto al final no va.

Dan frunció el entrecejo, muy serio y sin mirar a su hermano, asintió un poco incómodo, como si la mera mención del tal Roberto le provocase rechazo y le dijo a su hermano que llevase cuidado.

Pablo se despidió de Laura tan agradable como siempre solía ser, indicándole que la dejaba en buenas manos y que cualquier cosa que necesitase, se la pidiese a su hermano mayor.

‒No os preocupéis por el volumen mientras habláis, Laura, duermo como un muerto. Podéis charlar tranquilos.

Pablo echó a andar, dejando a Laura de espaldas y mediante mímica, le indicó disimulado a su hermano mayor que se pondría tapones para dormir. Luego, movió el brazo con el puño cerrado, animándole.

Subió las escaleras junto a su perro y con una sonrisa de satisfacción se acostó en su cama. Esa noche, se pondría la alarma un poco antes para dejar la casa completamente a solas para Dan y la nueva invitada, ya que pensó que mejor darles total privacidad si saltaba la chispa entre ambos.

‒Nunca se sabe, Medianoche. Mañana nos vamos un poco antes y que sea lo que tenga ser entre esos dos, ¿eh?

El perro le miró ladeando la cabeza y acostándose en una cama de su tamaño justo al lado de donde estaba la de su dueño.

Por otro lado, Dan y Laura, se habían quedado a solas y ella parecía haber enmudecido.

‒¿Qué te apetece beber? ‒le preguntó Dan rompiendo el silencio.

Ella se dejó llevar respondiendo lo que él prefiriese.

‒Lo que tú bebas o lo que tengas por casa estará bien.

‒¿Te apetece que abra una botella de vino? ‒ofreció Dan mostrando una botella sin abrir de tinto que acababa de sacar de una pequeña bodega de la despensa.

‒Una copa de vino entonces.

Dan descorchó la botella e invitó a Laura a ir al salón, de donde sacó de un mueble de madera dos copas de cristal. En el trayecto hacia el salón, Laura observó la casa. Era grande, muy grande para ser habitada sólo por dos personas.

‒¿Vivís solos aquí tu hermano y tú?

Dan afirmó con la copa llena en la mano, se la dio a Laura de pie e introdujo un tronco al fuego que había en una chimenea para encenderla, se sentó en el sofá depositando la suya encima de una mesita baja entre el sofá y la tele.

‒Nuestros padres ya no están con nosotros ‒dijo.

Laura tomó asiento en el sofá y se maldijo por si había preguntado algo incómodo.

‒Oh, lo siento ‒comunicó con aire tímido.

Dan sonrió y bebió un sorbo.

‒Nada, no te preocupes. Fue hace tiempo. Nos gestionamos solos desde hace ya unos años.

Una casa familiar tan deshabitada debía ser pesada a veces, pensó ella, pues lo primero que rumió al pisar aquel hogar era que quizá sus padres en ese momento, estarían de viaje, no fallecidos. En el salón había una chimenea con fotos de familiares de Dan y Pablo, momentos fotografiados de cumpleaños donde salían sus padres y algunos amigos del colegio, una foto de boda y retratos de familiares antiguos, como incluso del siglo pasado. Laura no preguntó más, pero miró una estantería negra alta repleta de películas en VHS, DVD, Blu-ray y otros formatos que no reconocía, además de una serie de bustos y figuras pequeñas sobre monstruos de la Universal.

Dan se levantó del sofá dejando a Laura sentada un instante y cogió algunas de sus películas favoritas para regresar a su lado y enseñárselas.

‒Mira, esto es para mí, lo más especial que tengo ‒dijo emocionado.

Laura cogió las películas de las manos de Dan, notó que eran manos ásperas, grandes, amplias y calientes. Contrastaron con las suyas, que siempre las tenía frías.

Ella fue pasando cinta tras cinta, entusiasmada de ver que Danila tenía en su casa películas que a ella le encantaban o que le llamaban la atención pero que aún no había podido ver. La mayoría eran ediciones limitadas o exclusivas.

‒Y... aquí está, de mis películas más divertidas y favoritas, El jovencito Frankenstein. No me canso nunca de verla.

Laura sonrió complacida y coincidió con él en que era una película muy cómica.

‒Me encanta cuando Igor le dice al doctor lo de «"A" no sé qué, "A-normal"» y el doctor, fuera de sí, estalla asustado y colérico diciendo que si le ha puesto a un tío del tamaño de un armario de dos metros el cerebro de un idiota.

