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Capítulo 7 - Engaño Nocturno
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Capítulo 7 - Engaño Nocturno

Dos figuras irrumpieron en el bosque, desafiando a las bestias con una exhibición de poder y habilidad sin igual. Kael, ciego pero sensible a la esencia de los seres vivos, sintió la presencia de estos recién llegados. Su mente se estremeció ante el rugido de la furia y el calor de la magia que los acompañaban.

El primero en emerger, un bárbaro en su máxima expresión, personificaba la furia en su estado más puro, un Iniciado de la Furia. Su musculatura estaba marcada por cicatrices de innumerables batallas, y su mirada irradiaba una intensidad desenfrenada. Cuando entraba en su Furia Inicial, se convertía en un torbellino de poder y destrucción, y con cada paso que daba, la tierra temblaba bajo sus pies.

A su lado, un Elementalista de Fuego, emanaba una aura de magia ancestral que se fusionaba con la fuerza de la naturaleza misma. Sostenía el fuego en sus manos, una llamarada inextinguible cargada de la promesa de la destrucción. Como Iniciado Elemental, sus hechizos de fuego eran el preludio de una tormenta de llamas que no mostraba piedad alguna.

Con un rugido que resonó en los corazones de todos los presentes, el bárbaro canalizó su furia en Golpes Devastadores. Sus puños se convirtieron en arietes imparables que destrozaron a las bestias con cada impacto, y los cuerpos de las criaturas se retorcieron y desmoronaron, siendo su resistencia natural inútil ante la fuerza desatada de este guerrero inclemente.

Kael escuchó el estruendo de sus puñetazos y el crujir de los huesos de las bestias, y le advirtió a Elías con voz tensa: “¡Cuidado con el bárbaro! Está en un estado de furia extrema. No nos interponemos en su camino, pero su rabia no distingue amigos de enemigos. No hagas movimientos bruscos cerca de él, o podría atacarte sin pensarlo. Mantente alerta y a salvo, Elías”.

El Elementalista de Fuego, por su parte, invocó el Control del Elemento Único, y el aire se llenó de chispas y humo mientras su magia alcanzaba su punto culminante. Lanzó un hechizo que convirtió su mano en una antorcha ardiente, y con un gesto majestuoso, creó un torrente de fuego que envolvió a las bestias en una danza ardiente y mortal. El resplandor de las llamas iluminó la noche, y el calor del averno se hizo presente en medio del bosque.

Kael sintió el calor abrasador de su magia y el olor a quemado que impregnaba el aire, y le dijo a Elías con voz urgente: “¡Elías, aléjate del Elementalista de Fuego! Su magia es letal, y no tiene piedad. Si te acercas demasiado, podrías quedar envuelto en sus llamas. Mantente fuera de su alcance y evita su magia”.

Los dos desconocidos, un mago y un guerrero cuya procedencia era un enigma, mostraban una maestría que los situaba muy por encima de los novatos.

Los ojos de Elías se abrieron de par en par al ver el despliegue de poder y habilidad de los dos desconocidos. Parecían haber aparecido de la nada, justo cuando las bestias los habían acorralado. Con una fuerza y una magia impresionantes, se enfrentaron a las criaturas con una destreza que los situaba muy por encima de los novatos. El fuego y la furia eran sus armas, y las bestias sus víctimas. Elías no podía creer lo que estaba viendo.

Herido y agotado, se aferró a Kael con la esperanza de que todo hubiera acabado. Le dijo con voz débil: “Kael, creo que estamos salvados. Esos dos han venido a ayudarnos, han acabado con todas las bestias. Tal vez podamos pedirles ayuda, o al menos que nos dejen ir con ellos”.

Kael, ciego y adolorido, no compartía el optimismo de Elías. Sabía que la situación era mucho más grave de lo que parecía. Su oído agudo y su conocimiento de las bestias le permitían detectar el peligro que se cernía sobre ellos.

Le respondió con voz grave: “Elías, no estamos salvados. Estamos en medio de un bosque infestado de bestias, que han invadido el pueblo y los alrededores. Esos dos son poderosos, pero no son invencibles. Y no sé si han venido a ayudarnos, o si tienen otros motivos. Tenemos que huir de aquí, cuanto antes”
.
Elías, sorprendido por la respuesta de Kael, le preguntó con incredulidad: “¿Qué quieres decir? ¿Cómo sabes que hay más peligro?”

Kael, con un tono de urgencia, le explicó: “He oído el aullido de las bestias, el llamado de la manada. Vienen más, muchos más. Y no son las mismas que hemos enfrentado. Son más grandes, más fuertes, más feroces. Y no van a dejar que nadie escape, ni siquiera esos dos. No podemos quedarnos aquí, tenemos que escapar. Busca una salida, una ruta segura. Yo te seguiré, confío en ti.”.

Mientras hablaba, Kael se puso de pie con dificultad. Tiró de Elías, que aún estaba aturdido por la revelación de Kael. Le instó a que se levantara y lo guiara. No había tiempo que perder. Las bestias se acercaban, y los dos desconocidos no podían detenerlas a todas. Tenían que encontrar una forma de salir del bosque y llegar al pueblo, donde tal vez estarían a salvo. O al menos, eso esperaban.