Dan rio a carcajadas al recordar el momento e imitó al personaje de la película, gesticulando de forma muy exagerada, con los ojos bizcos a propósito y como si lo estuviesen estrangulando. Laura lanzó una carcajada todavía más fuerte al ver esa imitación.

‒¡Es de las partes más graciosas! También me rio mucho cuando en las escenas de Igor, la joroba le va cambiando de sitio. Es una película que tiene muchos detalles graciosos.

Laura coincidió, se limpió las lágrimas causadas por el ataque de risa y continuó pasando las cintas. Cogió una con la carátula gastada y miró de soslayo a Dan.

‒Cómo no... El cuervo, ya te dije que me gustaba ‒señaló Dan devolviéndole la mirada, como si fuese algo tan obvio que ni había que decirlo.

‒Hay veces que me gusta incluso más la banda sonora que la propia película por algunos grupos de música que participaron ‒comentó Laura sonriente.

‒Oh... pues, entonces, espera un segundo ‒dijo Dan alegre.

Volvió a levantarse del sofá. Laura lo siguió con la mirada dirigiéndose hacia un equipo de música. Dan metió la mano en una amplia caja de discos, sacó uno donde la portada tenía un efecto metálico con el título del grupo en relieve, eran sólo tres letras en mayúsculas, una abreviatura enmarcada en un recuadro donde la primera letra y la última eran una N que se acababa espejando. Puso el disco sobre el plato, movió la aguja poniéndola a la altura de la tercera canción y accionó su tocadiscos. Estaba de espaldas a ella y el salón tenía una luz tenue, tan sólo la que proporcionaban una lámpara de pie y otra más pequeña en una mesita que había en un rincón. Las cortinas, de color azul oscuro, estaban cerradas tapando unas grandes ventanas que daban a la calle.

Mientras Dan ponía una música a un volumen idóneo para no molestar y así tener de fondo mientras seguían hablando, Laura, sin poder evitarlo, miró de arriba abajo el cuerpo del chico. Era alto, con la espalda ancha y una figura atractiva. Laura se fijó en los pantalones, le marcaban el trasero y pensó en que Danila tenía un buen culo. Apartó la vista corriendo, dirigiéndola hacia la estantería de cine.

Evitó morderse el labio y pensó en que sería mejor apreciar lo mitómano que era Dan. Todo en el salón era de su agrado, las películas, los discos, todo. Para ella era otra señal que sumaba al hecho de que le gustase. El dilema en la cabeza de ella era cómo hacer para lanzarse y darle a entender que quería ir más allá con él aquella noche porque le atraía. ¿Cómo se hacía aquello de besar la primera tomando la iniciativa? Sólo de pensarlo las piernas las sentía como si fuesen de mantequilla y el estómago se le retorcía de los puros nervios. No se veía capaz, pero si había llegado hasta ahí, a estar con él a solas en esas horas, seguramente era porque él también quizá estaría buscando lo mismo que ella.

Dan regresó a su lado, sentándose muy cerca, sus brazos se rozaban cuando él lo alargaba para coger su copa y beber mientras Laura le hablaba sobre sus estudios en la escuela.

‒Vivo en un piso compartido con dos compañeros más.

‒¿Y qué tal te llevas con ellos? ‒preguntó Danila interesado, estrechando más el espacio entre ellos.

Laura lo notó, pero no se sintió incómoda, al contrario, era un alivio ver que Dan se encontraba a gusto con ella y parecía que al chico le salía de forma natural acercarse a su lado. No había tenido opción a darse cuenta en si Dan era alguien muy afectuoso o no con las personas, pero había podido apreciar cómo acariciaba de vez en cuando a su gata y la acogía entre sus grandes brazos con cariño.

Laura deseó más de una vez que la tratasen así, sobre todo en esas ocasiones. Quería ser una gata como Blanca.

‒Pues me llevo bien con uno y regular con otro. Juan no me lo pone a veces muy fácil y es un poco desagradable, pero bueno, digamos que no está pasando por su mejor momento. Rafael es simpático, con él me llevo bien salvo cuando... ‒hizo una pausa, meditando la siguiente frase y analizando a Dan, que la escuchaba atento y con una pequeña sonrisa‒ alardea de las cosas que hace con su novia en la cama. Es un poco fanfarrón, ¿sabes? Dice que hace que su chica tenga hasta veinticuatro orgasmos seguidos.

Dan casi se atraganta con su nuevo sorbo de vino y soltó una carcajada.

‒Sí, claro ‒dijo irónico.

Laura se rio con él. Dan tosió varias veces, sin parar de reír.

‒Pero... ¿pero qué mujer tiene por pareja que es capaz de llegar tantas veces? ¿Qué le hace él? ‒preguntó curioso y aclarándose la garganta.

Laura levantó los brazos, haciéndole entender que era un dudoso misterio del que no le despertaba gran interés porque no lo encontraba creíble.

‒Dice que las mujeres somos como un violín, hay que saber tocarnos o no sé qué rollo comenta siempre. Es un flipao, veinticuatro veces... sí, hombre. ¡Veinticuatro mentiras!

Dan se carcajeó y añadió:

‒No me lo creo tampoco. Bueno, quizá sean... veinte mentiras y cuatro verdades.

Laura lo miró con sus ojos marrones muy abiertos. ¿Cómo que cuatro verdades? Dan entendió su gesto sin hablar y se explicó.

‒Quiero decir... ‒comenzó nervioso y rascándose la cabeza‒, dependiendo de cada uno y la comunicación o complicidad que haya, creo que sí es realista que una persona sea capaz de culminar unas cuatro veces, pero no tanto como dice tu compañero de piso.

Laura asintió sonrojada. ¿Quería decir que él era capaz de aguantar hasta cuatro veces...? Los ojos se le llenaron de una lujuria que intentó contener al momento.

‒Pero... ¿Tú lo has conseguido...? Perdona la pregunta, es que no puedo evitar hacerla. O sea, ¿con una chica has podido...?

Dan miró fijamente a Laura en silencio, terminó su copa de vino, depositándola en la mesita y volviendo a estrechar la distancia entre ambos, le acarició un mechón de pelo a Laura de color morado. Tenía una melena con flequillo en pico, liso y teñido de negro, donde un único mechón era de un color distinto.

Laura sintió sobre su mano apoyada en el sofá un calor reconfortante, era la otra mano de Dan que se puso encima de la suya.

‒Bueno... ¿te gustaría descubrirlo? ‒dijo Dan con una voz casi en un susurro cerca del oído de Laura.


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Este capítulo es uno de los momentos donde Laura y Dan van a conocerse mejor. Si quieres leer el resto de la historia te invito a que lo hagas mejor en wattpad.


Recomendación de lectura:

¿Por qué leer El chico de la jaula de murciélagos?


Si te apetece una historia sexual, amena, llena de guiños, cotidiana y con un sentido del humor muy ácido, estos personajes son para ti.

Lara nos presenta un mundo vampírico fuera de lo común, donde su encanto reside en el día a día. Podemos bailar con ellos en los antros más oscuros, con música de hace décadas que nos dejan en trance a través de acordes de guitarras eléctricas y teclados electrónicos, con luces de colores y movimientos llenos de euforia, a pasar a sus brazos en una habitación oscura con sábanas de satén, un orgasmo en la garganta y el aguijón de sus dientes en nuestro cuello.

¿Te atreves a probar el cóctel de brocados de oro, sangre y tinta?

Tenemos una butaca para ti.

Ainhoa Garnez



SINOPSIS

Danila es un joven misterioso que guarda un secreto en una habitación oscura del garaje de su casa.

Por otro lado, Laura es una joven estudiante preparándose para ser tatuadora que no ha tenido mucha suerte con las relaciones sentimentales.

Sin embargo, conforme pasa el tiempo y tras conocerse, ambos comenzarán a sentir más de lo que creían el uno por el otro. Los miedos, los secretos y las inseguridades les jugarán una mala pasada.

Mientras tanto, descubren que una persona que tienen en común está especialmente interesada en conocer en profundidad a Danila, pues sospecha de su secreto mejor guardado.

¿Podrán Laura y Dan hacer que su relación salga adelante a pesar de los obstáculos, tanto propios como ajenos? ¿Conseguirá Paco Colmillos la prueba que quiere para desenmascarar a Dan y que el mundo le dé la razón a su locura?

Lee la historia en exclusiva con capítulos por adelantado, ilustraciones eróticas y mucho más en Patreon, o de forma gratuita y sin los extras en Wattpad. Nuevos capítulos todos los viernes a las 22:00 (CET) en ambas plataformas.

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