De repente, una voz de mujer se oyó entre los árboles, acercándose a ellos. Era una voz clara y serena, que parecía familiar para Elías.

“¡Elías, no se detengan! ¡Kael tiene razón, tienen que irse de aquí cuanto antes! ¡Las bestias están llegando, y esos dos no podrán contenerlas por mucho tiempo! ¡Vengan con nosotros, los llevaremos a un lugar seguro!”

Elías se giró hacia la voz, y vio a una joven que se acercaba a ellos con una presencia imponente, escoltada por dos hombres de apariencia formidable. La misteriosa mujer llevaba una capa que le cubría el rostro, pero Elías no necesitaba ver sus rasgos para reconocerla; su voz resonaba en su memoria como un eco lejano pero inconfundible.

Elías, lleno de alegría y alivio, le dijo a Kael: “¡Kael, es Allison! ¡Ha venido a ayudarnos! ¡Es nuestra salvación!”

Sin embargo, Kael, no compartía el mismo entusiasmo. Algo en esa voz le parecía extraño, como si fuera una imitación forzada. Sintió una corazonada de que algo no estaba bien, y decidió actuar. Agarró a Elías por el brazo, y lo detuvo antes de que pudiera arrastrarse hacia la joven.

“¡Espera! ¡Esa no es Allison, esa no es su voz! ¡Es una trampa, alguien nos está engañando!”

Elías se quedó atónito, y miró a Kael con incredulidad. “¿Qué dices, Kael? ¿Cómo puedes dudar de ella? ¡Es tu prometida, la mujer que amas!”

“No, Elías, no lo es.” dijo Kael con firmeza, sacudiendo la cabeza. “Yo la amo, y por eso sé que esa voz no le pertenece. Es una voz demasiado perfecta, demasiado artificial. No tiene el tono, el acento, ni la emoción que caracterizan a Allison. Es una voz creada por algún tipo de magia o tecnología, para engañarme.”

Elías parpadeó, confundido por la seguridad con la que Kael hablaba. Miró a la joven que se acercaba, tratando de discernir la verdad en sus ojos. La joven se quitó la capa que le cubría el rostro, y Elías pudo verlo claramente. Era hermosa, con ojos del color del cielo y cabello tan oscuro como la medianoche. Pero no había nada de dulzura en su expresión; era fría y calculadora.

Su mente dio un brinco hacia atrás en el tiempo, recordando el día en la mansión donde conoció a la joven que se presentó como la prometida de Kael. Un nudo de comprensión se formó en su estómago. Había sido engañado, al igual que Kael.

La joven se acercó a Kael con una sonrisa, pero él dio un paso atrás, manteniendo su postura protectora frente a Elías. La joven se quitó algo que estaba pegado a su cuello, revelando un extraño amuleto brillante. Lo guardó rápidamente en su bolsillo, como si no quisiera que nadie más lo viera.

“Perdón por el engaño”, dijo con voz suave, pero no había rastro de arrepentimiento en sus ojos. “Pero era necesario. Teníamos que asegurarnos de que nos siguieran sin poner resistencia.”

“¿Quién eres? ¿Qué quieres de nosotros?”, preguntó Kael con voz ronca, sintiendo una mezcla de ira y confusión. “¿Por qué te hiciste pasar por Allison? ¿Qué pretendes?”

La luz de la luna se filtraba entre las ramas del bosque, creando sombras inquietantes. El rostro de la joven se iluminó con una sonrisa enigmática, que no revelaba sus verdaderos planes.

“Mi nombre no importa ahora”, respondió con firmeza. "Lo que importa es que estamos en peligro. Mi objetivo es asegurarme de que estemos a salvo y fuera de esta montaña antes de que las bestias nos rodeen por completo. No hay tiempo para explicaciones detalladas ahora."

De repente, un rugido ensordecedor resonó en el bosque, seguido por el sonido de patas pesadas golpeando el suelo. Las bestias estaban cerca, demasiado cerca para escapar.

"No hay tiempo que perder", dijo con determinación. "Síganme de cerca y hagan exactamente lo que les diga.".

La voz de la joven les taladró el cerebro, como una advertencia desesperada de la realidad. No podían fiarse de ella, pero tampoco podían quedarse allí. Kael sintió un nudo en el estómago, mientras tomaba una decisión. Se fiaría de su instinto, que le decía que ella era su única esperanza.

“De acuerdo”, dijo Kael, con un tono de desafío y coraje. “Te seguiremos, pero como nos traiciones, te juro que te mato.”

La joven asintió con gravedad, sabiendo que Kael no bromeaba. Sin perder tiempo, se lanzaron al bosque, huyendo del rugido de las bestias que se acercaban. Los dos hombres que habían estado con la mujer también asintieron, dispuestos a defender a sus nuevos aliados con sus vidas si hacía falta.

Fin del capítulo

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